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Sucesos - Tradición que pierde fuerzas

"Uno no vende cuetes para que haya niños quemados sino para que la gente se divierta"

Una mujer que vende cohetes de Navidad desde hace más de 50 años ha visto cómo la tradición se va perdiendo poco a poco debido a las campañas contra el uso del producto, provocadas por la mala manipulación de la pólvora.

pólvora
Fotografía de referencia
"Uno no vende cuetes para que haya niños quemados sino para que la gente se divierta"

Una anciana de 81 años se resiste a dejar morir la tradición de venta de pólvora en un país en el que, asegura, cada año las restricciones aumentan y las ganancias disminuyen.  Su tenacidad le ha permitido mantenerse de pie a pesar de las adversidades, entre estas, la delincuencia.

Alicia Martínez vende pólvora desde que tenía 22 años. Con la seguridad que solo su experiencia le puede dar, asevera que el problema de niños quemados no se debe a la pólvora sino a los padres irresponsables. "No es por el producto sino por el mal cuido de padres de familia. Uno no vende esto para que hayan niños quemados sino para que haya diversión, pero los padres se ponen ebrios y los dejan solos", señaló la mujer.

Las campañas desde las dependencias del Estado señalan a la pólvora como la responsable de docenas de accidentes en la temporada, lo que ha mermado la venta del  producto. "Casi no se vende por la mala propaganda que nos han hecho", lamentó.

La campaña lanzada por el Ministerio de Gobernación este 2016 se denominó "La pólvora es peligrosa", lo que Alicia Martínez asegura les afectó la pasada navidad. 

Poca demanda

A pocas horas para que finalice el 2016, el parque Centenario -uno de los principales puntos de ventas- luce vacío. Pocos salvadoreños acuden en busca de pirotécnicos y los vendedores tratan de atraerlos con frases como: "venga, amor, qué va a querer". "Le tenemos volcancitos y estrellitas baratas". Al enamorarlos, esperan, que gasten su dinero en su local.

Sin embargo, Alicia Martínez no tiene que recurrir a esas técnicas. Después de más de 50 años vendiendo, las personas la buscan cada vez.

"De aquí compré mi casa y le di estudió a mis hijos. Tengo 2 profesionales, son enfermeras", dijo con orgullo.

Pero la anciana no siempre vendió pólvora. Recuerda que a los 10 años una cuñada la llevó al centro capitalino y le enseñó a vender frutas. 

Era la década de los 40 y entonces, recuerda, eran solo un puñado de vendedoras que comercializaban sus productos donde unos años después se construiría el emblemático edificio Rubén Darío, que se derrumbó en 1986 y causó la muerte de cientos de personas.

Todos los días, dice, viajaba desde Mejicanos hasta el centro capitalino y ahí conoció a quien se convertiría en su esposo, Miguel Ángel Morales, un vendedor de lotería que luego incursionó en la venta de pólvora.

Fue así como la mujer, a los 22 años, acompañó a su pareja en la venta de pirotécnicos todos los fines de año, en lugares como la Plaza Barrios, frente al Parque Libertad, y Parque Bolívar.

Pero esos años comercializando el producto no solo le han dejado satisfacciones. Uno de sus hijos sufrió una fractura durante el incendio en el Parque Libertad en 1995, cuando además perdió todo su dinero, el cual había invertido en pólvora que terminó avivando las llamas.

Hoy debe luchar, entre otras cosas contra la delincuencia. "Los muchachos" como le llaman a los pandilleros por temor, le piden pólvora de manera gratuita.

“Con una bolsa pasan de puesto en puesto solicitando cuetes, ‘lo que sean su voluntad’”, exigen. De la misma manera pasan barrenderos y ordenanzas de la alcaldía de San Salvador pidiendo su cuota de pólvora. "Todo mundo pasa aquí pidiendo", lamentó la anciana que asegura continuará -aunque no de lleno- en el negocio mientras Dios le dé fuerzas.

Una diversión que al Estado resulta cara

La consulta por cada niño quemado le cuesta $75 al Estado; un ingreso por quemadura $300 diarios, y si esta es grave, de entre $2,000 a $3,000 diarios, según datos del Ministerio de Salud. Por ello, las campañas contra su comercialización se han intensificado y las celebraciones de navidad y fin de año con pólvora han perdido arraigo.

En 2014 los diputados aprobaron la ley para regular y controlar la industria pirotécnica. Esta prohibió artículos como morteros de alto poder, silbadores, fulminantes, entre otros; sin embargo, autoridades de salud han pedido que las medidas se endurezcan ya que "ninguna pólvora es segura".

Esto conlleva a que cada año disminuya la cantidad de personas autorizadas para la comercialización de estos productos y la demanda del mismo. Este 2016, unos 135 vendedores recibieron su autorización para instalarse en el Parque Centenario, en el centro capitalino.

Para ello, primero debieron adquirir una licencia emitida por el Ministerio de la Defensa Nacional, por un monto de $150; luego debieron pagar $75 de arrendamiento, más pago de vigilancia y $5 por el carné.

venta de pólvora

La mayoría de pólvora comercializada en el país es de origen chino

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