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Política - Cinco hombres y un golpe (Cuarta entrega)

Ernesto Jovel conspiró con algunos militares para intentar un contragolpe de izquierda 

CUARTA ENTREGA. Si el mayor Roberto d’Aubuisson reaccionó en principio con la idea de la necesidad de un contragolpe de derecha, la RN se planteó asimismo un contragolpe de izquierda. Ernesto Jovel y sus compañeros trabajaron de modo intenso en ese intento, en el que lograron involucrar al número dos de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Coronel Adolfo Majano y a varios otros oficiales de la Juventud Militar.

Las primeras guerrillas salvadoreñas. Foto ilustrativa tomada de www.marcialteniarazon.org
Las primeras guerrillas salvadoreñas. Foto ilustrativa tomada de www.marcialteniarazon.org
Ernesto Jovel conspiró con algunos militares para intentar un contragolpe de izquierda 

Viaja a Panamá en avioneta particular y aterriza en la base de Playa Farallón. Ahí lo espera un equipo de la seguridad personal del general y presidente Omar Torrijos, quien lo recibirá en su casona veraniega. El visitante es un hombre de 30 años, de estatura mediana, fornido y de piel morena clara. 

Cuando se encuentran frente a frente en la famosa estancia de la mesa redonda y giratoria, centro de tantas y tan altas conspiraciones internacionales, Torrijos pone cara muy seria y sin más le lanza una pregunta: “Oiga, ¿me cumplió el encargo de irme a saludar a mis amigas de la 24?” El visitante también pone cara de circunstancias y responde: “Si, general, las muchachas no lo olvidan”. Y ambos estallan en carcajadas y se dan un fuerte abrazo.

El punto es que la 24 era la populosa calle de las putas de San Salvador, y que el joven cadete Omar Torrijos había estudiado en la Escuela Militar en esa ciudad. Y, claro, el visitante es salvadoreño: Ernesto Jovel, un obrero industrial que desde 1975 comanda la guerrilla de la Resistencia Nacional, RN. 

Ernesto Jovel fue uno de los fundadores del Ejército Revolucionario del Pueblo a principios de los años setenta. Esa organización había establecido una relación secreta con un grupo de oficiales jóvenes del ejército nacional que habían dado en llamarse Movimiento de la Juventud Militar. El objetivo, en el marco de una estrategia insurreccional, era construir una alianza entre guerrilleros y militares para derrocar a la dictadura y realizar un programa de profundas reformas democráticas. 

Eduardo Sancho, otro de los fundadores del ERP, resume así aquél proyecto en su libro de memorias de guerra Crónica entre los espejos: 

“Nosotros queríamos evitar la guerra civil. Desarrollamos un pensamiento independiente sin recibir órdenes de Moscú, Pekín o La Habana (…) En realidad, teníamos una visión nacionalista. Para nosotros el enemigo no era el ejército nacional sino los represivos cuerpos de seguridad, la guardia y la policía, y propusimos una alianza entre la guerrilla y un sector del ejército nacional (...) Claro, Cayetano Carpio y sus FPL decía que aliarse con los militares era una traición a la revolución, y pese a esa campaña sucia que nos lanzó la izquierda tradicional de las, nosotros seguíamos visitando los cuarteles y conspirando con aquellos oficiales”.   

Dentro del ERP todos estaban de acuerdo con esa línea estratégica, pero había diferencias en el enfoque táctico. Por un lado, el grupo al que pertenecía Villalobos, denominado Mayoría Política, quería disolver la guerrilla para que sus cuadros se dedicaron de lleno a la organización e instrucción militar generalizada de los comités insurreccionales de masas; el otro grupo, Resistencia Nacional, en el que se ubicaba Ernesto Jovel junto a Eduardo Sancho, Lil Milagro Ramírez, Roque Dalton y Armando Arteaga, sostenía que la guerrilla clandestina debía mantenerse, y que el eje articulador de la alianza con los militares debía ser el frente político de masas del ERP, es decir  el Frente Amplio Popular Unificado, FAPU. 

Ese debate, que en realidad había comenzado a principios de 1974 como un proceso de lucha ideológica interna en forma de crítica y autocrítica, se desnaturalizó y degeneró en enconadas pugnas personales de poder que, finalmente, dieron paso a graves e infundadas acusaciones de traición, cargo que en el código de la guerrilla se castiga con pena de muerte. 

En 1975, justo en plena preparación del alzamiento insurreccional, Roque Dalton y Armando Arteaga fueron sometidos a un tribunal guerrillero, del que formaba parte Joaquín Villalobos, y fueron ejecutados de manera sumaria. Ese mismo tribunal, además, decretó pena de muerte para Ernesto Jovel y sus otros compañeros. Estos se escindieron y constituyeron la Resistencia Nacional como organización independiente. 

Pero el ERP intentó cumplir su sentencia y perpetró contra los  disidentes varios atentados que resultaron fallidos. En la primera parte de mi libro “Héroes bajo sospecha” se detallan al menos cuatro de esos atentados, incluyendo uno contra el mismo Ernesto jovel, que logró salvarse casi de milagro de una lluvia de balas que le dispararon a la salida de la fábrica en la que trabajaba. 

En esas circunstancias, el ERP sufrió otras fracturas menores y deserciones, entre estas últimas la de quien hasta ese momento había sido su comandante en jefe, Alejandro Rivas Mira. Fue entonces cuando Joaquín Villalobos asumió el mando de la organización guerrillera.

Sobre el desarrollo y el resultado de aquél proceso divisivo existen dos versiones contrapuestas: la consignada por Lil Milagro Ramírez en “Por la Causa Proletaria”, en 1976, y la argumentada por Joaquín Villalobos en el “Balance histórico”, en 1977. 

Ni Lil Milagro Ramírez ni Joaquín Villalobos firmaron esos documentos. Estos fueron presentados, previa aprobación formal y colectiva en reuniones de comités centrales, como versiones oficiales de la RN y del ERP respectivamente. Leídas en retrospectiva,  resulta evidente que tales versiones no fueron concebidas como testimonios objetivos de aquellos hechos, sino como interpretaciones políticas y parciales de los mismos, limitadas además por el imperativo de no revelar ninguna información que pudiera ser útil a la policía. 

En su versión, Lil Milagro Ramírez señala entre otras cosas lo siguiente: 

“Mientras unos sectores del ERP buscaban a las masas para impulsar la construcción del partido de la revolución, otros sectores buscaban en las masas el apoyo a sus tendencias militaristas y veían el trabajo político en función de lo militar (…) Por el estilo federativo del ERP, este aprendizaje con las masas se desarrolló en forma desigual, evidenciando las posiciones que despreciaban el trabajo de masas y continuaban haciendo énfasis exclusivamente en las tareas militares, despreciando también la necesidad de elaboración teórica y profundizando el simple activismo, el guerrillerismo”. 

La perspectiva que ofrece Joaquín Villalobos es diametralmente opuesta: 

“El rechazo a las posiciones de la RN se originaba porque era visto como un sector inconsecuente, burocrático, vacilante y falto de solidez ideológica. Esto sumado a manifestaciones intelectualista (…) La falta de iniciativa de la RN era el resultado de la vacilación ideológica, que esperaba de la instrucción militar el aseguramiento para no arriesgar sus vidas.

“La actividad armada había constituido el principal trabajo del ERP y era el elemento definitorio de su militancia. Al despuntar los primeros trabajos de la línea de masas, afloraron las inconsistencias en el sector de la RN, para quienes aquello significó la salida del problema de la militancia, con la simple división entre cuadros militares y cuadros políticos, haciéndose ellos depositarios del trabajo de masas, estableciéndose así un desprecio implícito a todos los activistas militares que habían forjado con las acciones armadas la convocatoria y la proyección política del ERP”.

Finalmente, hacia 1977, el ERP canceló las penas de muerte contra los dirigentes de la RN. Sin embargo, eso no se tradujo en una relación amistosa entre las dos facciones guerrilleras. En la RN estaban convencidos de que Joaquín Villalobos ordenó los atentados y ejecutó personalmente a Roque Dalton. Esto último lo afirmaría Ernesto Jovel en una entrevista periodística algunos años después. 

Por otra parte, la versión de Villalobos, en el sentido de que los dirigentes de la RN, entre otras cosas, eran intelectualistas con demasiada propensión a los debates teóricos y muy poca disposición al combate militar, no fue corroborada en la realidad. Bajo el mando de Ernesto Jovel, un obrero precisamente, la RN mostró desde el primer momento voluntad, coraje y talento para la lucha guerrillera. 

Además, la organización de masas del ERP hasta 1975, el FAPU, de fuerte arraigo en el sector obrero más combativo, pasó al control de la RN por la sencilla razón de que eran sus dirigentes quienes habían invertido más esfuerzo en su organización. El ERP, por su parte, no pudo reconstruir su vínculo con el sector obrero y orientó su línea de masas hacia los campesinos cristianos, principalmente en el oriente del país. 

 Entre 1977 y 1978, la RN hizo gala de una impresionante capacidad operativa al realizar una serie de secuestros de empresarios nacionales y extranjeros y de algunos diplomáticos. Su objetivo era conseguir un fondo de guerra que le garantizara la independencia financiera respecto al campo socialista. 

Al mismo tiempo intensificó la beligerancia en las actividades de protesta del FAPU en las calles, y se empeñó en un vasto esfuerzo para montar un aparato de lobby y relaciones políticas internacionales con gobiernos, partidos y movimientos amigos o potencialmente aliados. 

El general Omar Torrijos, que igual apoyaba a los guerrilleros sandinistas, fue uno de los primeros en abrir la puerta a los emisarios del comandante Ernesto Jovel. En su libro de memorias de guerra ya mencionado, Eduardo Sancho cuenta que Torrijos los apoyó desde 1977, poniendo a su disposición avionetas que, en vuelos subrepticios trasegaban armas para la guerrilla. Sancho detalla en su relato que aquel flujo logístico, al menos en su modalidad aérea, se cortó cuando una de esas avioneta, con matrícula de la Fuerza Armada de Panamá, se estrelló en una pista clandestina de El Salvador con todo y su cargamento de armas.

El incidente provocó incluso un conflicto internacional por los reclamos del gobierno salvadoreño. Pero el general Torrijos siguió apoyando a la RN. Precisamente en esas vueltas conspirativas andaba Ernesto Jovel, en la residencia presidencial de Playa Farallón, en las vísperas del golpe de Estado. Cuando este se produjo, la RN concluyó que se trataba del mismo proyecto del Movimiento de la Juventud Militar de 1975, del mismo programa de reformas democráticas, solo que ahora sin la alianza con la guerrilla sino con otros actores. 

Siendo así, la RN decidió dar a los golpistas un apoyo crítico, por lo cual suspendió temporalmente sus acciones militares. Sin embargo, la represión gubernamental continuo incluso con mayor intensidad contra  los frentes de masas de las FPL, el ERP y la misma RN (BPR, LP y FAPU respectivamente). Pero la RN advirtió que la escalada represiva era implementada por la guardia y la policía, bajo las órdenes de los viejos generales y coroneles, y no por ejército nacional, que estaba bajo el control de un recién creado Comité Permanente de la Fuerza Armada, COPEFA, conformado por representantes de la Juventud Militar. 

Es decir que en el golpe habían participado tanto los militares reaccionarios como los militares progresistas, y que bajo cuerda se estaba dando entre ambos sectores un pulso de fuerza. Ante esa situación, al tiempo que el FAPU reforzó la combatividad de su protesta callejera contra el nuevo gobierno, los dirigentes de la RN comenzaron otra vez a reunirse clandestinamente con los representantes de la Juventud Militar en ese mismo gobierno. 

Si el mayor Roberto d’Aubuisson reaccionó en principio con la idea de la necesidad de un contragolpe de derecha, la RN se planteó asimismo un contragolpe de izquierda. Ernesto Jovel y sus compañeros trabajaron de modo intenso en ese intento, en el que lograron involucrar al número dos de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Coronel Adolfo Majano y a varios otros oficiales de la Juventud Militar. El mayor intermediario y garante de esos contactos secretos fue el general Omar Torrijos, quien prestó su casona veraniega de Playa Farallón para algunas de esas reuniones. 

Pero mientras Ernesto Jovel se esforzaba por construir el polo San Salvador-Panamá, el jefe del Partido Comunista, Schafik Handal Handal había comenzado a construir el polo San Salvador-La Habana. Y fue finalmente por esta última alternativa por donde a definirse en última instancia la estrategia general de la guerrilla salvadoreña. La RN, contra su voluntad, tuvo que claudicar en su plan y someterse al proyecto de consenso de las otras organizaciones que terminaron por conformar el FMLN. 

Tan contra su voluntad fue ese cambio de estrategia, que hubo un momento en que Ernesto Jovel y sus compañeros rompieron la entonces incipiente unidad de la izquierda armada. Pero Ernesto Jovel fue llamado a capítulo a La Habana y no sin reservas regresó al redil. De la Habana voló a Managua. Donde se reunió con la jefatura sandinista, y de Managua salió en una avioneta particular para rumbo a Playa Farallón, donde se reuniría con su amigo Torrijos. Pero la nave desapareció misteriosamente en el aire, en algún punto cercano a la costa panameña. Esto ocurrió el 17 de septiembre de 1980. En ese último viaje lo acompañaba uno de los hombres de su mayor confianza, el reverendo bautista Augusto Cotto, padre del actual director general de la Policía Nacional Civil, quien lleva su mismo nombre y que también fue combatiente de la RN.

De Ernesto Jovel jamás volvió a saberse nada. Su nombre fue olvidado casi de inmediato incluso por sus propios compañeros. El control de la RN quedó desde entonces en manos de Eduardo Sancho, más conocido como Fermán Cienfuegos.

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