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Sucesos - RELATO

Yolanda, una joven que denunció a su pareja por maltrato infantil y agresiones sexuales: “Tengo miedo de que vaya a salir de la cárcel”

A pesar de que tomó el valor para denuncias las autoridades judiciales decidieron absolverlo por el delito de agresión sexual y ahora esta a unos cuantos días de salir de la cárcel por violencia infantil. 

 

 

foto de violencia contra la mujer
"Yo muchas veces he dicho y puesto denuncias que él me golpeaba y amenazaba pero la verdad ellos no hacen nada", analizó Yolanda después de salir del ciclo de la violencia.
Yolanda, una joven que denunció a su pareja por maltrato infantil y agresiones sexuales: “Tengo miedo de que vaya a salir de la cárcel”

Golpes, humillaciones e insultos fue el pan de cada día de una joven que se acompañó a temprana edad con un hombre que al inicio le planteó una vida maravillosa, pero después de pocos meses de relación se fue tornando amarga por lo que decidió denunciarlo a las autoridades. Sin embargo, luego de pasar todo el proceso, no encontró la justicia que buscaba y ahora teme por su vida. 

Desde muy joven, Yolanda (nombre modificado por seguridad) conoció a un hombre que la llenaba de flores, peluches, regalos y decenas de palabras de amor al inicio de un noviazgo que duró 10 años, sin llegar a imaginarse que se convertiría en maltratos, golpes y hasta el abuso de uno de sus hijos. Este es el relato que Yolanda le contó a exclusiva a El Salvador Times. 

Yolanda conoció a Carlos A. cuando ella apenas tenía 15 años de edad, él por su parte era 10 años mayor. Sin embargo, su apariencia física lo hacía parecer contemporáneo, tanto así que la madre de Yolanda no sospechó nada sino hasta meses después.

Fueron varios días de cortejo. Carlos le llevaba regalos en cada cita y ella cada vez se sentía más enamorada, él se había convertido en su mundo. Yolanda recuerda que cuando iba a la escuela se llevaba escondido el celular para poder seguir hablando con él. Sin embargo, en esos días había ciertos comportamientos que incomodaron a la joven.

Ella recuerda que un día en el colegio un compañero de ella se sentó a su lado cuando de pronto su teléfono sonó, era Carlos quien le llamó para preguntarle quién era el hombre que estaba cerca de ella. Se quedó espantada, no se explicaba cómo él sabía ese detalle tan preciso; momentos más tarde, se enteró que dentro de la escuela su novio le había encargado a un conocido que le mantuviera al tanto de todo lo que ella hacía.

Ella se enojó por lo que había ocurrido pero después de las súplicas de perdón de su novio y las promesas de que no lo volvería a hacer Yolanda accedió a perdonarlo.

La huida de la casa y el inicio del maltrato

Un día, Yolanda decidió escapar de su casa bajo la promesa de tener una vida con Carlos, quien le comentó que podrían vivir en un mesón propiedad de su familia. La mamá de ella estaba furiosa, desde ese mismo momento le dejó de hablar por lo que pensó que se trata solo de una aventura.

Su nuevo hogar era totalmente diferente a la vida que tenía con su familia. “Era de tener todo a tener nada. Me sentía frustrada, vivía en un cuarto”, comentó. Yolanda recordó que como en toda relación comenzó bien, pero fue con los años que comenzaron a presentarse los maltratos por parte de su compañero de vida.

Las palabras bonitas y de amor se fueron desvaneciendo con los gritos y los golpes. Sin embargo, Yolanda no tenía donde ir, por haberse fugado de la casa su madre no le dirigía la palabra. En el mesón, ella tenía que soportar las malas miradas de la madre del joven ya que, según Yolanda, “no era la mujer que esperaba o la mujer que quería para su hijo”.

Todo comenzaba con las agresiones y luego con una ola de disculpas que doblegaban a Yolanda. “Él tenía un poder de convencimiento increíble, yo era sumisa y ya regresaba”, reconoció. Para ese entonces, ella no trabajaba y dependía de la suerte de la familia de Carlos, ya que él tampoco tenía un trabajo fijo. Carlos era un joven que se miraba como un gran jugador de fútbol, pero sus sueños llegaron hasta la reserva del Alianza.

A los cuatro años de estar juntos, Yolanda salió embarazada y al mes de haber dado a luz la golpeó, sin razón aparent,e por lo que ella inmediatamente interpuso una denuncia en la Fiscalía General de la República (FGR) y fue desde ahí que los recorridos por los tribunales comenzaron.

Yolanda explicó que durante el proceso Carlos siempre se mantuvo como el bueno de la película, señalaba constantemente que quería a Yolanda y que cuidaría de su hijo. Ese día al finalizar la audiencia la jueza que llevó el caso pronunció la pregunta que retumbarían en la memoria de Yolanda: “¿Por qué lo quiere dejar?”.

La juzgadora determinó que la custodia sería compartida, 15 días ella y 15 días él. La resolución no le cayó en gracia porque no confiaba en dejar a su hijo con él. “No sé qué podría hacerle a mis hijo”, analizó en ese momento. Carlos nuevamente le pidió perdón por los golpes y el dolor que le había causado y ella decide regresar para estar con su hijo.

Pero ese perdón solo duró unos cuantos días, pues el hombre volvió a agredirla. “Así fue todo el tiempo, siempre se hacía ese ciclo de violencia”, analizó años después al ver a su pasado.

“Estaba a punto de dejarlo, esa vez si me decidí a hacerlo, pero quedé embaraza nuevamente. No sabía qué hacer y no tenía un trabajo”, dijo la joven quien recuerda que cuando le dio la noticia a Carlos, este reaccionó de una manera violenta y le reclamaba a gritos: “¡Ese hijo no es mío, seguramente es de otro!”.

Para julio de 2015, ella se sentía más segura, fuerte y capaz porque había logrado encontrar un trabajo como cajera en un almacén. Las jornadas eran largas y por lo tanto los dos menores quedaban al cuidado de Carlos y la familia de él. “Yo me sentía importante porque ahora yo podía mantener a mis dos hijos”, explicó con alegría. Pero el semblante de Carlos era el mismo: no trabajaba y comenzó a embriagarse más que de costumbre.

Ella recuerda que cuando regresó del trabajo se encontró con una escena que la dejó paralizada: los golpes no solo eran con ella sino con su hijo mayor, ya que le encontró la marca enrojecida del cincho estampada en el abdomen del niño. Ella estaba enojada y le pidió una explicación, él solamente respondió que “había sido un error y que fue sin intensión”.

De igual forma, otra noche se enteró, a través de su hijo, que Carlos había tomado por la cara su bebé y lo había castigado por orinarse en la cara de él.

La mamá de Carlos sabía todo lo que ocurría en la casa, pero siempre era el mismo consejo para ella cuando la miraba golpeada: “Aguantá y no lo andés provocando”. Ella dice que se sintió abandonada porque era la misma respuesta de parte de sus padres, quienes creyeron que este tipo de consecuencias eran un castigo por haberse escapado de su casa.

Yolanda comentó que en un día mientras trabajaba en el almacén llegó Carlos a buscarla. Al momento en el que entró se puso histérico porque estaba junto con otro compañero de trabajo y comenzó a insultarla frente a toda la gente del lugar. Se sentía humillada e indignada. Para ese entonces, la relación de Yolanda con su madre ya era más estable y habían comenzado a relacionarse.Pero ella no sabía en totalidad lo que pasaba dentro de la casa. 

“¿Dónde está la justicia?”

Ella, cansada de tanto maltrato, tomó el valor y decidió dejarlo. Nuevamente se presentó a los tribunales a pedir una orden de alejamiento bajo la premisa de que Carlos golpeaba sus dos hijos y los humillaba constantemente, según él, por no hacer las cosas bien. Las autoridades decidieron abrir un expediente judicial en su contra por maltrato infantil.

“Yo no quería ir a un audiencia porque pensaba que pasaría igual que con el primero”, dijo con un tono desesperado, ya que la primera experiencia no le pareció justa pero decidió seguir adelante.

Carlos le dijo que quería ver a sus dos hijos y estar con ellos, algo que la madre no quería. Sin embargo, resolvieron que cada 15 días él pasaría tiempo con los menores. Con el tiempo, Yolanda se enteró que al menor lo dejaba en casa de la suegra y que solo se llevaba al mayor en su vehículo, el cual manejaba en estado de ebriedad.

Como parte del proceso judicial, el personal de psicólogos les dijo que su hijo mayor había desarrollado una “fobia y trauma con su padre” por lo que le pidieron que indagara en la casa.

Minutos después el hijo de Yolanda se le acercó y le dijo que su padre lo había tocado en sus partes íntimas mientras salían. Ella no supo cómo reaccionar y sintió que el mundo se le vino encima. Esto inició otro peregrinaje amargo para ambos, ya que el menor tendría que declarar todo lo ocurrido.

Las palabras del menor llegaron a los oídos del juez del tribunal Primero de Sentencia de San Salvador, quien lo declaró a Carlos A. culpable de los cargos por el delito de agresiones sexuales por lo que decretó a cumplir una pena de 16 años. Sin embargo, el imputado apeló la resolución del juez y fue absuelto tiempo después.

Yolanda, por su parte, se sentía molesta e indignada, ya que no esperaba que saliera en libertad después de que el hombre tocara a su propio hijo. Se preguntó con indignación una y otra vez “¿dónde está la justicia? ¿Por qué dejan en libertad a un hombre que tiene suficientes pruebas en su contra?”.

Paralelamente, en noviembre de 2016, el juzgado Segundo de Sentencia lo condenó a tres años de prisión por maltrato infantil, pena que está a punto de culminar esta semana. Ella tiene miedo de que al salir, Carlos la busque para vengarse. 

“Él tiene dos abogados particulares y tengo miedo de que vaya a salir de la cárcel. Todos estos años me he sentido tranquila, pero ahora estoy nerviosa”, dijo.

Yolanda comentó que iba caminando por la calle cuando vio el encabezado de un periódico que hablaba sobre los feminicidios en el país y del caso de Jocelyn Abarca, una joven que murió mutilada por su pareja con la cual vivió 10 años.

“Yo muchas veces he dicho y puesto denuncias que él me golpeaba y amenazaba, pero la verdad ellos no hacen nada. Creo que uno de mujer avisa pero las personas en esos cargos no hacen nada”, lamentó la joven que teme ahora por su vida. 

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