2016, el año en que todos perdimos
Hay quien justifica la crisis actual en función de los errores cometidos en el pasado por las administraciones de ARENA. Hay quien alega que después de siete años y medio de gobierno del FMLN el único responsable del desastre es este último partido.
El mensaje de cierre de año presentado por el presidente Salvador Sánchez Cerén, el pasado 6 de diciembre, aseguraba que nuestro país marcha por buen rumbo. Sin embargo, un par de días antes, la encuesta de LPG Datos indicaba que 79 de cada 100 ciudadanos consultados creen que El Salvador va por un rumbo equivocado, y que el 81 % manifiesta que la situación nacional es mala o muy mala.
Y un par de días después de aquel optimista mensaje presidencial, El Salvador TIMES, basado en el estudio de una serie de mediciones realizadas por el Instituto de Opinión Pública de la UCA, IUDOP, encabezaba su edición con el siguiente titular: “Gobierno desastroso de Sánchez Cerén aumenta frustración de la gente, según encuestas”.
El IUDOP señala que Mauricio Funes alcanzó, a la mitad de su gestión, un índice de aprobación popular de 72 %. En cambio, dice, la aprobación para Sánchez Cerén a la mitad de su mandato ha caído hasta un 42.5 %, nada menos que una pérdida de 30 puntos porcentuales en relación a su antecesor inmediato.
En este periódico hemos mantenido un seguimiento sistemático, tanto en el nivel informativo como en el analítico, de los diversos episodios que han venido marcando el derrotero del país y tenemos claro que, efectivamente, las dos palabras que mejor resumen la situación nacional son “crisis” y “desastre”.
Hay quien justifica la crisis actual en función de los errores cometidos en el pasado por las administraciones de ARENA. Hay quien alega que después de siete años y medio de gobierno del FMLN el único responsable del desastre es este último partido. Pero ya sabemos que en el plano político todo es opinable. Unos dirán que la crisis es una oportunidad para mejorar, como enseña la antigua sabiduría; pero otros alegarán que, según la famosa Ley de Murphy, “lo que está mal siempre tiende a ir peor”.
Pero si es verdad que en política todo es opinable, también es cierto que en última instancia lo determinante en la política es la correlación de fuerzas: en este sentido no importa que se piense esto o aquello, sino cuántos piensan esto y cuántos piensan aquello. Si 79 de cada 100 salvadoreños creen que el rumbo del país está equivocado, y si 81 de cada 100 afirman que la situación es mala o muy mala, esa es la realidad política. A propósito, veamos a continuación otros números presentados por las encuestas.
En el ciclo de mediciones del IUDOP, y en relación puntual a los últimos cuatro mandatarios salvadoreños, se consigna “el porcentaje de ciudadanos que piensan que el presidente está gobernando mal”, y el resultado es muy revelador: Francisco Flores, 28.9; Antonio Saca, 29.4; Mauricio Funes, 28.8; y Salvador Sánchez Cerén, 50.6. Si consideramos que según esta misma casa encuestadora el rumbo del país empezó a perderse de modo más notable desde la gestión de Francisco Flores, es difícil no aceptar entonces que la Ley de Murphy es acertada.
Por su parte, la investigación de LPG Datos también ofrece resultados muy ilustrativos. Veamos su recorrido para ampliar la perspectiva analítica.
Al cerrar 2009, año en que la izquierda ganó por primera vez las elecciones presidenciales en nuestro país, LPG Datos indicaba que al ser preguntados con cuál partido simpatizaban el 39.2% de los consultados prefería al FMLN y solo el 22.2% se inclinaba por ARENA. La ventaja de los rojos era de 17 puntos porcentuales.
Al año siguiente, según la misma encuestadora, esa ventaja se redujo a 10 puntos. En 2011 la diferencia ya era de 2 puntos y en 2012 de solo un punto. Para 2013 ambos partidos empataron con 30 puntos y ese equilibrio se mantuvo en 2015. En la medición de 2016 el FMLN obtiene una leve ventaja de 2 puntos al alcanzar un 22.9% contra un 20.9% para ARENA. Para los expertos, este último dato constituye un empate técnico entre ambas fuerzas.
Es importante destacar aquí que durante ese periodo de siete años y medio, los otros partidos ni siquiera puntuaron, excepto GANA, con un muy raquítico 1.6% en 2016.
En el rubro de la imagen que los ciudadanos tienen de los partidos, obtenido mediante el saldo entre las opiniones negativas y las positivas, el recorrido es crítico tanto para el FMLN como para ARENA, puesto que al cierre de 2016 el partido ARENA es reprobado con un -3.8, pero el FMLN se derrumba hasta un -10.5.
Pero el panorama no es menos desastroso para los partidos menores: GANA tiene -13%, PCN -15% y PDC -17%. Si a esto agregamos que, según LPG Datos, “El Órgano Legislativo, el Judicial y todas las instituciones del ministerio público, excepto Fiscalía, tienen aprobaciones menores al 50%”, la palabra crisis como arquetipo de la realidad nacional está más que justificada.
El problema es que ese desfondamiento de la clase política se traduce en un desastre que se extiende al conjunto de la sociedad. Y la pregunta sigue siendo la misma: ¿Cómo llegó nuestro país a este punto?
Algunos expertos plantean que el problema real es que, finalizada la guerra y firmada la paz, las élites económicas y políticas del país, en plena connivencia, pactaron el abandono de la economía productiva y le apostaron a un modelo basado en la exportación de nuestro capital humano: una economía extractiva, especulativa y de consumo fundada sobre todo en las remesas de los emigrantes.
Desde la academia, este problema suele graficarse de la siguiente manera: “A más emigración más remesas, a más remesas menos productividad, a menos productividad menos empleo, a menos empleo más inseguridad, a más inseguridad más emigración… y recomienza el ciclo”. Es difícil negar que se trata de una hipótesis razonable.
Es evidente que dicha situación se generó a principios de los 90, y que se fue profundizando a lo largo de los 20 años gobernados por ARENA. Pero el FMLN llegó al poder hace siete años y medio y aunque ofreció un cambio no ha podido o no ha querido alterar en nada de lo sustantivo ese modelo que por un lado resulta altamente rentable para las élites y, por el otro lado, excluye a las grandes mayorías.
Habría sido por eso que, en 2009, la mayoría sacó a ARENA del poder y se lo entregó al FMLN. Será por eso que ahora, después de siete años y medio y al ver frustrada la esperanza en el cambio prometido, esa misma mayoría le pasa la factura al FMLN, al menos según los datos que presentan las encuestas.
Nuestro balance político de 2016 no es muy alentador, pero estamos seguros de que cada vez son más los que entienden que el desencanto de los movimientos sociales, e incluso sus crecientes protestas de calle, no equivalen a un reclamo ideológico en el sentido revolucionario, sino a una muy democrática y muy justa reivindicación de los más básicos derechos constitucionales.