• Diario Digital | viernes, 29 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:00

Democracia a la salvadoreña

Democracia a la salvadoreña

Allá por los años de 1960, las elecciones se realizaba como requisito legal de traspaso de mando y para que la comunidad internacional reconociera que en El Salvador se practicaba la  democracia electoral: El pueblo votaba para elegir  a sus gobernantes. 

De 1931 a 1979,  hubo gobiernos militares acompañados de partidos políticos a la medida,  situación que finalizo  cuando la juventud militar y otras fuerzas sociales, el 15 de octubre de ese año, derroco al General Carlos Humberto Romero. 

En aquella época la mayor manifestación de libertad política era el traslado del poder individual de cada ciudadano por medio del voto. La benemérita Guardia Nacional por ejemplo, pedía la cedula de identidad  a cualquier fulano y veía si estaba sellada con el “ya voto”, de lo contrario había incumplido con el  sagrado deber patriótico de elegir a sus gobernantes. Este era una forma de control, especialmente para la gente de los pueblos y del campo, para indagar si estaba de acuerdo con el régimen.

En caso de que no hubieras votado, te anotaban en la lista negra y si te descuidabas te daban un par de planazos con el sable, para que no olvidaras que tenías que ser un buen ciudadano. 

En las elecciones siempre ganaba el candidato postulado por el partido oficial. Siempre aparecía para el “show electoral” un candidato de oposición o “Gallo Chinguero” como se dice en el caló salvadoreño; que se prestaba para competir en las elecciones sin ninguna posibilidad de triunfo.

Claro que hubo partidos de oposición de veras,  personajes que a riesgo de represalias de todo tipo, aún de sus vidas, se atrevían oponerse  a la maquinaria de fraude del gobierno; desafortunadamente no tenían recursos para la propaganda y mucho menos apoyo de los grandes poderes fácticos que manejaban el poder económico. Estos movimientos políticos llamaban a tomar conciencia del valor del voto; así se fue construyendo lo que con el paso del tiempo se ha considerado un signo de democracia formal: el proceso electoral.

Ahora  500 y tantos años después, se habla de la democracia participativa, que consiste no solamente ejercer el voto para delegar el poder, sino-por ejemplo- en la participación activa  de la población en la  construcción de políticas públicas.

En esto de las políticas públicas, se puede vislumbrar la voluntad de los gobernantes hacia donde  dirigen sus preferencias y es buena práctica para mejorar la gobernanza del estado en relación con los beneficiarios de esa propuesta.

 Las Políticas Públicas son acciones de gobierno, que busca cómo dar respuestas a las diversas demandas de la sociedad.

Recientemente se esta  promoviendo la política de participación ciudadana como espacio para fomentar la trasparencia, atacar la corrupción y mejorar la eficiencia del Estado. Se pretende que sea una obligación para  todos los organismos del poder ejecutivo y está diseñada para concertar intereses entre la población y las instituciones. 

Es un paso a prueba. Veremos si realmente fomentan y permiten ser evaluados por la población, no a nivel de propaganda o rumor; sino con instrumentos técnicos de evaluación, fiables y transparentes.

La participación ciudadana en la que funcionarios del gobierno promueven la participación de la población para corregir el funcionamiento de sus instituciones, será un gran paso en la consolidación de la democracia.

Solo falta quitarse un poco la telaraña del temor y de la apatía que hemos acumulado durante tantos años de represión física y psicológica, para apoyar que esto avance para el bien de todos; y estoy hablando sin tintes partidarios, sino en la construcción de ciudadanía para hacer lo que nos corresponden como salvadoreños. Si no somos nosotros. ¿Quién lo hará?