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Social - Migrantes salvadoreños  

Sandra, una abogada de pandilleros que ahora huye para que no la maten

Entre enero y febrero, cuatro familias y otros salvadoreños llegaron a la ciudad fronteriza de Buffalo, en Estados Unidos, para pedir a las autoridades de Canadá que les concedan el ingreso para poder pedir asilo en ese país porque huyen de la violencia.
 

Carmen 1
Vive La Casa en Buffalo, Nueva York.
Sandra, una abogada de pandilleros que ahora huye para que no la maten

El frío de los primeros meses del año en Buffalo, Estados Unidos, cala en los huesos. En las últimas semanas de enero y las primeras de febrero las bajas temperaturas, la nostalgia y las preocupaciones han calado muy fuerte entre algunos salvadoreños que buscan su “sueño americano”.
 
Sandra (nombre cambiado para proteger su identidad) es una de estos salvadoreños. Mientras se acomoda su chaqueta para caminar entre el clima frío, se da cuenta que este paraliza. Entre bromas por “lo helado”, explica que tiene a penas unos días de haber llegado a esta ciudad en el estado de Nueva York y que lo hizo en los meses más fríos del norte.
 
Estuvo en el sur del país los últimos meses donde el clima es muy diferente. El cambio de temperatura y el hecho de estar sola le han tocado. “… pues aquí estamos… buscando seguir el camino para poder llegar a Canadá para pedir asilo porque ya en El Salvador no se puede con la situación…”, dice la mujer

—¿Por qué salió del país? —le pregunté.

Sandra suspira profundamente y hace una pausa, sus ojos se llenan de lágrimas y responde: “Por lo que todos salimos corriendo del país: por la violencia y no es fácil salir corriendo de El Salvador para salvar la vida… No es fácil dejarlo todo, dejar a la familia y pasar rezando para que no los molesten a ellos también”.

La mujer llegó a Vive la Casa, un albergue para refugiados en Buffalo que fue creado con la idea de apoyar a centro y suramericanos que huían de sus países debido a las guerras de los años 80. Pero hoy la mayoría de los albergados es de origen sirio, africano y árabe.

“Estuve con mi familia en otro Estado y desde que llegué ahí mi idea era juntar un poco de dinero para poder llegar a este albergue y poder entrar a Canadá con la esperanza de que una vez ahí pueda ayudar a mi esposo y mis hijos a que también salgan de El Salvador”, dijo la mujer.

—¿Para que salgan? ¿Qué les pasó? —le dije, ingenuamente.

“Para que no me los maten pues…” me respondió rápidamente con un nudo en la garganta.

La violencia tocó a su puerta

Sandra era una abogada en San Salvador, no le iba tan bien, pero tampoco le iba mal. Tenía su pequeña oficina y regularmente recibía casos sencillos, suficiente para salir adelante, me explicó. Pero todo se puso mal cuando entre los clientes le tocó representar a unos pandilleros.
 
“Siempre fue mi temor cuando tenía mi oficina y cuando llegaron no pude negarme. Ellos intimidan a las personas con una mirada, tomé el caso por miedo a que algo se pusiera mal si me negaba, era de un pandillero acusado por hurto y como no había pruebas suficientes quedó libre”, dice Sandra.
 
La mujer continúa su relato: “Sentí un gran alivio porque no me pusieron en ninguna situación complicada, ni me pidieron que hiciera cosas en contra de la ley, porque la Fiscalía no presentó suficientes pruebas y pensé que ahí terminaba todo…”, pero no fue así.
 
Los pandilleros pensaron que todo había sido resultado del trabajo de la abogada. A los pocos días un grupo de mareros visitó la oficina de la mujer, recomendados por sus amigos y le dijeron a Sandra que tenían otros trabajos para ella, entre ellos el proceso de un pandillero arrestado por homicidio.
 
“Los homies nos dijeron que sos buena y por eso te venimos a buscar. Aquí está el nombre del homie que queremos que saques de las bartochas, si hay que pagar algo más o si necesitas algo nos avisas para ponernos al brinco. ¿En cuánto tiempo crees que nos sacas a este bato de ahí, porque nos urge tenerlo regreso?”, le dijo el pandillero a Sandra.
 
Al leer el delito por el que el hombre estaba acusado, Sandra les explicó a los pandilleros que en casos de homicidios las cosas no son fáciles. “Yo tengo que ir al juzgado para ver bien el proceso, yo no les puedo dar una fecha, ni prometerles que todo va a salir bien y la persona va a quedar libre porque no depende de mí…”, les argumentó la abogada.
 
“Bueno, la onda es que averiguáte para cuándo nos lo podes sacar y te movés porque como te dije nos urge tener a este bato afuera”, le dijo sin reparos el pandillero que se había presentado como palabrero de una clica de San Salvador.
 
Sandra se vio en una enorme encrucijada por su vida y por su familia.
 
“Si tomaba el caso, yo sabía que el tipo no iba a salir porque era un caso grave. Si no lo tomaba también sabía que igual me iban a seguir porque no les quise ayudar. Ya había escuchado de cosas con otros compañeros abogados que se negaron a tomar casos de pandilleros y así como está la situación en El Salvador uno no sabe quién está ayudando a quién en el sistema judicial”.
 
La mujer continúa: “Entonces decidí cerrar la oficina y dejar la abogacía. Ya mi esposo había montado una pequeña cafetería en San Salvador y lo hablamos y pensamos que con lo de la cafetería daba era suficiente para salir adelante y para no exponer tanto la vida de mi familia”.
 
En unas semanas, Sandra estaba junto a su esposo trabajando en la cafetería para sacar a sus hijos adelante, pero los problemas la siguieron. Una tarde mientras limpiaban todo para cerrar el lugar, dos pandilleros llegaron al negocio y pidieron hablar con Sandra.
 
“Manda a decir el jefe que como no nos ayudaste a sacar al homie y no nos dijiste nada pues de todas formas nos vas a colaborar. A partir de mañana van a pasar los homies por la colaboración (extorsión) para que podamos proteger tu negocito, va. Si no estás de acuerdo no hay problema, ya sabes lo que toca si no quieren colaborar”, dijo el pandillero.
 
Sin dudarlo su esposo y la mujer decidieron pagar “la colaboración” para los pandilleros para evitar que algo grave les pasara. Ellos empezaron a pagar la renta y al cabo de unos días los pandilleros les proporcionaron el número de una cuenta bancaria para que pagaran ahí la extorsión. La mujer trajo con ella en su viaje todos los recibos de los depósitos que su esposo y ella hicieron en esa cuenta para presentarlas como una prueba a la hora de su proceso.
 
“La verdad que no pusimos ninguna demanda porque como abogada escuché tantas cosas de cómo los pandilleros tienen informantes en todas partes. No quise poner en peligro la vida de mi familia y preferí pagar la extorsión pero llegamos a un punto que solo estábamos trabajando para pagarles el dinero a ellos (los pandilleros) y por eso decidí salir yo primero del país”, dice Sandra.
 
La vida en un albergue

Sandra y sus familiares, como las otras familias de salvadoreños que llegaron a Vive la Casa en Buffalo, escucharon del lugar por sus amigos y en Internet. El albergue con 118 camas para hombres, mujeres y niños, brinda un espacio para que los refugiados esperen en el lugar el día de la cita en la frontera canadiense, o sea unas dos semanas.
 
Todos tienen alimentación, espacio para dormir y asesoría legal, por la que pagan entre $75 y $100 por persona cada semana, mientras están albergados. Pero las condiciones no son las mejores, el frío y las acciones políticas en contra de los migrantes impulsadas por el gobierno de Donald Trump empeoran las cosas.
 
Los que se quedan en el albergue tienen un lugar donde pasar las noches, pero algunos dicen que es como una prisión. No pueden salir porque no tienen a nadie conocido en la ciudad, tienen que repartirse los trabajos de limpieza y de cocina junto a todos los demás y “es difícil porque los encargados de los grupos de trabajo ni hablan español y a señas le hacen notar el enojo a uno cuando no les entendemos”, dice la mujer.
 
En la asesoría legal que les brindan les explican que aun falta mucho. Si al llegar a la entrevista en la frontera canadiense, el oficial de migración le niega la entrada al país a una persona, este puede ser devuelto al albergue. O, si no tiene una visa o permiso para permanecer en Estados Unidos por más tiempo, puede ser entregado a las autoridades fronterizas estadounidenses para su detención y su posible proceso de deportación.
 
“Tampoco es fácil estar aquí, rodeados de gente que ni hablan el idioma de uno, que no se bañan porque hace frío y que tienen costumbres muy diferentes a las nuestras, pero a cada momento pienso que este es un sacrificio que estoy haciendo por mi familia y que primero Dios cuando estemos juntos en Canadá solo será un recuerdo”.
 
Dos de las familias de salvadoreños que llegaron al albergue unos días antes que Sandra, ya están en Canadá y eso le da esperanzas de que su caso será tomado en cuenta y que durante los siguientes días se reunirá con sus padres y podría iniciar el proceso de asilo en ese país para poder llevar ahí a su esposo y a sus hijos.
 
Mientras tanto, la mujer reza para que todo salga bien con su proceso y para que sus santos cuiden de su familia y les mantenga alejados del alcance de las pandillas.

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