• Diario Digital | miércoles, 24 de abril de 2024
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Sucesos - Crónica

Seis muertos y en el centro de San Salvador la vida sigue igual

Las autoridades dijeron lo que todos sabían: los crímenes se cometieron por disputas entre criminales que quieren controlar el Centro Histórico de San Salvador.

muerto centro
Seis muertos y en el centro de San Salvador la vida sigue igual

Las personas que ni siquiera se habían enterado de los múltiples asesinatos caminaban a paso lento hacia sus destinos en medio del calor, del pesado tráfico y del ulular de sirenas y el paso marcial de soldados y policías que patrullaban las calles.

Incluso algunos comerciantes se entretenían viendo un partido de fútbol en la televisión, otros almorzaban y los demás seguían ofreciendo a todo pulmón sus productos.

"¡Allá arriba ha habido una matanza!", exclamó una vendedora a otro comerciante de agua sobre la 1ª. calle Poniente, en el centro de San Salvador, mientras guardaba mangos en bolsas plásticas. El vendedor de agua solo hizo una mueca de desprecio y siguió con sus quehaceres.

Incluso, muchos niños que ayudan a sus padres tras regresar de clases, hacían sus tareas escolares sin inmutarse.

Una guerra que no termina

El Centro Histórico se ha convertido desde hace años en un campo de batalla de las pandillas que buscan tener el control de la zona. Los muertos han dejado su sangre en esas calles.

La mayoría de comerciantes informales sabe que durante la mañana una serie de ataques armados dejaron seis muertos, entre estos cuatro comerciantes, aparentemente vinculados con grupos terroristas, y un vigilante en el centro del comercio informal en el Centro Histórico capitalino.

“Parece una guerra que no termina”, dice otra vendedora mientras comenta con otra mujer lo que ellos llaman “la matanza”.
 El comercio informal no se detuvo y mientras los vendedores continuaban ofreciendo sus diversos productos, policías encapuchados recolectaban evidencias y protegían las distintas escenas en donde murieron más salvadoreños.

Dos de las víctimas quedaron tendidas sobre un costado de la calle Rubén Darío, una más sobre la 4ª calle y un cuarto más en el parqueo El Triunfo aledaño entre la 5ª y 9ª. Avenida Sur. Otra víctima más murió en el Hospital Rosales.

El tráfico se hizo más intenso por el cierre de las calles en donde yacían las personas asesinadas. La 1ª. calle y la avenida España eran las que más se vieron colapsadas de tráfico, pese a los esfuerzos de gestores de tráfico por regular el paso de los automotores.

Sobre la 4ª. calle un grupo de evangélicos rodearon a una comerciante y comenzaron a orar a gran voz para pedir la protección divina. A pocos pasos, policías con sus rostros obtusos observaban atentos a cualquier persona sospechosa que se acercara a curiosear.

En las escenas donde estaban las víctimas nadie se veía llorar. Lo único que hacían los curiosos era observar atentamente el procedimiento de los policías encapuchados.

Personeros de Medicina Legal llegaron a las escenas y preguntaban por algún familiar de las víctimas. No había respuestas.

Poco a poco, las víctimas fueron reconocidas por los médicos forenses que ordenaron meter los cuerpos en bolsas negras y marcharse a Medicina Legal. Mientras, un contingente de soldados y policías patrullaban las calles del Centro Histórico. 

La PNC mandó a personal de unidades especializadas como la de Mantenimiento del Orden para no dejar de vigilar cada cuadra de la ciudad.

La tensión era evidente en el ambiente. Todos sospechaban de todos y los que no querían problemas bajaban la mirada o esquivaban la de desconocidos.

Tras retirar los cadáveres de las víctimas todo continuó igual en el Centro Histórico. El comercio informal y el fuerte tráfico siguió sin inmutarse.⁠⁠⁠⁠

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