• Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Sucesos - Incertidumbre ante aumento de salario

Obreros de la maquila: Ganamos 210 dólares al mes y para sobrevivir tenemos que recurrir a prestamistas

La mayoría son mujeres, muchas son madres de familia solteras a quienes el anuncio del aumento al salario les genera incertidumbre pues temen perder su fuente de empleo.

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Obreros de la maquila: Ganamos 210 dólares al mes y para sobrevivir tenemos que recurrir a prestamistas

La noticia del aumento al salario mínimo en el sector maquila, de $210.90 a $295, no es del todo buena para algunos trabajadores del sector, aún cuando manifiestan que lo que por ahora ganan no es suficiente para cubrir sus necesidades básicas y que, de hecho, deben recurrir a usureros que les prestan dinero con intereses del 20% quincenales para poder sobrevivir.

“Cada quince vienen los usureros a esperarnos afuera de la fábrica para que les paguemos; algunos les pagan capital otros solo pagamos intereses porque no se puede más. Esa es la realidad de cada quincena”, dice Emma, una joven obrera de la zona franca de San Marcos, quien con su salario mantiene a un hijo de ocho años y a su madre quien, pese a estar aún en edad productiva, no está empleada pues le cuida a su hijo en casa.

Para otra trabajadora, Rosa, de 50 años, la noticia del aumento al salario mínimo tampoco es del todo buena porque ella ya vivió una mala experiencia: cuenta que hace unos años trabajaba en una maquila de Ilopango (no dio el nombre de la fábrica para que no la identifiquen) y que ella junto a otros trabajadores exigían aumento salarial y mejores prestaciones, pero un día la fábrica cerró de manera sorpresiva. No solo no le cumplieron las exigencias, sino que además se quedó sin trabajo, sin indemnización y le robaron los descuentos que le hacían por AFP y Seguro Social.

“Uno no se alegra por el aumento que dicen porque lo primero que van a hacer los patrones, es quitarnos el pago de horas extras, y lo peor es que va a subir el costo de la canasta básica y el pisto nunca nos va a alcanzar”, menciona decepcionada esta mujer quien también es cliente de usureros.

Rosa teme que la empresa para cual labora, que confecciona ropa de marcas reconocidas para el mercado estadounidense, también cierre un día por el anuncio del ministerio de Trabajo.

Las personas consultadas dijeron que se enteraron del aumento al salario mínimo por las noticias pero que sus patronos no han anunciado nada. “Hasta el momento no han dicho nada. No sabemos si van a dar el aumento o si van a cerrar. Tengo cincuenta años y si me echan difícilmente puedo conseguir otro trabajo. Ya estoy vieja”, dice Rosa, quien aparenta más edad de la que dice tener.

La incertidumbre se repite una y otra vez en cada uno de los obreros entrevistados que temen que se vaya a elevar el costo de la vida con el aumento al salario. Incluso Fredy, un joven del sindicato de la maquila, que trabaja de 6 de la mañana a 7 de la noche, en una de las empresas más estables que hay en el país, se siente inseguro ante el anuncio de las autoridades, aunque cree que el aumento es justo y que todavía se queda corto.

“Tenemos claro que va a haber despidos y cierre de maquilas”, expresa el joven que pertenece a un débil sindicato cuyas reivindicaciones son muy modestas. Su preocupación se extiende a sus compañeros pues dice que la mayoría son mujeres, madres solteras, con escasa educación, que con $105 quincenales menos descuentos de ley, tienen que pagar casa, transporte y alimentación. “Nadie puede vivir con ese salario. A mí me alcanza porque tengo el privilegio de ganar horas extras y vivo solo”, comenta.

“Como sindicato esperamos que la empresa no quiebre, yo no califico el aumento ni bien ni mal porque todavía no sabemos los efectos que va a tener”, manifestó.

Por otra parte está Julia, una menuda y joven mujer, que se queja de su salario. Para alimentar a su núcleo familiar compuesto por su hija, su madre y abuela, “tiene que estirar cada dólar”. Ella compra $50 de mercado cada dos semanas, sobre todo frijoles, arroz y huevos, y deja $50 para pasajes y sus almuerzos. “Cuando el pisto no alcanza, aquí viene un señor que nos presta al 20 por ciento y a él acudimos la mayoría, aunque después se siente porque uno no alcanza a pagar capital”, expresa.

“Todos los patronos son iguales. No les gusta pagar lo que les dice la ley. Los dueños se van del país de escondidas y cuando una viene a ver encontramos cerrado”, dice, aunque ella no ha vivido esa experiencia. “Es lo que cuentan las que tienen más tiempo trabajando en esto”, repite.

Como el resto, Julia dice no estar preparada para ver qué le deparará laboralmente en 2017. A ella se suma Roxana quien dice conforme que si la despiden o cierra la fábrica tendrá que buscar otro trabajo porque tampoco se puede quedar desempleada ya que de ella dependen dos hijos. “Trabajo siempre hay, y si una es buena para trabajar siempre va a conseguir algo”, es su esperanza.

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