• Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
  • Actualizado 00:00

La dictadura global de la “bestia” humana

La dictadura global de la “bestia” humana

 “La conmiseración con los animales está íntimamente ligada con la bondad de carácter, de tal suerte que se puede afirmar seguro que quien es cruel con los animales, no puede ser buena persona. Una compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la conducta moral.” Arthur Schopenhauer

El irrespeto a los derechos de los animales  y su maltrato  se puede considerar una abominación en estos tiempos.

La constante explotación de diferentes especies con el solo afán de lucro y diversión nos muestra como una sociedad patética y depredadora.  El humano ha perdido el respeto por sus semejantes y sin duda hacia los animales. Destruye su entorno con esa pedantería de ser el mamífero racional.

Una idea de superioridad en la escala evolutiva es el problema. La visión de la teoría de la evolución de Darwin ha posicionado  la errada idea del dominio sobre el planeta tierra y  lo que en el habita. El hombre ha desarrollado un egocentrismo  y, con la idea estúpida de propiedad, piensa que cada animal sobre la  tierra puede ser su trofeo o plato exótico para una cena de gala.

El asesinato de perros y gatos en la Edad Media por miedo a la brujería nos enseña cómo, desde el oscurantismo religioso, ya estaba presente la violencia. Canes eran lapidados por ser posibles esbirros de Satanás y los felinos morían en las hogueras acusados de ser brujas.

Podemos argumentar la ignorancia por parte de las masas y los sectores fácticos de la iglesia en ese período de la humanidad; pero ahora se siguen presentando abusos. En pleno siglo XXI, las fiestas de San Fermín en España convocan a una gran cantidad de enajenados a ser parte de un juego donde los toros son dañados físicamente. Las corridas, que pueden considerarse la peor expresión de violencia hacia los animales, son defendidas con el pobre argumento de una tradición cultural.  Estas acciones violentas son disfrutadas  por hombres, mujeres y niños en Latinoamérica, reproduciendo una costumbre de tortura y sangre.

La explotación de animales en los circos pasa por alto las alternativas que ha demostrado con éxito el “Cirque du Soleil”, donde el espectáculo se centra en la presentación de artistas de un alto nivel profesional  sin utilizar leones, elefantes y otras especies.

La caza mayor ofende al deporte mismo cuando estas personas dicen estar realizando una práctica deportiva. Los genocidios continuos por parte de millonarios y de miembros de la monarquía quedan impunes ante las autoridades mundiales. Estas no han puesto en práctica marcos legales de peso que puedan controlar la impunidad por parte de los sectores privilegiados.

La verdadera atrocidad de la violencia sistemática hacia las diversas especies  se puede comprobar en el uso de animales para experimentos cosméticos. Es decir, el maquillaje y cremas  de muchas mujeres están compuestos de sufrimiento de conejos, simios y roedores.

El ser humano posee una distorsionada percepción de superioridad basada en la racionalidad, aunque ésta lo ha convertido en la antorcha destructora de su medio ambiente.

Nuestro planeta debe ser una aldea global para la diversidad animal. Se deben aplicar leyes duras a los violadores de los derechos animales para poner un alto a sus constantes crímenes contra miles de especies.

El activismo funciona como camino para formar consciencia y llevar a la acción.  El surgimiento de grupos de presión facilita la denuncia de instituciones o individuos con poder político que no respetan perros y gatos, envenenándolos para evitarlos gastos de  vacunación o construir albergues de tránsito para posteriormente promover la adopción.

El genocidio de perros para limpiar calles representa la incapacidad administrativa. La esterilización puede  ser otra solución, pero jamás el asesinato de canes. Una solución barbárica y de mentalidades subdesarrolladas. La primera medida a tomar por personas sin iniciativa y privados de un humanismo básico.

Por esa razón, el activismo es la respuesta para detener los abusos contra los animales. La difusión de esta idea hará más humana la sociedad para cohabitar en respeto con todas las especies del planeta tierra. La necesidad de legislar por la defensa de los animales no solo favorecerá a las especies bajo abuso, sino igualmente a nosotros mismos. Llega la hora de tomar decisiones duras para castigar a los depredadores humanos sin tanta retórica barata y política de las conveniencias.

La sociedad lo agradecerá y el planeta animal también.