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Social - Historias humanas

José, un salvadoreño de 60 años de baja estatura que lleva la vida a cuestas sin perder la fe

José Escobar ha tenido altos y bajos en su vida, los cuales ha logrado superar con mucha sabiduría y fe.

José el comerciante de poco mas de un metro de estatura Foto El Salvador Times Mauricio Pineda OK2
José recorre el centro de San Salvador vendiendo juguetes para salir adelante. Foto El Salvador Times Mauricio Pineda.
José, un salvadoreño de 60 años de baja estatura que lleva la vida a cuestas sin perder la fe

José Escobar es un comerciante que todos los días junto a su compañera de vida salen a recorrer las calles del centro de San Salvador a vender juguetes para ganarse la vida.

Diferente al resto de vendedores, la estatura de José es de 1.29 metros, es decir, la altura aproximada de un niño de ocho o diez años.

El Salvador Times conversó con este emprendedor sobre cómo han sido su vida en esta condición, la cual según explicó le ha generado cariño de muchas personas, pero también rechazo y discriminación de otras.

El hombre cuenta que es hijo de una vendedora y que es el tercero de 14 hermanos; después de su nacimiento dice que su madre solo tuvo gemelos.

Originario del municipio de Estanzuelas, en Usulután, actualmente lucha contra la diabetes y otras enfermedades para las cuales muchas veces no tiene el dinero para comprar medicinas.

A sus 60 años, el hombre recuerda algunos pasajes importantes de su vida y otros muy dolorosos generados por su estatura.

“Mi madre tenía un puesto en el mercado en San Marcos Lempa (Usulután), vendía al mayoreo y menudeo. Ella compró La Chica —un sorteo de la Lotería— y se sacó 700 colones cuando yo tenía 8 años”, recuerda.

Señalado por sus compañeritos por ser “chaparrito”

El hombre admite que una de las etapas más difíciles fue la estudiante, eso provocó que solo cursara hasta segundo grado.

“Fui a la escuela... cuando uno es chaparrito somos admirados por toda la gente. Cuando iba a la escuela mis maestros me sentaban en el pupitre donde se mantenían dando clases. Me llevaban gaseosas, dulces… era el más consentido”, comentó.

“La maestra ponía en la pizarra la clase y luego empezaba conmigo, yo era un problema para mis compañeros porque la maestra no daba clases por pasar conmigo de allá para acá”, recuerda.

Después de las clases esos mismos niños que miraban cómo los profesores eran cariñosos con José lo esperaban para reclamarle y golpearlo en recreo. “¡Por tu culpa no estudiamos!”, le gritaban.

“Los maestros me decían que era un niño bien bonito. Soy horrible (ríe), hay que hablar la verdad, pero me chinchineaban y me abrazaban. Eso hacía que cayera mal con otros alumnos”, dijo.

Y actualmente siempre ¿lo discriminan?, se le preguntó. “Sí. Uno no es monedita de oro para caer bien con toda la gente”, respondió.

¿Era por lo de su estatura?, se le consultó a José. Su repuesta fue: “En parte. A veces me provocan cuando me dicen ´enano hijuelagran…´. No soy un santo, le mentiría a Dios, pero sí me han sacado hasta las canas verdes, pero me he sabido controlar porque soy yo el que sufro”.

Marcado por la muerte de sus dos hijos

La vida le ha dado otros sinsabores a este salvadoreño, como cuando uno de sus hijos recién nacido murió y hace 12 años cuando secuestraron y asesinaron a otro de sus hijos. Por si fuera poco, le detectaron hepatitis y otros problemas.

Más allá de todas estas adversidades José dice que se siente afortunado por tener una compañera de vida que se pone a su lado cuando de trabajar se trata. A ella agradece mucho de lo que es hoy.

“Gracias a Dios he salido adelante gracias a esta mujer”, afirma mientras termina de acomodar la mercadería: juguetes educativos y pitos en forma de personajes infantiles.

Paciente y muy devoto

Su peculiar silbato lo ha llevado a que otros medios de comunicación lo entrevisten. A lo largo de su vida ha sabido manejar todo tipo de confrontaciones cuando se refieren a su estatura.

Y actualmente ¿le molesta que lo traten despectivamente?, se le consultó.

“No, porque soy de los verdaderos católicos. No le voy a decir que no soy malcriado, no soy un santo. A uno lo sacan de quicio, pero pienso que no es de mí que se burlan, sino del que nos hizo a imagen y semejanza de Él. Todos somos iguales y todos somos un pueblo en Cristo y somos hermanos, lo único que no nos sabemos entender”, concluyó.

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Este salvadoreño ha sabido sortear situaciones complicadas en su vida gracias a su paciencia y fe en Dios. Foto El Salvador Times Mauricio Pineda. 

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