• Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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“Porque eres hombre”: Una narración desde los senos al aire de la revolución feminista

Pensé ponerme a discutir con esta persona intolerante y recordé a Voltaire: “Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable”. 

“Porque eres hombre”: Una narración desde los senos al aire de la revolución feminista

Caminaba en Santiago de Chile por la avenida Pedro de Valdivia y,  antes de llegar a avenida Grecia,  vi unas sillas apiladas en un portón. Me encantan las imágenes de Santiago y cuando surge algo con atractivo visual lo fotografío. Continué por la vereda y pude observar que era una “toma” feminista. Un instituto de estudios había sido tomado por un grupo de supuestas estudiantes y eso significa que ningún otro estudiante puede entrar a las instalaciones y menos los funcionarios. Seguí sacando fotos a las pancartas con frases que generalizan como “Peligro acosadores” y en eso alguien me toma del  hombro.

Era una activista feminista que tienen vigilando la zona de guerra, pensé. Con el pelo pintado de rojo, botas militares y una estrella roja en su chaqueta, me recordó a un punk o cualquier moda anarquista de los ochenta. Ella me dijo: “No puedes tomar fotos”. Me sorprendió la prohibición y más cuando no viene de un cuerpo represivo del Estado. ¿Por qué no puedo?, pregunté. “Porque eres hombre”, me gritó y salió caminando con rapidez hacia el otro lado de la calle. En verdad el chiste se cuenta solo y parece que la intolerancia se disfraza de cualquier ideología en estos tiempos.

Pensé ponerme a discutir con esta persona intolerante y recordé a Voltaire: “Cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro la enfermedad es casi incurable”. Y como no estoy acostumbrado a recibir órdenes de nadie que no tenga el monopolio legítimo del uso de la violencia -pensando en Max Weber- tomé todas las fotos que me dio la regalada gana.

Posteriormente, reflexioné que para bien o para mal, durante la vida se da la oportunidad de conocer a diferentes personas en diversos entornos sociales. Se nos dice que hay que ser tolerante con las visiones de mundo distintas. Que en muchos casos solo tiene relación con soportar una conversación hueca, pero necesaria o dónde ir a emborracharse en un fin de semana. Temas nada profundos, pues la vida no siempre tiene que ver con grandes debates internos existenciales. Pero llega un punto, un cisma, un momento de quiebre que nos muestra que en Sodoma y Gomorra de la lucha de clases no hay ningún “hombre bueno”. Y para esta activista queda claro que ser hombre es sinónimo de criminal de género.

Por alguna razón, en medio de esta idiotez social, uno se da cuenta, para nuestra mala suerte y por obra de una iluminación, que todos esos momentos que se fingen con la tolerancia sobre lo vano, el embuste barato, las emociones básicas y los discursos clichés de gente que está obviamente equivocada; no es lo correcto. Termina dando una disimulada risa y, al mismo tiempo, la náusea respectiva. No es bueno estar acostumbrado a una sociedad profundamente enferma, reflexionó Krishnamurti. Tenía razón.

Tener esta aburrida experiencia con una reaccionaria feminista me dio más lástima que rabia por querer limitar mi derecho a fotografiar en un lugar público. La gran obra de este movimiento de fachada del partido comunista chileno y otros sectores radicalizados de la izquierda es la muestra palpable que la estupidez puede pasar a la locura fanática.

Más allá de cualquier reflexión sobre demandas justas o no, el espíritu que corre por estos grupos es de la desesperación de un porcentaje de sus integrantes por desear ser algo en una sociedad chilena enferma donde son marginadas por su clase social o por sus preferencias sexuales diversas. Vivimos en tiempos más tolerantes con los gustos sexuales y convertir un movimiento  en la Gestapo nazi para promover la misandria parece muy contradictorio con la igualdad que promulgan los grupos feministas moderados – las que protestan en marchas, sin llamar a matar hombres –.

El movimiento feminista debe aceptar que parte de sus miembros tienen una orientación lésbica. Esto los lleva a ver a los “machos” como competencia en el ámbito sexual.  De ahí nace ese profundo odio visceral hacia el hombre como culpable de todos los males del mundo y los estereotipos que la mujer no lo necesita, solo necesita de la “compañera”.

Desde ese día del encuentro con esta chica, mujer, hombre, lesbiana, trans o lo que quiera ser en su realidad sexual,  tuve que usar otras calles en mis caminatas para evitar tener que encontrarme de nuevo con el rostro de la intolerancia de las radicales feministas y su revolución castrante.