• Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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La nota roja - Chalatenango

Kevin fue asesinado por no unirse a la pandilla; herido, escondió a su hermana para ponerla a salvo de los disparos

"Ya  me robaron al niño", gritó llorando la madre de Kevin al enterarse de su muerte. A pesar de estar herido de bala, ocultó a su hermanita para los pandilleros no atentaran en su contra.

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Tres años atrás huyeron de las pandillas.
Kevin fue asesinado por no unirse a la pandilla; herido, escondió a su hermana para ponerla a salvo de los disparos

El cuerpo sin vida de Kevin Ernesto Espinoza Huezo, de 17 años, yacía muerto a las afueras de su casa luego de que pandilleros de la zona lo acribillaron a los balazos en el caserío El Carao de Nuevo Cuscatlán, Chalatenango. Con las balas en su cuerpo, tomó fuerzas y corrió al lado de su pequeña hermana y la escondió debajo de la cama para protegerla; fue su último acto antes de caer desplomado en el corredor de la humilde vivienda.

Eran las 9:15 de la mañana del viernes. Su madre, como todos los días, salió de su casa hacia el mercado a vender verduras y dejó a Kevin al cuidado de su hermanita de 5 años en la pequeña casa donde tenía tres años de residir. Ella salió sin pensar que la muerte estaría por llegar a su hogar.

Kevin salió al patio trasero de la casa junto con su hermanita, cuando de pronto pandilleros salieron de unos arbustos para dispararle. Las balas le penetraron su cuerpo, pero con lo que le quedó de fuerzas, sin pensarlo tomó a su hermanita y con mucha prisa la metió a una habitación para esconderla debajo de la cama.

Ensangrentado y asustado buscó la salida con el propósito de escapar de sus verdugos, pero ya era tarde.

"Ya me robaron al niño"

La madre llevaba caminando unos diez minutos con su venta, confiada de que ese sería como cualquier otro día, de pronto sonidos finos cruzaron por sus oídos y detuvieron su caminar.

 ¡Bang, Bang!, se escuchan otros  disparos. Eran los tiros que le arrebataron la vida a Kevin.

Apresurada se dio la vuelva y corrió hasta encontrarse con el cuerpo de su hijo herido de bala, tendido en el suelo; fue como un balde de agua fría, sintió que el corazón se le estrujaba como quien toma una hoja papel y la aprieta, lo tomó entre sus brazos mientras lloraba.

El pecado de Kevin fue no querer unirse a la pandilla que delinque en la zona.

Por muchos años la familia de Kevin trató de huir de asedio de las pandillas; ser joven y vivir en zonas peligrosas lo pusieron en una situación de riesgo. Su madre asegura que tres años antes vivieron en una comunidad donde los grupos delincuenciales quisieron reclutarlo por lo que decidieron escapar a un lugar seguro.

“Ahora ya no tengo porque huir, ya me robaron al niño. Ya está contigo, Padre”, gritó con enojo mientras lloraba frente al cadáver de Kevin.

La mujer relató que el hombre nunca perteneció a la pandilla y que siempre le ayudó a vender verduras en el mercado para llevar ingresos a la familia. Para ella solo quedan preguntas y resignación, “y ahora… ¿qué hago?”, se preguntó sin encontrar una respuesta inmediata.

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