Hace 22 años, un hombre decidió dedicarse al arte de ser un payaso para ganarse la vida el reto de por sí ya era grande, pero este decidió ponerlo más difícil al intentar sacarle una sonrisa a los niños que acuden al Hospital Nacional de Niños "Benjamin Bloom".

Su carrera artística inició cuando tenía 13 años y conoció a un payaso a quien apoyaba en sus actos, fue así como encontró su verdadera vocación en la vida: alegrar a las personas.

Debido a que quería lograr una solvencia económica y ayudar a sus padres decidió aventurarse en lo que él mismo no considera un trabajo y que lo ha llevado a amenizar cumpleaños, bautizos, fiestas de 15 años, baby shower y todo tipo de eventos para el que lo soliciten.

Cada mañana se convierte en Gusanito un divertido payaso que con sus chistes -algunos buenos y otros malos- intenta ayudar a suavizar las penas que pasan las familias en el nosocomio. 

La rutina del artista inicia a las 2 de la mañana hora en la que alista su atuendo y comienza a maquillarse. posteriormente, dice tardarse 45 en inflar 100 globos y transformarlos en perritos para ofrecerlos a cambio de $0.25 

Los primeros rayos del sol acompañan a Gusanito para llevar alegría hasta la zona del hospital donde los familiares de los pacientes esperan a que su ser querido salga con buenas noticias por los resultados de los exámenes que les entrega el laboratorio.

A sus 56 años, este artista aseguró que su mejor recompensa es “recibir la sonrisa de un niño, que cada vez que camino los pequeños se  alegren con solo verme”.

La experiencia que marcó su vida

Durante las más de dos décadas que tiene de llegar al Bloom, este payaso ha experimentado cosas que aseguró jamás pensó que le llegarían a suceder, pero la que más lo ha marcado sucedió durante el terremoto de enero de 2001. 

“Lo más doloroso fue haber visto a todos esos niños tendidos en la acera, llorando desesperados por lo que estaba ocurriendo”, recordó Gusanito.

Según contó, cuando inicio el terremoto estaba vendiendo globos y fue la alarma de la gente, especialmente los niños enfermos, la que le advirtió de lo que ocurriía.

Para calmar el llanto de los niños, los padres de familia se acercaban a él a comprarle sus vejigas, pero “sentí que no era correcto venderlas y comencé a regalarlas, no podía beneficiarme de la tragedia que acababa de suceder”, aseguró el payaso.