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La sociedad del futuro

La sociedad del futuro

La situación hoy en día, nos mueve a consultar los hechos de la historia de la humanidad para observar los acontecimientos de aquella época y aprender de ellos.

La proyección popular de nuestro porvenir, según las películas, algunos documentales, datos estadísticos, novelas y el pensamiento que flota en las mentes y producto de esta situación, nos apuntan a un futuro desolador: las grandes ciudades en ruinas , los servicios públicos colapsados y la humanidad presa de dictadura militar y política; perspectiva que enmarcan la visión de un mundo en lucha de subversión al sistema y la debacle de los vínculos de armonía y cohesión que constituyen a una organización social fuerte, base del estado. La anarquía desde la perspectiva del desorden, del colapso.

Siguiendo la tesis del historiador Inglés,  Arnold Toynbee, en su obra: Estudio de la historia, tomo V Sobre la desintegración de las civilizaciones. (EMECÉ, editores s.a.  , Buenos Aires, 1957). El cisma en el cuerpo social que brota del cisma en el alma individual humana, se distinguen dos respuestas  posibles en formas de conducta, de sentimiento y vida.” Una respuesta activa y una pasiva, pero ninguna de ellas creadora”… “A medida que se cumple el proceso de desintegración, las elecciones (de rumbo) posibles tienden a cobrar limites mas rígidos, a divergir en formas más extremadas y ser de consecuencias más  graves.” 

Estos caminos activos y pasivo son de dos sendas;  una violenta y otra dúctil, enmarcada en la acción de traslado del macrocosmos social hacia el microcosmos. En la actualidad, el concepto de microcosmos ha sido tomado por la sociología para hacer referencia a un grupo reducido de individuos cuyo comportamiento es típico de un conjunto social de mayores dimensiones que lo contiene. Por el contrario, un macrocosmos es un organismo social formado por unidades más pequeñas. 

En el plano afectivo, que es donde quiero llegar, dice Toynbee que se manifiestan en dos formas de los sentimientos personales: Una “…que refleja la dolorosa conciencia de hallarse corrido por las fuerzas del mal, que no solo han tomado la ofensiva y han impuesto su predominio; sino que ahora van de victoria en victoria y de fortaleza en fortaleza.....La expresión pasiva de esa derrota moral es la sensación de hallarse a la deriva  en donde el mal triunfa”.   

De tal manera que el alma vencida se siente exhausta porque advierte su fracaso y tiende a resignarse en la creencia de que el universo y el alma misma  se halla a merced de una potencia irracional e invencible de dos rostros:  el  Azar y la Necesidad. 

La derrota moral que aflige al alma vencida, puede entonces cobrar forma activa,  si esta no le concibe como un fracaso. El alma dominada por el sentido del pecado se ciñe la tarea de enfrentar y sojuzgar ese residuo del mal que ha venido acumulando en el pasado y que pesan sobre ella. 

Nace,  crece y se desarrolla entonces, un impulso creador y liberador que busca el crecimiento individual y colectivo del alma humana y social. He allí el esfuerzo creador, la respuesta individual y luego colectiva, que nuestra sociedad necesita en la hora de las angustias.  

Estamos justo en el tiempo y en el momento preciso de crear y recorrer nuevos caminos para dar forma a una sociedad más armónica y equitativa.