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Sucesos - Juicio continuará el 8 de agosto

Los 30 minutos que le dejaron 48 moretones y acabaron con la vida de Miguelito, un bebé de 22 meses

La Fiscalía acusa al padrastro del niño de haberlo golpeado, lo que le generó lesiones severas. El imputado asegura que el menor se cayó encima de unos juguetes que le habrían provocado los golpes.

niño maltratado
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Los 30 minutos que le dejaron 48 moretones y acabaron con la vida de Miguelito, un bebé de 22 meses

El cuerpo de Miguelito A. tenía 48 moretones en todo su cuerpo cuando llegó al Hospital Nacional José Molina Martínez de Soyapango, en brazos de su madre, pero ya sin vida.

Camino al hospital había dado sus últimos respiros. A penas tenía un año y 10 meses cuando una serie de golpes en su cuerpo le provocaron una hemorragia cerebral y abdominal; un golpe contundente le rompió el hígado, esparciendo más de un litro de sangre en todo su vientre.

El diagnóstico se desprende de la autopsia que se le realizó ese 1 de agosto de 2016, pocas horas después de que lo declararon muerto. 

Pero eso no fue todo, esos 48 moretones evidenciaron maltratos viejos, de hace pocos días y recientes. Según la doctora de Medicina Legal que realizó la autopsia, Karen Escobar, el cuerpo del menor tenía moretones rojos que evidenciaban lesiones hechas horas atrás, también tenía moretones violáceos que demostraban golpes hechos entre cuatro y seis días antes, así como otros color verde que evidencian golpes hechos entre 7 y 12 días atrás.

Algunos de esos golpes tenían marcas de manos y otras eran circulares. "Eso solo lo puede hacer un golpe con un objeto contundente, algunas partes del cuerpo como puños, manos y pies pueden dejar esas huellas", dijo la especialista en medio del juicio que busca esclarecer esta muerte.

Para la Fiscalía General de la República (FGR) no hay otro camino, las evidencias arrojan que el menor fue víctima de maltrato pocas horas antes de morir y los dedos apuntan al padrastro como principal sospechoso. 

Los 30 minutos que acabaron con la vida de Miguelito

La mañana del 31 de julio de 2016 la mamá de Miguelito se despertó sin muchos ánimos de ir a trabajar como cada domingo hacía cuando se iba a vender al mercado, por lo que decidió quedarse con sus dos hijos y su compañero de vida en la vivienda que compartían, un cuarto de un mesón ubicado en el pasaje Escalante y avenida Jorgito Meléndez de Soyapango.

Les hizo el desayuno, baño y cambió a Miguelito y a su otro hijo, que en ese entonces tenía tres años, y decidió ir a hacer unas compras.

Dejó a los dos niños bajo el cuidado de su compañero de vida, Kevin García Valladares, de 23 años, y se fue tranquila. En el camino, encontró a su madre, quien la saludó y le preguntó por los dos pequeños.

Le comentó que Kevin los estaba cuidando y la madre la increpó, pues había notado que a veces Kevin se ponía agresivo con los menores cuando estos lloraban. "Mejor apurate", le sugirió.

Cuando la madre de Miguelito volvió, después de media hora, se encontró con la sorpresa que el niño se había caído. Al menos eso fue lo que Kevin le dijo, que se encontraban jugando los dos hermanos cuando el niño empujó a Miguelito de la cama y este cayó encima de una casa armable de plástico que tenían en el cuarto.

Ella no se asustó, ni le prestó mayor importancia. Fue hasta la tarde de ese domingo que la abuela llegó por ellos para llevarlos de paseo que notó dos moretones en el brazo, pero continuó sin prestarle atención. Jamás se imaginó que lo peor estaba por venir.

Pánico nocturno

En el paseo con la abuela, Miguelito anduvo apagado, cabizbajo. No se quejó de nada, pero sus ánimos delataban que no andaba bien. Solía ser un niño inquieto, pero ese día no era el mismo. 

Cuando la abuela lo llegó a dejar a eso de las nueve de la noche, le advirtió a la madre como lo había visto. "Llevalo a consulta mañana, no se ve nada bien", le dijo. Ella lo llevó al cuarto, le dio un poco de leche y lo acostó a dormir.

En plena madrugada el niño despertó llorando, en estado de pánico. La madre no entendió que sucedía, pero se despertó a consolarlo. Le volvió a dar la pacha, pero apenas dio un par de sorbos y se quedó dormido.

Por la mañana, el niño ya no era el mismo. La madre recuerda que estaba decaído, débil, “parecía un muñeco”, recordó. Lo bañó y cambió. Fue entonces que notó que tenía un moretón en el estómago y se asustó. El menor estaba a punto de desmayarse.

La mamá no vaciló y alrededor de las 10 de la mañana salió para el Hospital Nacional Molina, pero el niño murió en el camino.

La mujer lo llevó y ahí lo revisaron. La Fiscalía inició una investigación sobre este caso y tuvieron como principal sospechoso al padrastro de Miguelito, pues fue bajo su cuidado que notaron los primeros moretones.

La familia del niño dice que Kevin nunca fue violento directamente con los menores, que los regañaba y lo más que llevaba a hacer era pegarle en las manos cuando hacía alguna travesura. Sin embargo, nunca llegó a golpes extremos, mucho menos como los que presentó el cadáver con múltiples hemorragias y golpes.

El caso ahora se ventila el Tribunal Primero de Sentencia de San Salvador, donde este viernes se recibieron a tres testigos y a la perito que realizó la autopsia. Sin embargo, se suspendió debido a que un testigo no se presentó pese a que fue notificado y la Fiscalía aseguró que es necesario en el proceso.

Por esa razón, será llamado con apremio para el 8 de agosto, cuando se pretende que finalice el juicio en contra de Kevin y se determine su inocencia o culpabilidad por el homicidio de Miguelito.

Aclaración

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