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Judiciales - A espera de juicio

Mujer de 62 años administraba un prostíbulo para el que reclutaba jóvenes ofreciéndoles plaza de limpieza en San Salvador

Las empleadas del salón de masajes defendieron a la anciana diciendo que era una “buena persona”, “respetuosa y con reglas claras”.

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"Me di cuenta que no era una casa de masajes sino donde hombre llegaban a tener relaciones sexuales con las mujeres”, dijo la Camila asustada en su declaración a las autoridades.
Mujer de 62 años administraba un prostíbulo para el que reclutaba jóvenes ofreciéndoles plaza de limpieza en San Salvador

Una mujer fue contratada por una anciana de 62 años de edad para que realizara trabajos de limpieza en un local de masajes eróticos, pero está la terminó encerrando en su propia casa en residencial La Cima, en Antiguo Cuscatlán, San Salvador.

Camila (nombre modificado por seguridad) era una joven desempleada del interior del país que por algún tiempo había comenzado a buscar empleo en varios lugares sin tener resultado hasta que un buen día encontró un anunció en la sección de clasificados con una oferta laboral. 

Jamás se imaginó que después de marcar el número telefónico comenzaría una pesadilla a manos de Marta A., una mujer de 62 años, que administraba un salón de masajes eróticos disfrazado en una vivienda común y corriente en la residencial La Cima.

“Señorita para todo oficio, dormir adentro. Sueldo $300”, ese fue el pequeño anunció que vio en medio de las columnas del periódico. Su objetivo era ganar dinero para ayudar a su familia, por lo que ilusionada por saber más del trabajo decidió llamar. Inmediatamente, le contestó Marta, quien tras solicitarle sus datos personas le explicó que trabajaría como empleada doméstica y que podría salir cada ocho días para visitar a sus parientes.

Según la relación de los hechos, la joven se contactó con la mujer el 25 de mayo del 2017 y fue al día que acordaron reunirse en la iglesia Ceiba de Guadalupe. Ya con el convenio, Camila le comentó a su familia que había encontrado un empleo en San Salvador, pero estos sintieron una cierta desconfianza por lo que decidieron acompañarla para asegurarse de que no fuera un engaño.

Al día siguiente la familia abordó un autobús hasta la capital y posteriormente tomaron una ruta 101A, la cual los dejó frente a la iglesia.

—Ya estoy aquí —le avisó Camila, a través de una llamada telefónica.

—¿Dónde estás? —le preguntó la anciana al otro lado del teléfono.

—Estoy enfrente del Instituto Emiliani —le contestó.

—Pase la pasarela, cuando esté abajo me avisa. He mandado a una niña para que la vara a recoger —le indicó Marta.

A los pocos minutos, Camila recibió otra llamada donde una mujer con un tono de voz más joven le indicaba que la esperaría en un comedor ubicado a un costado de la iglesia.

Las dos mujeres se saludaron y comenzaron a caminar hacia un pequeño centro comercial de la zona donde estaba el negocio de Marta, quien la esperaba dentro del establecimiento. A la entrada se podía observar un letrero rosado que decía “Grabriels Salón Boutique”.

Camila entró y la mujer que la acompañó cerró la puerta, dejando a sus parientes afuera.

“Ella no, por el momento”

Marta le explicó a la joven que todo se trataría de hacer limpieza en las cuatro habitaciones y salas del salón y en su vivienda. “El local es de hacer masajes para caballeros, pero no va a hacer eso, usted va a hacer limpieza”, le aclaró.

En ese momento, le indicó donde se encontraban los utensilios de limpieza para que comenzara su labor. De pronto, un hombre entró al lugar y una de las tres mujeres que se encontraba ahí lo tendió y lo hizo pasar hasta una pequeña sala donde el resto de las féminas en ropa interior lo rodearon para que este pudiera escoger y posteriormente entrar a un cuarto.

“La mujer comenzó a besarlo y le preguntó que cuánto tiempo. (Al final) el hombre pagó y esto se lo dio a la señora. Se escuchaban ruidos extraños. Ahí me di cuenta que no era una casa de masajes sino donde hombre llegaban a tener relaciones sexuales con las mujeres”, dijo Camila asustada en su declaración a las autoridades.

Mientras ella realizaba su trabajo, el hombre la observó y le preguntó a Marta que quería “su servicio”, pero la mujer le contestó que “ella no, por el momento”. La joven estaba asustada, ya que no sabía lo que podría pasar si seguía en ese lugar por más tiempo; ya que la anciana a los pocos minutos le había preguntado si quería “trabajar de eso (ser masajista erótica)”, pero esta se había negado.

La huida

A las 6:00 p.m., cerraron el local. Camila y Marta se fueron para su vivienda ubicada en la colonia La Cima 1.

“Observé que cerró la puerta con llave y caminamos hacia la cocina. Me dijo que hiciera la limpieza y que trabajara hasta las 12:00 de la media noche”, señaló. Cuando finalizó sus quehaceres Marta la llevó donde pasaría la noche, según ella se trataría de una habitación, pero no contaba con que su jefa la pondría a dormir en un pequeño balcón donde pasaría la noche.

“Me dio una colcha y no quiso que cargara mi teléfono y fue cuando me comenzó a insultar y que no hablara. Me cerró la puerta y me quedé afuera, no podía escapar y tampoco pedir ayuda”, declaró.

Con la poca carga que andaba en su celular logró grabar un pequeño video donde comentó lo que pasaba y se lo envió en señal de alerta a sus familiares, quienes tenían varias horas sin saber de ella. Sus parientes inmediatamente interpusieron una denuncia en la Policía Nacional Civil (PNC).

El amanecer llegó. Eran al rededor de las 5:00 de la mañana de ese 26 de mayo y Camila le exigió a su captora que la dejara ir y que le pagara por el día laborado.

Marta, enfurecida, la volvió a insultar y le tiró $5 en el suelo para que se fuera, pero esta no contaba que horas más tarde sería arrestada por el delito de tráfico de personas en modalidad de explotación sexual y privación de libertad; y que sus negocios serían intervenidos y desarticulados.

Ante esto varias empleadas del negocio señalaron que la mujer era: “una buena persona, recta y con reglas claras. Es una empleadora respetuosa y flexible con los permisos.

Sin embargo, esta resguardada en el centro penal de mujeres en Ilopango, donde espera que se desarrolle el juicio en el Tribunal Sexto de sentencia de San Salvador.

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