Silvia y sus vestidos recorren San Salvador: “Busqué trabajo, pero solo jóvenes de 18 a 25 años contratan”
La falta de oportunidades la obligó a obtener ingresos en la informalidad, hoy motiva a otras mujeres para que se atrevan a ser independientes.
Cada vez que Silvia Velásquez acudía a una empresa, fábrica u otro lugar donde se ofrecían puestos de trabajo se encontraba con que no cumplía uno de los requisitos principales, la edad.
Se decepcionaba cada vez que le decían, o leía en los formularios de trabajo, que las únicas vacantes que estaban disponibles eran para jovencitas de entre 18 a 25 años.
Al encontrarse siempre con la misma situación, buscó en el comercio informal una opción para salir adelante en la vida.
De esa manera fue como desde hace 3 años recorre las principales calles del centro de San Salvador vendiendo vestidos, los cuales son elaborados de forma artesanal por su hermana.
Ambas unieron más que mente y corazón para sacar adelante a sus familias, unificaron ideas.
Es así que mientras una de ellas confecciona los vestidos y hace todo tipo de ruedos con su máquina de coser, la otra se alista para la jornada del siguiente día que la llevan a las calles del Centro Histórico de San Salvador para venderlos.
Silvia cuenta que la falta de oportunidades laborales, y otras situaciones adversas la llevaron a depender de la informalidad, de la “rebusca diaria” durante las “aguantadas de sol” en el corre corre por el centro capitalino.
“La necesidad de ver que no hay empleo, y por la edad que tenemos, en la mayoría de partes no nos dan trabajo porque piden como requisito jóvenes de 18 a 25 años; entonces decidimos con mi hermana comprar una máquina casera para comenzar a elaborar vestiditos”, relató la comerciante a El Salvador Times.
Es de esa forma como Silvia coloca más de una docena de vestidos de todos los colores y tamaños en brazos y cuerpo para mostrarlos a los clientes.
La manera en que coloca cada vestido le permite no pasar desapercibida del resto de personas, sus clientes la miran, se le acercan y comienzan a regatearle precios.
Dios, inteligencia y creatividad
Silvia cuenta que la inteligencia que Dios le proporcionó a su hermana para crear bonitos diseños, ella lo compensa con la habilidad para venderlos.
“Dios le dio el entendimiento más que todo a mi hermana, ella se puso a travesear la máquina y fue que comenzó hacer los vestidos, me explicó cómo se tenían que armar y gracias a Dios que nos da el entendimiento porque nunca fuimos a un taller o clases de corte y confección”, aseguró.
Ese mismo ingenio que estas mujeres le han puesto a la vida para salir adelante durante muchos años, es el mismo que recomiendan a todas las salvadoreñas que a falta de oportunidades piensan en un proyecto personal.
“Hay que pedirle a Dios porque sin él no somos nada, sobre todo la guía, porque si ellas tienen los recursos o si tienen el lugar donde les puedan ayudar para cosmetología, corte y confección pueden elaborar sus propias cosas y salir a vender para tener un ingreso”, expresó.
Los vestiditos elaborados por estas emprendedoras tiene un costo de $2 para niñas de un mes de nacida hasta un año, mientras que los grandes para niñas de dos, tres y cuatro años tiene un costo de $10.