• Diario Digital | martes, 30 de abril de 2024
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El chisme o la lengua venenosa

 “La cantidad de rumores que un hombre puede soportar, es inversamente proporcional a su inteligencia”. Arthur Schopenhauer 

El chisme o la lengua venenosa

Si tu inteligencia disfruta otro nivel, el rumor te será inaceptable. El chisme es un virus social. Una expresión baja de las sociedades actuales. Se basa en la construcción de ideas, las cuales son esparcidas por diferentes formas de comunicación con la intención de deslegitimar a cualquier persona. Representa una acción ruin y las personas que se alimenten de él, pertenecen a uno de los segmentos más pobres en el ámbito humano e intelectual básico.

No existe una persona que no haya comentado de otro en alguna fracción de su vida. El problema se plantea cuando se transforma en una costumbre constante de algún individuo y un deporte nacional público. El chismoso inventa rumores cuando su vida personal no tiene ninguna realidad interesante al momento de interactuar en un círculo social. Es decir, se alimentan de la vida de otros. Pueden poseer un entorno interesante, pero no se dan cuenta de este y consideran mucho más agradable prestar un constante interés a la acciones de terceras personas, para después transmitirlas con la exageración más oscura y destructiva por un megáfono conectado a su boca.

¿Cómo detener a los chismosos? No se puede lamentablemente. Vivimos en sociedades donde su accionar ya es aceptado por el sistema de valores y hasta considerado como una forma de expresión cultural. Día tras día, grandes sectores de las masas encienden los televisores para exponerse a programas de la vida personal de otros. Esto alimenta su morbo particular y convierte esta actividad humana en algo absolutamente básico para su cultura.

La mentira transforma el chisme en difamación y en ofensa particular encubierta en la libertad de expresión. De esa forma, comienza a introducirse al ámbito político. Una pieza esencial del discurso demagogo que puede desarrollar las más increíbles historias falsas para enlodar la imagen de un opositor ideológico.

He ahí la problemática del chisme. Contamina los sectores sociales con creaciones fantásticas y no hay forma de detenerlo, ya que enfrentarlo es visto como un atentado contra una falsa definición de las libertades democráticas relacionadas a libre expresión.

Las mentes evolucionadas en su humanismo siempre tendrán que estar expuestas a este tipo de situaciones de rumores falseados y es aquí donde se debe ser infalible en la respuesta. Existen dos opciones: ignorar la afrenta y permitir que se diluya como las aguas negras en el mar o enfrentar a los creadores de estos rumores. 

Ninguna persona debe perdonar una ofensa baja cuando toca dos aspectos: el honor de la familia y su dignidad como ser humano, pues permitirá dar luz verde para seguir en bocas de estos sectores rastreros y sin respeto por la vida privada.

Jugar con el honor puede llevar a pagar un precio muy alto. El chismoso es un cobarde y cuando se le enfrenta con la menor diplomacia posible solo le queda salir corriendo o gruñir en voz baja. Decir las cosas de frente los desmorona y les quita esa máscara de falsedad.

En la actualidad, con la irrupción de las redes sociales, los habladores disfrutan una fuente inagotable de información para inventar y nutrir sus huecas conversaciones en reuniones o simples tertulias junto a sus clanes.

El murmurador se siente cómodo sobre la base de la ignorancia cultural. Sus hábitos no cruzan el limbo del salón de belleza, spa, bar o algún antro. Su lengua insidiosa les permite ser simpáticos y como en cualquier circo se convierten en los lobos alfas de grupos adoradores del rumor.

Todavía puede pasarse por alto en la juventud esta conducta, pues existe un nivel de inmadurez. Cuando la edad es avanzada, resultan vergonzosas y decadentes estas acciones. Un chismoso siempre será eso, no cambiará.

El límite lo trazamos nosotros y nuestra obligación, como miembros de una comunidad, es diferenciarnos de estos sectores, pues es mejor quedar de oveja negra que de borregos que rumian mentiras o verdades a medias a una audiencia. 

Claro que nos llevará a una situación muy incómoda, pero después nos sentiremos que hemos puesto esa frontera armada, la cual hará pensar dos veces antes de transformarnos en víctima de la sucia cultura del chisme. 

La imagen de los tres monos –Mizaru, Kikazaru e Iwazaru– con sus manos sobre la boca, los ojos y la oídos, podrían expresar la idea central de una conducta ética de no ver, no oír y no decir lo que no nos importa y es el regalo simbólico para los que desean vivir metidos en la existencias de otros sin ser invitados.