• Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 15:02

Política - Cinco hombres y un golpe (Quinta entrega)

Schafik Handal agitó dos banderas en el Golpe de Estado

QUINTA ENTREGA. En el momento del Golpe, como siempre, Schafik navegaba entre dos aguas: participaba de un esfuerzo político para encontrar una salida pacífica y democrática a la crisis nacional, a través del Foro Popular, y al mismo tiempo, bajo la mesa, impulsaba con muchas dificultades un proyecto militar orientado a una solución por la vía de la violencia y revolucionaria.

Schafik Handal
Schafik Handal. Imagen tomada de "Coordinadora salvadoreña de solidaridad por Cuba"
Schafik Handal agitó dos banderas en el Golpe de Estado

El golpe de Estado no fue un regalo para Schafik Handal, que justo el día anterior había cumplido 49 años de edad. Provenía de una familia de ricos comerciantes palestinos asentados en El Salvador. Desde su adolescencia se integró al movimiento estudiantil vinculado al Partido Comunista, en el que pronto se destacó por su inteligencia, su habilidad conspirativa y su don de mando.    

Durante 35 años de su vida había caminado en el filo de la  navaja entre la legalidad y la ilegalidad. Era un brillante estudiante de leyes, y sin embargo no se graduaba ni se graduaría nunca porque a lo que en realidad se dedicaba de lleno era a la conspiración política. Su prosovietismo no admitía fisuras; muchos decían medio en broma que hablaba mejor el ruso que el español y, sin ninguna broma, que era el hombre de Moscú y de La Habana en El Salvador. 

En el momento del Golpe, como siempre, Schafik navegaba entre dos aguas: participaba de un esfuerzo político para encontrar una salida pacífica y democrática a la crisis nacional, a través del Foro Popular, y al mismo tiempo, bajo la mesa, impulsaba con muchas dificultades un proyecto militar orientado a una solución por la vía de la violencia y revolucionaria.

A principio de los años 60, luego de encabezar un desastroso intento de formar una guerrilla comunista que nunca llego a nacer, Schafik giró, al compás de la línea internacional soviética del desarme y la distensión, hacia los métodos pacíficos y legales de la competencia electoral, volviéndose un férreo detractor de la lucha guerrillera. 

Cuando Cayetano Carpio propuso volcar al PC hacia las armas, Schafik fue uno de sus adversarios más tenaces y terminó relevándolo en la jefatura del partido.

Al surgir las FPL, el ERP y la RN, Schafik los acusó de padecer de ultra izquierdismo, “esa enfermedad infantil del comunismo”, que decía el camarada Lenin; y más grave aún, de ser grupúsculos infiltrados por el enemigo o, en definitiva, agentes provocadores al servicio de la CIA. Los guerrilleros respondieron con iguales o más duras descalificaciones.

El PC estaba proscrito en el país y por eso creó una fachada legal: la Unión Nacionalista Democrática, UDN. Mediante este instrumento político se alió con el Partido Demócrata Cristiano, PDC, y con los socialdemócratas del Movimiento Nacional Revolucionario, MNR, para competir en las elecciones presidenciales de 1972, bajo la bandera de la Unión Nacional Opositora, UNO, y con la candidatura del ingeniero José Napoleón Duarte, del PDC. 

Aún bajo el abierto acoso represivo del régimen militar, y a pesar de la beligerante campaña de deslegitimación del proceso electoral que orquestó la izquierda armada, el liderazgo carismático de Duarte y su programa reformista ilusionaron a los salvadoreños. La UNO ganó la contienda, pero los militares recurrieron al fraude para continuar en el poder. Duarte y otros líderes de la UNO, incluyendo a Schafik, fueron forzados al exilio.  

No obstante, cinco años después, en 1977, la misma alianza opositora, ahora con la candidatura de un militar retirado, el coronel retirado Ernesto Claramount, volvió a ganar la elección presidencial, y de nuevo la dictadura retuvo el poder por la vía del fraude.

Fue hasta entonces que Schafik Handal y sus compañeros del comité central reconocieron que los guerrilleros tenían razón: la dictadura militar no dejaba otro camino que el de la violencia revolucionaria, y resolvieron que una comisión especial se encargara de organizar el aparato militar del PC. Esa decisión se tomó a principios de 1977, pero transcurrió todo ese año y todo el año siguiente sin que la tal comisión presentara algún resultado. 

Años antes, al renunciar a su militancia comunista para integrarse al Ejército Revolucionario del Pueblo, Roque Dalton se había burlado de Schafik y de su partido al afirmar que estaban a favor de la lucha armada pero en contra de comenzarla. Pero más allá de las ingeniosas humoradas de Dalton ¿qué había ocurrido en realidad en este caso? La explicación la daría el mismo Schafik en un artículo que publicó en diciembre de 1981, al cual tituló largamente “El poder, el carácter y vía de la revolución y la unidad de la izquierda”: 

Ahí decía sin rodeos: “Nuestros cuadros de dirección nacional e intermedios no sabían cómo organizar ese viraje a las armas. No estábamos preparados para implementar esa forma superior de lucha. Es verdad que teníamos una comisión militar, pero los cuadros del partido no sabía cómo llevar a la práctica sus orientaciones”. 

Entonces el Partido Comunista convocó a su Sexto Congreso para abril de 1979. Schafik Handal preparó el informe central, que sería una evaluación autocrítica destinada a “remover los obstáculos ideológicos y orgánicos  que impedían el paso a las armas”. En el mencionado artículo de 1981, reafirmó las ideas que expuso en aquel informe:

“Los erróneos enfoques sobre los problemas del poder, el carácter y la vía de la revolución, junto con la influencia de las concepciones de nuestros aliados democráticos en la lucha electoral, engendraron en nuestro partido esquemas e ilusiones reformistas (…) Los guerrilleros repudiaron la lucha electoral, pero el crecimiento y desarrollo de la lucha armada recibió no poca contribución proveniente de la politización y radicalización de las masas, a lo cual ayudó la participación de los comunistas en las contiendas electorales”.

Y agrega: 

“Los comunistas hemos mostrado una gran capacidad para entendernos con nuestros vecinos del lado derecho, pero no logramos establecer relaciones y alianzas estables con nuestros vecinos del lado izquierdo (…) Los que empuñan las armas se comprometen en una lucha revolucionaria real; cometen errores típicos del izquierdismo, atacando duramente al partido de los comunistas, pero aciertan en un punto fundamental: trabajan obsesionados por organizar y promover la lucha armada, que en América Latina y en tantas otras regiones del Tercer Mundo ha demostrado ser la vía de la revolución”.

Finalmente, en el artículo citado, afirma: “Abandonamos la idea de que una comisión formara el aparato militar separado del cuerpo del partido. Hicimos que todos los dirigentes, y una masa grande de la base estudiaran la lucha armada y se ejercitaran en el arte militar”. Pero, en aquel congreso, Schafik Handal también planteó “la formación de una dirección revolucionaria única, y la integración de todas la izquierda en un partido marxista-leninista único”.

El problema era que, como ya lo he señalado a lo largo de este reportaje, el cuadro que presentaba la izquierda salvadoreña en aquel momento no era muy alentador en términos de sus posibilidades de unificación, puesto que todos los grupos estaban enemistados entre sí y se lanzaban mutuamente fuertes acusaciones que iban desde la inconsecuencia ideológica hasta la traición a los principios revolucionarios..   

Como quiera que fuese, los dirigentes del Partido Comunista realizaron entonces sus primeros contactos con algunos de los jefes guerrilleros, en tensos encuentros en que todos los asistentes, desconfiados los unos de los otros, estaban encapuchados y con sus respectivas armas al alcance de sus manos. “En realidad, en esas reuniones todos sabíamos quién era quién porque todos nos habíamos conocido en la universidad”, me cuenta Dagoberto Gutiérrez al respecto.  

Sin embargo, precisamente a esas alturas de abril de 1979, la coyuntura comenzó a cambiar: el acento de la lucha se fue desplazando desde la clandestinidad guerrillera hacia la abierta y masiva protesta callejera, provocando lo que muchos consideraron el inicio de la crisis terminal del régimen militar. En ese contexto, y en paralelo a los contactos con las guerrillas, los comunistas también se acercaron a sus viejos aliados reformistas del PDC y el MNR para conformar un bloque democrático no necesariamente electoral contra el régimen militar.

Básicamente era la misma Unión Nacional Opositora, con la novedad de que ahora se agregaban las LP y el FAPU, organizaciones de masas del ERP y la RN. Solo el BPR, frente político de las FPL, se negó a sumarse a esa alianza. Fue ahí donde se pactó el programa de consenso del centro y la izquierda al que se refería Joaquín Villalobos. La coalición se denominó Foro Popular y su lanzamiento público se realiza en septiembre, apenas un mes antes del golpe de Estado.

Los dirigentes del Partido Comunista, del PDC y del MNR participaron de modo más o menos directo en la conjura golpista, y colocaron a sus sus representantes en el gabinete del nuevo gobierno. Pero actuaron a espaldas de sus aliados del ERP y la RN. El pacto entre el centro y la izquierda se rompió... Pero esa historia apenas comenzaba.

La Junta Revolucionaria de Gobierno apenas duró dos meses y medio, y la situación prácticamente regresó a su estado anterior, con algunas pequeñas variantes claro está. Schafik Handal en realidad no cesé en su esfuerzo clandestino por crear su propio aparato militar y tampoco en la tarea de intentar reunificar a la izquierda dispersa. 

Y al final logró un éxito relativo en ambos aspectos. En el primer caso hizo surgir casi de la nada, y como el mismo dijo famosamente “rezagado pero a tiempo”, una muy modesta y pequeña guerrilla a la que sin embargo llamó Fuerzas Armadas de Liberación, FAL, brazo militar del Partido Comunista. En el segundo caso no pudo unir a la izquierda armada en un único partido pegado por la ideología marxista-leninista, pero sí un frente de cinco organizaciones entre las que había sectores comunistas, no comunistas y hasta anticomunistas, pero que no obstante tenían intereses políticos comunes porque tenían un mismo enemigo. 

En realidad, Schafik Handal no era ni fue nunca un comandante guerrillero en el estricto sentido del término, como lo sí lo fueron Joaquín Villalobos, Cayetano Carpio, Ernesto Jovel y Fermán Cienfuegos, pero sí fue un gran jefe y estratega en el sentido político. Y como ha quedado demostrado por la realidad, en última instancia, lo militar es solo instrumental en relación a las ideas políticas. Esto es lo que explica por qué el hombre símbolo y emblema del FMLN sea precisamente Schafik Handal y no ninguno de sus verdaderos jefes militares históricos.

**********

A nuestros lectores:

Este reportaje titulado “Cinco hombres y un golpe” en rigor termina con esta entrega, pero es imposible no agregarle una suerte de entrega posdata que dé cuenta del golpeado, el general Carlos Humberto Romero, y de las razones de su derrocamiento. 

Comentarios