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CARTA URGENTE al Presidente Nayib Bukele —NECESIDAD  de Cercos Epidemiológicos Inteligentes + ¡YA!

La curva de contagios de COVID19 en El Salvador se puede y debe controlar, pero esto requiere de una fuerte y decidida intervención del Estado y cohesión social. La tendencia natural del virus es a propagarse entre nosotros hasta que alcancemos la llamada “inmunidad de rebaño”. Su inteligencia estratégica buscará que nunca alcancemos dicha inmunidad, y así expandirse entre nosotros lo más posible, pero permitiendo una reserva para continuar expandiéndose a su conveniencia, sin nunca desaparecer.
CARTA URGENTE al Presidente Nayib Bukele —NECESIDAD  de Cercos Epidemiológicos Inteligentes + ¡YA!

Estimado señor presidente Nayib Bukele.

Espero que al leer estas líneas su familia, seres queridos y usted se encuentren bien; y que, en la medida de lo posible, disfrute de momentos especiales viendo a su hija Layla crecer.

 

1.

El Salvador y el mundo enfrentan la mayor crisis histórica y civilizatoria desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la Gran Depresión (1929-1940): la crisis producida por la pandemia global de COVID19. En el caso de El Salvador, la crisis constituye el quiebre histórico más determinante de desde la Guerra Civil.

En El Salvador la curva de crecimiento se ha agudizado o complicado cada vez que la Sala de lo Constitucional ha emitido resoluciones que riñen con criterios científicos e históricos para contener la pandemias Entre los seres humanos las pandemias son fenómenos naturales, epidemiológicos y sociológicos en el que inciden dinámicas políticas y de cohesión social, atenuando o agudizando los índices de contagios y formas de progresión. En estos momentos la curva de contagios registrados por COVID19 en El Salvador —francamente a la baja— ha tomado una forma que yo denomino: dinámica epidemiológica de oasis y espejismo.

El más reciente de estos obstáculos contra el bien común del Pueblo salvadoreño por parte de la Sala de lo Constitucional — y un claro caso de prevaricato—, lo constituye el mamotreto 21-2020/23-2020/24-2020/25-2020. En el poder y sistema judicial salvadoreño son notables y legendarias la miseria moral e ignorancia de sus jueces y magistrados, al punto que el abogado James Morgan McGill es más honesto y decente que nuestras doctas “luminarias”. Un claro ejemplo de esto lo demuestra la agresión sexual que cometió el magistrado Eduardo Escalante Díaz contra una niña de diez años el 18 de febrero de 2019, y su posterior defensa —casi apología— por parte de los magistrados Guillermo Arévalo Domínguez y Martín Rogel Zepeda en el mamotreto 75-ANTEJ-2019 emitido por otra “corte superior”.

Y sin embargo, para quienes sustentan el poder oligárquico histórico, en nuestro país y sus agentes en la Asamblea Legislativa, no hay nada como la "sabiduría" y "preclaridad" de nuestros "doctores de la ley". De esta manera, si estos resuelven que la Tierra es cuadrada, el Sol cúbico y helado, y la pandemia no existe, nuestros ilustres representantes en la Asamblea Legislativa replicarán y decretan lo mismo, y ¡zas!: “la Tierra es cuadrada, el Sol un sorbete y la pandemia no existe, o por decreto se extingue”... “Hágase la luz y ahora que el Sol se detenga” proclaman los magistrados, y nuestros asambleístas decretan: “¡Loa a esa verdad moral y científica!”...

Pero en otro rincón paralelo de la Realidad —eso es absurdo y una falsedad, dirán—, los magistrados de la Sala de lo Constitucional han demostrado su ignorancia, desdén, envanecimiento, incapacidad y falta de voluntad para comprender las dinámicas científicas relacionadas a la pandemia de COVID19 en el planeta Tierra.

Y también han quebrantado el espíritu y contenido del Artículo 1 de nuestra Constitución Política.

2.

Nos dirigimos a una realidad —¿o será un sueño?— en la que, mientras portavoces del Colegio Médico de El Salvador —quienes sustentan sus declaraciones “con informes científicos”, por supuesto— afirman “responsablemente” que el gobierno de El Salvador miente con propósitos electorales respecto a la “supuesta” pandemia de COVID19; y mientras ésta y la crisis derivada “desaparecen” en medio de las “medidas dictatoriales” del nuevo régimen, la Sala de lo Constitucional de El Salvador declara “inconstitucional” la pandemia y las dinámicas naturales y sociológicas de su propagación. En tanto, la ANEP, Arena y el FMLN celebran juntos el triunfo de la “libertad económica”; la ciudadanía responde en el sueño —¿o realidad?— entre guasas y burbujas de contención que son fieles entre sí; al tiempo que el país se acerca a unas Navidades con una acumulación que podría llegar hasta 100 mil infectados registrados acumulados y, de ser así, unos 50 mil infectados activos.

En el contexto de la presente crisis, señor presidente, el ruedo político e institucional salvadoreño se ha tornado en un circo permanente de changonetería, panfletarismo, guasa, mala y falsa consciencia, ignorancia, incompetencia, e ineptitud. Y en este circo, vía el panfletarismo vacuo y el militantismo bobo, lastimosamente, también descendieron instituciones que se supondría deberían ser de mayor altura, y que en lugar de articular o impulsar la búsqueda de soluciones estratégicas para enfrentar la mayor crisis histórica de nuestra nación en más de veinticinco años, descendieron, al igual que quienes se supone lideran la república, en pantanos politiqueros. Respecto a esto ha sido particularmente notoria la miserable politiquería de la dirigencia del Colegio Médico de El Salvador.

En cuanto a la ANEP, ésta durante años ha funcionado efectivamente como un paraestado protofascista, que de manera eficaz ha logrado cabildear, impulsar e imponer su programa entre la mayoría de la bancada de Arena. Lo nuevo ahora es que ha logrado imponer su agenda al FMLN. Al mismo tiempo, es notoria la rebelión dentro del partido de derecha nacionalista, situación que se definirá históricamente con la redención de los insurgentes.

Las posiciones de  Arena y el FMLN en la Asamblea Legislativa contravienen, en la crisis actual, los intereses nacionales del Pueblo salvadoreño, y lejos de “salvar la economía” contribuyen más a una agudización de su precarización en el mediano y largo plazo, según se configure la crisis en los Estados Unidos, y aquí se prolongue la curva de contagios de COVID19. En el caso de Arena, su defensa de los intereses neoliberales estratégicos del sector más retrógrado y recalcitrante de la oligarquía nacional es consecuente con su formación histórica e ideológica. En el caso del FMLN, constituirse en un apéndice de los intereses económicos del régimen neoliberal constituye no solo una forma de falsa consciencia que lo desvía de su proyecto histórico, sino que, quebranta los intereses y aspiraciones de los trabajadores: la ontología social de estos, no como mercancías reproductoras de capital —cual es el propósito y sistémico de la ANEP—, sino como hombres y mujeres libres cuyo valor principal es la vida y no su producción laboral alienada y convertida en plusvalía.

Señor presidente, si bien su visión estratégica y esfuerzos para contener la pandemia fueron los correctos —exceptuando sus dos capitulaciones a los intereses corporativos disfrazados de leguleyas constitucionalistas—, y en realidad, los criterios relacionados a la cuarentena fueron los más apegados al espíritu y contenido constitucional frente a este tipo de crisis —artículos 1, 23, 65, 67, 68; decreto legislativo 955 de 1988 y artículo 139 del Código de Salud de El Salvador—, muchas de sus acciones políticas también han sido erráticas y excesivas. Por ejemplo: el reciente ataque digital del secretario de prensa de Casa Presidencial Ernesto Sanabria contra la periodista Carmen Rodríguez —según lo consigna la Asociación de Periodistas de El Salvador—; contratos del gobierno con fuertes indicios de viejas prácticas de corrupción, con “nuevas ideas”; o la concesión disfrazada de la Lotería Nacional de Benficencia, una empresa nacional estratégica para la recaudación de fondos a una transnacional extranjera. Todos estos casos enturbian también un manejo eficiente y ético de la crisis histórica actual.

Las pandemias no se controlan ni contienen con prevaricatos constitucionalistas ni con decretos legislativos. Mucho menos con zafarranchos políticos. Proscribir a los agentes del oscurantismo nacional mediante otras resoluciones y decretos, en cambio, sí contribuiría a controlar y contener la pandemia. Pero el oscurantismo endémico durante décadas en las mentes y acciones de nuestros flamantes constitucionalistas y legisladores tampoco podría abolirse mediante resoluciones ni decretos. Y por supuesto dicha abolición sería antidemocrática —aunque salvaría cientos de vidas, y a la postre la economía misma—, por lo que, de mi parte, esta grosería no es más que un miserable y odioso guiño retórico.

Por supuesto el panorama económico es también altamente sombrío y complicado. Estados Unidos es el principal mercado y sostén económico de El Salvador, y el regidor de nuestra política y capacidad de maniobra monetaria. La nula visión y acción estratégica por parte del presidente Trump —quien de una manera ciega y fetichizante busca “proteger la economía”— está conduciendo a que los Estados Unidos descienda en una depresión económica, tal como lo advierte el premio Nobel, Paul Krugman. Todos los mercados externos relevantes para El Salvador se encuentran en una situación similar, enfrentando el avance exponencial de la pandemia y las debacles económicas, sociales y políticas derivadas. Actualmente América Latina es la región del mundo más afectada por la pandemia. La dependencia periférica de la economía salvadoreña respecto a la estadounidense es tal que si en el imperio hay recesión también la habrá aquí. Y si en Estados Unidos hay depresión económica, lo mismo ocurrirá en El Salvador. Sin embargo, en la medida que se logre controlar efectivamente la curva de contagios de COVID19 en el país, los efectos negativos de una economía imperial colapsada serán menores en este punto periférico.

De esta manera, el economicismo fetichizante e inmediatista de la ANEP imponiendo su agenda en las políticas económicas nacionales, sumado al comportamiento político-económico errático del centro imperial, lo mismo que el de las periferias americanas, lejos de mitigar la depresión económica regional, complicarán y agudizarán sus efectos en el pueblo salvadoreño, a menos que se controle la curva de crecimiento de la pandemia lo antes posible. Y contrario a lo que proclaman los ideólogos y tecnócratas neoliberales, existe una disyuntiva entre la economía y la vida, pues desde punto de vista capitalista en general, y el neoliberal en particular, el propósito sustancial de la economía es la producción de capital y no la centralidad humana ni el bienestar o la justicia social.

Esta fetichización extraordinaria del capital, nos acerca más —en lugar de alejarnos— a la depresión económica que avizora Paul Krugman. A su vez, la tendencia —particularmente en el continente americano— de caos y zafarranchos políticos generalizados, propiciados por la actual crisis, es propulsada por liderazgos erráticos a escala mundial. A este respecto, coincido con Paul Krugman en que evitar una situación de depresión económica consiste no en “aplanar” la curva, sino en “aplastarla”. Krugman cita como ejemplos de este logro a Corea del Sur, Grecia y Nueva Zelandia. Yo incluiría también a Vietnam. En El Salvador, la campaña y programa político-económico promovido por la ANEP, la Cámara de Comercio, el INCAE, FUSADES y otras gremiales y tanques de pensamiento afines —e impulsados en la Asamblea Legislativa y el Poder Judicial por sus agentes corporativos y aliados—, contravienen el criterio económico estratégico que propone Paul Krugman, pero también el que aconseja la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL). De acuerdo a esta última instancia, los gobiernos de América Latina deben de impulsar políticas de bienestar social de emergencia en el contexto de la pandemia, y hacer estas políticas permanentes y sostenidas a partir de reformas fiscales progresivas.

El mantra neoliberal disfrazado de "libertades democráticas", y que consiste en "Sálvese quien pueda, solo usted es responsable de su destino" —a veces retomado por una izquierda boba y panfletaria en la consigna vacua de “Solo el pueblo salva al pueblo”—, no contribuirá a aplanar —mucho menos aplastar— la curva de contagios de COVID19. Esto, a corto, mediano y largo plazo producirá más de un millón de muertes por la pandemia en el continente. Y más que evitar una recesión, complicará una depresión económica originada en el centro imperial. Así, el neoliberalismo, golpeado casi mortalmente y destituido de cualquier sustento o excusa moral, caerá retorciéndose, pero halando consigo estados, gobiernos y —paradójica y tristemente— partidos de izquierda que claudicaron ideológica y programáticamente al malherido modelo económico sin poder encontrar una luz emancipadora en la actual crisis histórica.

La configuración de los hechos actuales nos indica que su gobierno, señor presidente, estará marcado por esta crisis histórica: pandemia hoy, depresión económica mañana. Esto, en términos políticos prácticos, demanda de su liderazgo para modificar su Plan Cuscatlán a fin de favorecer a la mayoría de la población salvadoreña mediante un programa de bienestar social de emergencia para el 75 % de los habitantes, tal como lo recomienda la CEPAL.

La curva de contagios de COVID19 en El Salvador se puede y debe controlar, pero esto requiere de una fuerte y decidida intervención del Estado y cohesión social. La tendencia natural del virus es a propagarse entre nosotros hasta que alcancemos la llamada “inmunidad de rebaño”. Su inteligencia estratégica buscará que nunca alcancemos dicha inmunidad, y así expandirse entre nosotros lo más posible, pero permitiendo una reserva para continuar expandiéndose a su conveniencia, sin nunca desaparecer.

La actual situación de condiciones objetivas —el avance mundial y regional de la curva de infección, de una manera exponencial pero también con episodios aparentemente erráticos y a la baja— y subjetivas —la desesperación, agotamiento y resignación social e institucional— está propiciando confusión y relajamiento entre la población, y aun dentro de agentes del Estado. De manera que, dada la enorme carga viral en nuestro territorio nacional, mas el encontrarnos aun muy lejos de obtener la inmunidad de rebaño, facilitaría un rebrote exponencial de la curva de contagios de COVID19 durante la primera ola.

Recientemente alguien me preguntó sobre la tendencia a la reducción de casos de infección de COVID19 en El Salvador las pasadas semanas. Recordando algunas lecturas sobre ángeles y demonios, se me ocurrió que la tendencia actual no se debería a ninguna Obra de Nuestro Buen Señor, sino a los designios del Maligno, quien nos ha tendido una treta basada en la ilusión: la dinámica epidemiológica de oasis y espejismo a la que me he referido arriba. El Maligno, tiene una inteligencia distinta pero superior a la de nuestros buenos políticos y empresarios —lo ha demostrado—, quienes tienen el objetivo estratégico de “arrancar el gran motor de la vida" —el trabajo— lo antes posible y así continuar produciendo el Sagrado Capital. Pero el Maligno tiene otras valoraciones: busca expandirse lo más posible sobre nuestros dulces y mortales cuerpos —con sabor a frambuesa, banano y eucalipto. toda una delicia para el Maligno—, conocedor éste de que si el 40 % de nuestra población se infecta, entonces ya no podrá reproducirse entre nosotros. De esta manera el Maligno nos juega una bromita de extraño gusto: nos puya y luego se va para después regresar, saludarnos y decirnos: "Hola, ¿cómo están?, ya regresé; Nuestro Buen Señor me ha enviado una vez más para saludarlos y convivir con ustedes..." Mas, por supuesto, este pícaro Maligno no es ningún angelito celestial, sino el ángel de la... (Esta es la “dinámica sobrenatural” que podría estar ocurriendo en este rincón del llamado Triángulo de las Bermudas, perdón: Triángulo del Norte)...

Perdón por la digresión.

Desde una perspectiva terrenal, sin embargo, la curva se ha aplanado en dos momentos en El Salvador, aunque no consistentemente. El primer momento ocurrió entre las semanas 9 y 12 de la cuarentena (con 534, 538, 596 y 569 contagios respectivamente en cada una de esas semanas). Esto nos demuestra en este rincón de la Realidad que la cuarentena estaba dando resultados positivos, pero estos no fueron contundentes: faltó más persistencia, sofisticación y cohesión estatal y social. Cuando se abrió la Fase 1 de la economía durante la semana 14, la curva se proyectaba al alza, y usted, señor presidente, muy debilitado por las presiones de la ANEP, la Sala de lo Constitucional y la Asamblea Legislativa cedió a dichos intereses y poderes. Esa fue su primera capitulación. La mayoría de estudios, tanto históricos como análisis científicos coyunturales respecto a las pandemias señalan que las cuarentenas —acompañadas de medidas de apoyo social y económico de emergencia; etc.— son los mejores mecanismos para contener estos fenómenos epidemiológicos. Esto ocurrió durante la pandemia de 1918, y también ha ocurrido durante la actual la actual pandemia con los casos ejemplares de China Popular, Nueva Zelandia, Cuba y Vietnam; aunque en todos estos países la pandemia continúa activa y hay rebrotes. La efectividad de estos países consistió en aplanar las curvas en la primera ola.

El segundo momento importante de la evolución de la curva es éste. Estas semanas ha habido una baja dramática de casos de infección registrados. Insisto: el virus "descansa" a fin de no agotar a  sus potenciales receptores —nosotros—, y así “nos protege” para que no alcancemos la "inmunidad de rebaño". Pero si nos conformamos con esta dinámica natural y "estratégica" del virus, en unas semanas la curva volverá a estallar de manera exponencial debido a que la carga viral es demasiado alta, no solo en el país sino que en toda la región.

Tontos, cínicos y protofascistas propondrán o sugerirán que alcancemos la inmunidad de rebaño —algunos ya lo hacen—. Alcanzar este punto podría ocurrir en un año si nos decidimos a seguir la tendencia natural e inteligencia estratégica del virus. Así, en aras de salvar la economía neoliberal más de 2 millones y medio de los salvadoreños se infectarían, más de 200 mil morirían, y nuestro pueblo quedaría habitado por zombis y fantasmas. La mayoría de contagiados y muertos por el virus serían trabajadores. personas ancianas, enfermos crónicos o con padecimientos especiales, doctores, personal médico, personal de apoyo de primera línea y administrativo, policías y soldados. De esta manera, si el objetivo estratégico de COVID19 es engañarnos y acercarse paulatinamente a la inmunidad de rebaño sin nunca alcanzarla, nuestra inteligencia estratégica debería buscar que el virus se propague lo menos posible, mucho antes de acercarnos a los 100 mil contagios acumulados. Esto nos proveerá de dos ventajas estratégicas: uno, sufriremos la menor cantidad de bajas posibles; y dos, nuestra población estará en mejores condiciones para recomponerse social y económicamente. De esta manera las consecuencias negativas de la depresión económica que se está configurando en los Estados Unidos serán menores.

3.

En el contexto de la actual crisis, su primer gran error estratégico fue capitular ante el prevaricato producido por la Sala de lo Constitucional el pasado 18 de mayo. Esto lo impulsó a la reapertura económica en su Primera Fase; peor aun, sin un Plan B que revisara y controlara los efectos de esta medida en la progresión de las curvas de contagios por COVID19. Tanto los registrados como los no registrados. Esto condujo al estallido exponencial de la pandemia el mes de julio. De esta manera, en tanto que la cuarentena de 96 días se produjo 6,630 contagios registrados, 73 sin cuarentena produjeron más de 18,679 contagios registrados y más de 350 personas fallecidas; y sumando. Es decir, todos los contagios acumulados registrados por COVID19 en julio (10,319), los contagios acumulados registrados durante agosto hasta el día de hoy, más los fallecimientos derivados son resultado directo de la irresponsabilidad histórica y decisiones de la Sala de lo Constitucional, así como el cabildeo corporativista, ignorancia y falsa consciencia reinantes en la Asamblea Legislativa. Pero también de su claudicación.

No voté por usted ni soy acólito suyo ni de su campo político. A pesar de ello, como ciudadano salvadoreño lo reconozco como presidente. Y también como mi empleado. No lo considero, ni a sus bases y cuadros, como “enemigos políticos” —aunque desconfío mucho de algunas figuras de su entorno, y me parecen nocivas para nuestro disfuncional proceso democrático—; así creo, por el contrario, que en la actual crisis histórica todos debemos de subordinar nuestros intereses personales a los intereses del 75 % de la población: la clase trabajadora salvadoreña. De esta manera, su mandato se supedita a los intereses de vida, dignidad y altruismo de la mayoría de ciudadanos salvadoreños: nuestro bien común. Estos valores y la subordinación del Estado salvadoreño a los intereses del Pueblo —nuestro principio de soberanía nacional— están consignados en el artículo 1 de nuestra Constitución Política.

La libertad —desde una perspectiva revolucionaria y humanista— se esboza en cuatro conceptos: nuestro libre albedrío; la limitaciones de los derechos individuales cuando estos afectan derechos fundamentales ajenos; la subordinación de los intereses de las minorías a los de las mayorías; y la síntesis de las anteriores ideas en el bien común. Estos conceptos se cristalizan en el artículo 1 de nuestra Carta Magna.

La esencia y propósito político del último mamotreto de la Sala de lo Constitucional en torno a la crisis de la pandemia de COVID19 en El Salvador busca obstaculizar cualquier cuarentena —efectiva— o ley de emergencia.   Sin salud y vida la ciudadanía no puede aspirar a, y gozar de, la libertad, la cultura, el bienestar económico y la justicia social que proclama el referido pasaje constitucional. Por ende, los representantes del Estado salvadoreño, llamados a proteger a los habitantes de la República, evaden sus obligaciones y violentan los derechos consagrados en nuestra Carta Magna.

No todas las leyes ni criterios jurídicos son justas. A su vez —en muchas instancias históricas, como ésta—, si se busca el bien común debe prevalecer el derecho natural sobre los intereses de élites económicas y sus representantes jurídicos, auque estos intereses se disfracen de derecho constitucional. En este caso, el derecho de la vida.  En otros tiempos, Espartaco y Jesucristo se rebelaron contra "órdenes constitucionales" injustos, o la manipulación de las leyes por los juristas y sacerdotes de aquellos entonces. Esa es la esencia en la que radica la legitimidad de las insurrecciones y revoluciones. La prevalecencia del derecho natural sobre el derecho constitucional, cuando el primero representa el bien común de las mayorías —algo aun "regulado" formalmente por nuestra misma constitución— es lo que originó histórica y jurídicamente la redacción de la Carta Magna inglesa en el siglo XI — y en la que se basan la mayoría de constituciones modernas— a partir de la insurrección de la pequeña nobleza contra la tiranía del rey Juan sin Tierra; la Revolución inglesa del siglo XVII, la Independencia de los Estados Unidos y la Revolución francesa en el siglo XVIII, así como los movimientos insurreccionales y revolucionarios de los siglos XIX y XX, incluida la insurrección del FMLN histórico y la revolución democrático-burguesa producida por dicha insurgencia. De esta forma, si un doctor de la ley le ordena a hombres y mujeres libres matar ancianos en nombre de la constitución, es deber moral de los hombres y mujeres libres rebelarse contra los "doctores de la ley" que emiten tal sentencia de muerte “constitucionalista”... Esa fue también la esencia de la Última Homilía de San Romero de América, quien le ordenó al ejército salvadoreño —que obedecía disposiciones legales de aquella época— : No matar. Las resoluciones de la Sala de lo Constitucional de El Salvador, por su manipulación política de nuestra Constitución no solo constituyen actos de prevaricato, sino que constituyen disposiciones jurídicas corporativistas asesinas que favorecen los intereses del sector más retrógrado de la oligarquía salvadoreña.

Desde una perspectiva ética e ideológica las resoluciones de la Sala de lo Constitucional sobre la COVID19 tienen un etos y contenido protofascista y clasista en cuanto que colocan en situación de peligro a los más débiles y vulnerables, así como a quienes les protegen; desvirtuando los principios democráticos y altruistas del bien común y la justicia social suscritos en nuestra Constitución. El corporativismo economicista de la Sala de lo Constitucional y la Asamblea Legislativa —y su capitulación ante dichos poderes—, señor presidente ha conducido a una situación de extremo agotamiento institucional a nivel del Estado, y psicológico e intelectual de la población: una especie de nihilismo social derivado de la ignorancia y arrogancia de los políticos. De esta forma, nos estamos acercando a una condición social de zombis. Sin embargo, debemos desafiar dicha normalidad nihilista protofascista, evitar convertirnos en zombis, y luchar por la vida. Esto implica que usted, como el líder ejecutivo de la República, debe escoger entre decisiones difíciles, y tomar las medidas políticas necesarias para salvaguardar el espíritu y sustancia del artículo 1 de la Constitución Política de la República, y todo el contenido constitucional que de dicho pasaje se deriva: la centralidad de la persona humana; aunque esto signifique contradecir a los mismos “doctores de la ley” que han hecho de la Constitución Política salvadoreña un objeto escatológico a favor de los intereses corporativistas y oligárquicos.

4.

La pandemia de COVID19 en El Salvador... ¿Una realidad, una fantasía, un milagro, o una inteligencia superior que no entendemos y que embrutece y hace más cínicos a líderes políticos y gremiales, así como sus bases cautivas, y nos torna rebaño?...

Las últimas semanas han bajado —de manera casi increíble— los casos de contagios diarios registrados por COVID19 en el país. Sorprendentemente, el promedio diario de pruebas se mantiene, mientras su relación diaria versus infecciones registradas baja progresivamente, de 18% hace 5 días a 3 % el día de hoy. Esto produce la falsa ilusión de que la pandemia tiende a estabilizarse naturalmente —y quizás que hasta desaparezca en unos días—, pero esto no es ni será así. En realidad, se está produciendo una doble tendencia: una positiva y una negativa. La positiva está reduciendo el número de contagios en el corto plazo. Lo más probables es que la curva descenderá dramáticamente durante el mes de agosto (a inicios del mes se proyectaban hasta 13 mil contagios registrados, hoy se proyectan 9 mil) y siguientes días, quizás. En tanto, en el istmo las curvas de infecciones por COVID19 van en ascenso. Sin embargo, desde una perspectiva estratégica, esta tendencia positiva puede aprovecharse para intentar empezar a aplastar efectivamente la curva a partir de agosto.

Una vez más se han abierto “los motores de la vida, el trabajo” —parafraseo las poéticas palabras de la diputada Margarita Escobar algún día de mayo, quien semanas después, mientras los legisladores discutían sobre la emergencia producida por COVID19, proclamó la esencialidad de las “boquitas Diana” en la nutrición y economía salvadoreña—; una vez más esta apertura nos puede conducir a un oasis económico o a los espejismos. Una vez más, señor presidente, esta “reapertura” se da a partir de su claudicación frente al sector más retrógrado y avaro del gran poder oligárquico y sus agentes en la Sala de lo Constitucional —¿o sala de algo más?...— y la Asamblea Legislativa...

Seré un odioso espectro onírico, pero estoy convencido de que aun estamos navegando una crisis y una emergencia nacional y mundial. La primera vez que se “reabrieron los motores de la vida” durante la actual emergencia nacional  el pasado 16 de junio, la pandemia produjo un incremento mensual de 148 % (todos los contagios registrados el mes de julio respecto a los del mes de junio: 10,314 versus 4,154). El mes de agosto produjo un notable declive en los casos registrados : 8,770, lo que significaría una reducción del 14.97 % respecto al mes de julio.

Existen otros factores externos que también complican el panorama y retos estratégicos respecto a la pandemia en El Salvador. Uno es el epidemiológico: las curvas de propagación de COVID19 crecen en el continente, la pandemia no está desapareciendo, ni en el continente ni en el istmo, y el virus no se presenta con pasaportes ni ningún otro documento de identidad. El único país de Norteamérica donde esta dinámica se ha está estabilizando es Canadá. La implicación de esto es obvia, pero la reiteraré: la pandemia no desaparecerá naturalmente —mucho menos en medio de zafarranchos producidos por posturas economicistas y políticas ciegas que fetichizan de manera extraordinaria el capital—, a menos que desarrollemos el efecto de inmunidad de rebaño. Pero si esto ocurriera habría otras consecuencias patológicas abrumadoras. En El Salvador este tipo de inmunidad solo se conseguiría si casi 2 millones y medio de habitantes se contagiaran. Este nivel de contagios implicaría la muerte de más de 400 mil personas por la pandemia, debido al estrés sistémico producido, dado que la tasa de mortalidad subiría del 2.6 % a por lo menos el 15 %. El índice de mortalidad podría ser mucho mayor. No impulsar medidas efectivas para la contención y aplanamiento de la curva nos conduciría, en efecto, a una situación de “inmunidad de rebaño”, lo cual ocurriría, quizás, en aproximadamente un año, en un El Salvador devastado y habitado por zombis y fantasmas.

¿Además de las sabias medidas de prevención articuladas y promovidas por el Estado salvadoreño, será que la actual reducción de casos registrados de contagios de COVID19 se debe a la Divina Gracia de Nuestro Buen Señor, quien conmovido por el altruismo e inteligencia de nuestros buenos y mortales líderes —políticos, gremiales y demás— decidió detener la peste?... Y si tal posibilidad divina no fuese posible en este desolado rincón del universo, ¿tal vez la actual tendencia se debe a nuestra superioridad genética respecto a nuestros hermanos latinoamericanos para resistir COVID19?...

Todas las especulaciones son posibles en el mundo de las ideas. A pesar de ello, desde una perspectiva estratégica la mejor opción es una análisis cuantitativo-cualitativo conservador. Para este simple propósito, observamos el comportamiento de la curva de contagios registrados de COVID19 desde el 18 de marzo hasta el momento actual. Y a partir de esa valoración debemos articular un nuevo plan para contener, controlar y eventualmente erradicar la pandemia. ¿Lo haremos?...

El mecanismo más simple y conservador para prevenir que COVID19 vuelva a desarrollar un alza exponencial es observar lo que ocurrió a partir de la primera reapertura económica el 16 de junio: analizar la progresión matemática de la curva de contagios entre marzo y julio, y evaluar las dinámicas cualitativas que marcaron y caracterizaron dicho período: los eventos políticos, económicos y sociológicos condujeron a esa fecha y la epidemiología de la enfermedad, etc. Cuantitativamente, el cálculo es muy fácil de realizar: el total de contagios registrados durante 96 días de cuarentena sumaron 6,630 versus 10,314 contraídos todo el mes de julio (31 días); es decir, un incremento del 55.57 %. A su vez, julio registró un incremento del 148 % respecto al mes de junio, el cual acumuló un total de 4,154.

En términos cualitativos, el comportamiento cuantitativo de la curva fue el resultado de las tormentas tropicales de mayo y la movilización estatal, institucional, gremial y social derivadas. Pero más que lo anterior, los zafarranchos políticos: la campaña de tocar pitos, la movilización política de la ANEP como un súper paraestado y el circo y oscurantismo corporativista de la Sala de lo Constitucional y la Asamblea Legislativa, “poderes” del Estado subordinados al poder oligárquico —el verdadero poder: “Don dinero”—, que mediante la manipulación de nuestra Carta Magna lo han hecho claudicar dos veces, señor presidente.

Las pandemias son fenómenos naturales que afectan existencialmente a diferentes especies biológicas. En el contexto de los seres humanos —dadas nuestras complejas configuraciones de organización—, las pandemias no solo constituyen fenómenos naturales, sino también eventos económicos, sociales, culturales y políticos. De esta manera, en los contextos históricos de las pandemias humanas se entrelazan las dinámicas biológicas de virus y bacterias con las las actitudes, acciones y reacciones de las sociedades y estados, derivadas según nuestros niveles de desarrollo y complejidad. En el contexto específico de la crisis de la pandemia de COVID-19 que penetró El Salvador la semana del 18 de marzo pasado, esto es más fácil de estudiar de manera retrospectiva cuando se observa y analiza cuantitativa y cualitativamente el desarrollo semanal de estas interacciones. Así, la gráfica 1 (“Incidencia de eventos naturales y zafarranchos políticos en la progresión de la pandemia de COVID19 entre marzo y junio de 2020”) ilustra cómo diferentes eventos institucionales y políticos contribuyeron, además de eventos naturales —que continúan y continuarán contribuyendo—, a la evolución de la curva de infección. La gráfica muestra cómo entre las semanas 9 y 12 la curva se empezó a controlar. Si con la adecuada disciplina la cuarentena se hubiera mantenido, en julio los índices de contagio hubieran sido similares a los de mayo y junio. La gráfica también muestra cómo la decisión política de la Sala de lo Constitucional que ordenó la suspensión del Decreto Ejecutivo de Emergencia Nacional, así como la incidencia de las tormentas Amanda y Cristóbal los primeros días de junio, y la apertura de la primera fase de la economía —bajo la presión político-ideológica-mediática de la ANEP y sus aliados y agentes políticos— el 16 de junio incidieron de manera dramática en el alza exponencial de la curva entre las semanas 13 y 20. La evolución actual de la curva, de cara a las dinámicas políticas actuales —la alianza entre la Sala de lo Constitucional con la Asamblea Legislativa para impedir un nuevo Estado de Emergencia que restrinja la movilidad ciudadana, y por el contrario la implementación del Decreto 661, así como medidas de prevención, francamente, risibles y banales; etc.— apunta hacia una nueva alza de infecciones en algunos días o semanas, quizás también exponencial, a pesar del dramático declive de los casos registrados el mes de agosto. Esta alza ocurriría entre septiembre y octubre a menos que lo más pronto posible se implementen medidas serias de contención contra el desarrollo viral de la pandemia de COVID19 en El Salvador.

Una explicación sencilla de la inteligencia humana es describirla como nuestra capacidad de observar la naturaleza y el comportamiento de otros seres para comprender la Realidad para leer e interpretar lo mejor posible el pasado, el presente y el futuro. La inteligencia social de las abejas, las hormigas y aves migratorias, entre muchas especies, es particularmente notoria; así como lo la de los perros y caballos para interpretar y acompañar nuestros temperamentos e integrarse de una manera conveniente a las experiencias sociales y culturales humanas. Otras esferas de la Realidad me hacen pensar que la inteligencia es mucho más compleja de lo que los humanos, por el momento, logramos observar e interpretar. A este respecto, mis propias digresiones intuitivas y oníricas fueron prefiguradas poética y científicamente por Calderón de la Barca, Edgar Allan Poe, Mary Wollstonecraft Shelley, Borges, así como en las investigaciones de Alan Turing, John Horton Conway y otros. Ahora parece confirmarlo el comportamiento mismo de la COVID19.

Si observamos el comportamiento de la curva de infecciones registradas por COVID19 los pasados meses y el momento actual, así como el comportamiento de la gran curva global y las regionales, se pueden inferir dos escenarios generales para los próximos meses. El primero consistiría en un nuevo ascenso en los índices de contagio, el cual podría tomar diferentes formas de progresión —si no se implementa ninguna medida relevante para la prevención de contagios y aplanamiento y eventual eliminación de la pandemia, como es el caso ahora—. El segundo escenario consistiría en el descenso consistente y progresivo de la curva de infecciones hasta, eventualmente, producir las condiciones más óptimas para la mitigación total o casi total de la pandemia. Si esto se consiguera, tanto el Estado como la Sociedad salvadoreña podrían sostener de manera más óptima sus recursos humanos, institucionales y logísticos, logrando así, en el mediano y largo plazo, menguar los efectos nocivos de la depresión económica que se está configurando en los Estados Unidos producida por la crisis de la pandemia y la caótica respuesta imperial para enfrentarla.

En El Salvador, los escenarios generales presentan al menos dos posibilidades de proyección. El primero, dos opciones negativas: una menor y una mayor. El primer caso consistiría en un alza mensual progresiva leve, menor al promedio de las progresiones mensuales producidas entre marzo y agosto. Este escenario negativo menor sería el menos plausible. El segundo escenario, más factible, consistiría en una explosión y reproducción cuantitativa similar a la progresión ocurrida entre entre julio y junio bajo condiciones político-sociológicas similares. Esto significaría que entre septiembre y octubre se podría ver un incremento de 148 % respecto al mes de agosto, que es el incremento ocurrido entre julio y junio a partir de la primera reapertura económica el 16 de junio. Es decir, una acumulación de unos 22,000 infectados registrados en el referido período, y luego —si hacemos un cálculo optimista— un alza constante mensual de 1 %, que produciría más de 100 mil infecciones registradas acumuladas hasta diciembre, lo que a su vez significaría unos 50 mil infectados registrados activos durante dicho mes.

El segundo escenario presenta dos posibilidades positivas, una mayor y una menor. La menos positiva sería el resultado de un sistema de cuarentenas focalizadas, el cual produciría una reducción mensual progresiva considerable de infecciones registradas a partir de su implementación, y que resultaría en una acumulación de un total de menos de 70 mil infecciones registradas hasta el mes de diciembre, que a su vez significaría una reducción potencial  importante de casos activos para ese entonces.

La segunda situación más optimista se produciría por una cuarentena total, estricta y sujeta a permanente análisis. Este sistema de control y contención epidemiológica produciría menos de 60 mil infecciones acumuladas registradas hasta diciembre y un número mucho menor de infecciones activas registradas durante ese mes.

El 15 de junio, un día antes de que se hiciera la primera “reapertua económica”, hubo en El Salvador 115 infecciones registradas. El 23 de agosto, un día antes de la segunda reapertura económica hubo en el país 189 casos registrados. Esta es una diferencia importante a tomar en cuenta al comparar los dos momentos: durante la primera reapertura la curva de contagios marcaba una clara proyección al alza y ahora ocurre lo opuesto.

En el momento actual, la dialéctica de la Realidad se nos presenta como una paradoja: un momento liminal en el que la pandemia pareciera desaparecer y al mismo tiempo amenazar con una nueva acometida viral. La euforia del “arranque de los motores de la vida”, pareciera impedirnos observar esta dialéctica de oasis-espejismo.

5.

Señor presidente, en la presente crisis, sus complicaciones y retos, usted tiene dos opciones políticas e históricas.

La primera consistiría en obedecer a la agenda oscurantista, anticientífica y corporativista de la Sala de lo Constitucional. Esto significará la no implementación de ningún tipo de cuarentena ni ley de emergencia que logre controlar efectivamente una emergencia nacional, la cual a su vez es parte de una dinámica y emergencia mundial.

La segunda sería atender los intereses estratégicos y aspiraciones del Soberano: el Pueblo salvadoreño en la presente crisis histórica. Es decir, promover y garantizar la salud y vida de los habitantes de la República y protegerles de COVID19. Estos intereses estratégicos y aspiraciones implican en estos momentos la necesidad de implementar una ley de emergencia y alguna forma de cuarentena o control epidemiológico proactivo, a fin de aplanar y eventualmente aplastar la curva de contagios de la pandemia de COVID19, previniendo que esta vuelva a crecer exponecialmente las próximas semanas y meses.

Usted será juzgado por el Pueblo y la Historia por haber tomado cualquiera de estas dos opciones: los intereses de una camarilla de “doctores de la ley” corporativistas y encubridores de pedófilos; o los intereses del Soberanos Pueblo salvadoreño, el que lo eligió a usted y al que se debe.

Tomando en cuenta las consideraciones previas, en mi condición de ciudadano salvadoreño —y tomando su palabra durante su discurso inaugural en cuanto a escuchar propuestas de la población—, y demostrada disfuncionalidad del Estado salvadoreño frente a la actual crisis histórica, hago las siguientes valoraciones y propuestas:

1) Sin la existencia de una vacuna contra COVID19 u otro mecanismo de prevención o cura terapéutica para combatir tal enfermedad, una nueva cuarentena estricta de 31 días y prorrogable, bajo diferentes puntos de enfoque analítico por parte de especialistas, sería el mecanismo más efectivo y veloz para aplanar y eventualmente aplastar la curva de contagios de la pandemia en El Salvador. Para que esta nueva medida de control y contención fuese viable, tendría que ser acompañada de políticas de asistencia social de emergencia para el 75 % de la población, tal como lo recomienda la CEPAL.

Un elemento más que justifica la implementación de este tipo de cuarentena es el elevado número de contagios subregidtrados, los cuales se pueden calcular especulativamente a partir de múltiples informes sobre muertes relacionadas por COVID19 subregistradas. Quizás el más relevante de estos informes —curiosa y paradójicamente—  proviene de uno de sus detractores, el presidente del Colegio Médico de El Salvador, el doctor Milton Brizuela, quien al tiempo de afirmar que su gobierno exagera y manipula las cifras de contagios por COVID19 en el país, indica que el número de entierros con protocolo COVID19 supera las 5 mil muertos. Esto significaría que al momento de la acumulación de esa cifra, además de los registros oficiales había en El Salvador entre 33 mil y 200 mil infectados acumulados, dependiendo del índice de mortalidad total en el país respecto a la enfermedad (mortalidad registrada y no registrada). Los contagios incógnitos subregistrados —asintomáticos— complican la curva de progresión de la pandemia en El Salvador, ya que desconocemos también el índice de propagación de la pandemia por parte de estos enfermos desconocidos. A nivel mundial este factor incógnito produce varias curvas paralelas —por el momento incontrolables debido a su camuflaje y mimetismo— que al final constituyen la curva real global de la pandemia, la cual no es la que analiza diariamente el gobierno, pero tampoco es sobre la que especulan los politiqueros de la “oposición”, incluyendo los mercaderes neoliberales de un Colegio Médico que ha traicionado a sus colegas. La curva de contagio real de COVID19 solo podría ser conocida a partir de análisis matemáticos y virológicos de la actual pandemia, que incluyan datos mundiales y regionales, así como de otras crisis históricas similares a la actual, a fin de articular inferencias lógicas más acertadas. Por el momento, el alto grado de incertidumbre que las curvas incógnitas producen demanda el mayor nivel de cautela de parte del Estado, la Sociedad y los analistas. En este sentido, es preferible la exageración orientada a la prevención, que un irresponsable relajamiento mercantilista que prolongue la pandemia en el país con elevados números de contagios que socaven más los recursos del Estado y mermen la salud de nuestra población.

2) Sin embargo, los hechos históricos me han conducido reconsiderar mi posición original respecto a una cuarentena estricta y prorrogable, y he llegado a la convicción de que tal tipo de confinamiento es imposible de implementar por el momento en el país —aunque sería la forma más efectiva y veloz, insisto, de controlar y superar la crisis, y aminorar las consecuencias de la depresión económica que se avecina—, dada la falta de cohesión entre el Estado y la Sociedad, y el enorme poder del gran capital para imponer sus intereses e ideología sobre los trabajadores y la pequeña burguesía. Por esta razón, la mejor alternativa viable en las presentes circunstancias para enfrentar la actual crisis histórica es una cuarentena focalizada dinámica analítica.

Esta cuarentena focalizada dinámica analítica consistiría en la implementación dinámica y progresiva de Centros Epidemiológicos Inteligentes (CEI) tal como lo propone el reciente estudio del doctor Óscar Picardo: Cercos epidemiológicos inteligentes (un enfoque educativo, informacional y tecnológico), auspiciado por el Colegio Médico de El Salvador y la Universidad Francisco Gavidia. Estos CEI se deben implementar de manera focalizada y paralela en todas las zonas de riesgo alto y muy alto.

A los elementos metodológicos y de análisis de este modelo debe de agregarse el siguiente ítem: El descalonamiento o escalonamiento de dichos CEI de manera paralela y progresiva, según fuese necesario, hasta cancelarlos definitivamente una vez los índices de contagios por COVID19 descendieran a niveles no peligrosos. Si al cabo de un mes estos CEI no producen resultados mínimamente satisfactorios y por el contrario empiezan a producir alzas similares a las producidas entre junio y julio (10 mil contagios en un mes), entonces estos mecanismos de control y contención epidemiológica deben de constituirse en Cuarentenas Paralelas Inteligentes Focalizadas (CPIF), combinando elementos de los CEI propuestos por el estudio del doctor Picardo. En caso de que todo el territorio nacional alcanzara nivel de alto peligro epidemiológico, las CPIF deberían de evolucionar a una Cuarentena Estricta Nacional Analítica (CENA), la cual siempre debería de contar con los elementos de monitoreo y control técnicos y científicos contenidos en los CEI originales de manera constante y permanente.

Estos mecanismos progresivos de control y contención epidemiológica (CEI, CIPF y CENA) deberían ser monitoreadas por un equipo de especialistas del gobierno y apoyados analíticamente por un grupo consultor multidisciplinario conformado por científicos, académicos y técnicos. Para estos efectos yo recomiendo al Observatorio COVID19 de la Universidad Francisco Gavidia, el Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de El Salvador, y la economista Julia Evelyn Martínez de la Universidad José Simeón Cañas. Este grupo consultor de monitoreo deberá estar subordinado a una Coordinadora Estatal de Emergencia, cuyo liderazgo ejecutivo debe radicar en el presidente de El Salvador y el ministro de salud. A su vez, esta Coordinadora debe estar integrada también por representantes de las principales fracciones de la Asamblea Legislativa, incluyendo representantes de los disidentes del partido ARENA; así como un representante de la Sala de lo Constitucional. El objetivo político operativo de la configuración de esta coordinadora sería —dado lo nocivo que ha sido para el país el choque de poderes e intereses corporativos en cuanto al control y contención de la curva de contagios de COVID19, en particular a partir de las intervenciones de la Sala de lo Constitucional— el que una representación amplia y democrática pudiera intercambiar criterios científicos, técnicos, políticos e institucionales con el fin de resolver en la mejor medida de lo posible la actual crisis histórica, y bajo criterios en los que predomine la centralidad de la vida y perspectivas científicas sobre los intereses corporativos. El objetivo estratégico de este plan de control y contención epidemiológica a mediano plazo debe de ser evitar que en diciembre lleguemos a tener 70 mil casos de COVID19 registrados acumulados, lo cual significaría unos 35 mil casos activos, más el prospecto de que durante la primavera boreal esos números se dupliquen.

Existen razones estratégicas por las cuales el Estado y los habitantes de la república debemos organizar y acatar alguna forma de control y contención de la pandemia. En primer lugar, la curva global se orienta aun vigorosamente al alza, sin señales sustanciales de que la pandemia esté menguando. En segundo lugar, la región con mayor número de contagios —y de manera abrumadora— es el continente americano. En tercer lugar, el comportamiento aparentemente errático del virus en la región es en realidad un comportamiento táctico del virus, el cual previene que su rebaño —nosotros— se agote y así poder seguir expandiéndose. Esta treta viral toma ventaja de nuestro propio agotamiento ontológico, social y político respecto a una situación extrema: la primera pandemia que nuestras generaciones experimentan, más todas sus repercusiones en diferentes ámbitos de nuestras vidas. A esta situación extrema se suman otros factores sociológicos en el actual contexto histórico-cultural, por ejemplo lo que en su reciente estudio el doctor Óscar Picardo denomina como “infoxicación”, o un exceso de información disponible en diferentes medios y que, por lo general consultamos —y difundimos— de manera desprevenida, no educada, y hasta, francamente, ingenua, en la forma de noticias falsas. Esta dinámica es un recurso que mercadólogos, políticos y agencias de inteligencia —de diferentes signos— se utiliza para posicionamientos tácticos y estratégicos hegemónicos para manipular vía la información-desinformación. Este recurso, en realidad, es muy antiguo si escudriñamos bien nuestra historia política y militar. Lo encontramos incluso en la Naturaleza. Yo he logrado identificar esta dinámica en el comportamiento mismo de COVID19, una situación que me remite al estudio y diseño computacional del matemático inglés John Horton Conway y su Juego de la vida, un modelo autómata celular —y un Turing completo que prescinde de cualquier jugador humano, quien solo debe crear el juego mismo y observar su evolución autónoma— aparecido en la revista Nature en 1970. Estoy convencido que la mejor perspectiva estratégica para combatir COVID19 y enfermedades de Coronavirus relacionadas, es estudiar y analizar la mayor cantidad posible de estudios históricos y científicos contemporáneos sobre diferentes aspectos de las pandemias, así como el modelo de Conway.

Tengo la certeza de que el virus de COVID19, lo mismo que otros en la naturaleza, combina dinámicas de movimiento y expansión como los descubiertos por Conway en su Juego de la vida , así como los estudiados por los virólogos. Sospecho que las dinámicas de acción del virus sugieren otras formas de inteligencia natural, respecto a las que, por consideraciones estratégicas de prevención y sobrevivencia, los humanos debemos adelantarnos.

Lo que yo denomino como una retirada táctica del virus —con un guiño ontológico-metafísico en torno a los conceptos de vida e inteligencia, lo acepto, y que me remite también al juego de Conway— nos provee, sin embargo, una gran oportunidad para reducir y contener la curva. Así, aunque la situación no es mejor que en marzo o junio, este es el segundo mejor momento para controlar la pandemia de COVID19 y organizar y aunar esfuerzos para erradicarla. Si nos lo proponemos, en diciembre podríamos tener los mismos valores de contagio que en mayo. Pero esto no ocurrirá de manera natural, sino que requiere de un esfuerzo estratégico conjunto de parte del Estado y la sociedad salvadoreña. Si nosotros, seres vivos, y con un alto nivel de inteligencia no nos adelantamos al virus, una entidad sin vida, éste demostrará ser más inteligente y sofisticado que nosotros. La avaricia del sector más retrógrado de la oligarquía nacional representado en la ANEP, así como el actual circo político institucional, los zafarranchos propiciados y protagonizados por “doctores de la ley” y políticos ignorantes y corruptos  —los factores que entorpecen nuestra inteligencia para combatir la COVID19— dan cuenta de tal posibilidad.

137.

449 + 397 (-11.58 %) +375 (-5.54 %) + 349 (-6.93 %) + 321 (-8.02) + 305 (-4.98) + 293 (-3.93) + 281 (-4.1) + 269 (-4.27) + 255 (-5.2) + 247 (-3.14) + 236 (-4.43 %) + 220 (-6.78 %) + 202 (-8.18) +189 (-6.44 %) + 175 (-7.41 % ) + 154 (-12 %) + 144 (-6.49 %) +131 (-9.03 %) + 122 (-6.87 %) + 98 (-19.67 %)

...¿...84 + 77 + 71 + 65 + 60 + 55 + 50 + 46 + 42 + 38 + 35 + 32+ 29 + 27 + 25 + 23 + 21 + 19 + 17 + 15 + 13 + 11 + 10 + 9 + 8 + 7 + 6 + 5 + 4 + 3 + 2 + 1 + 0 ?...

Los números son hermosos. Tienen magia y poesía. Aunque no soy matemático, a veces sueño con ellos. Recientemente me ocurrió.

Por alguna razón desconocida, el número 137 y la escena repetida de otro sueño se me aparecían de manera intermitente, entrelazándose con progresiones matemáticas que nos son familiares estos días. O deberían serlo.

Para el físico teórico Max Tegmark el universo es un gran territorio  matemático.

Durante meses, con el afán de comprender mejor la realidad he estado produciendo diariamente curvas de proyección de la pandemia en el país. Este ejercicio, u obsesión, implica el constante análisis de diferentes datos, incluidos los oficiales. En este afán he observado con detenimiento y fascinación cómo desde el pasado 10 de agosto, a pesar de zafarranchos políticos, comportamientos sociales erráticos, recomendaciones cosméticas de higiene y distanciamiento físico, y una reapertura económica desordenada, las cifras registradas de contagio de COVID19 en el país han descendido constante y progresivamente a un promedio de 7.2495 %.

Los números, su decrecimiento diario y el contexto —incluyendo la reducción progresiva de la relación entre pruebas y los casos registrados: 15.9 % el 10 de agosto y 4 % el 29 de agosto—, parecieran ser proyecciones materializadas por un universo paralelo sobre nuestra onírica realidad. De esta manera, tuve que revisar y modificar la proyección que esbocé a principios del mes, la cual producía alrededor de 13 mil infecciones registradas acumuladas para todo agosto. Así, el 16 de este mes, tuve que modificar la estimación original a 10,770. Ahora la curva proyecta 9 mil, aunque podría ser de 8,759 si se mantiene el promedio de descenso diario de 7.2495 %.

A pesar de los misterios indicados arriba, yo insisto en observar indicios de una inteligencia superior a lo de nuestros políticos y una población nacional tornada rebaño: la astucia del virus mismo. Por esta razón hago hincapié en un abordaje analítico que combina alerta y conservadurismo.

En un primer escenario (gráfica 2) supongo tres posibilidades: una progresión constante de 0.5 % hasta diciembre, de no implementase ningún sistema de control epidemiológico durante los próximos meses, lo cual produciría unos 55 mil contagios registrados acumulados por COVID19 entre agosto y diciembre, y unos 72 mil desde marzo hasta las Navidades. Alternativamente, un sistema de Centros Epidemiológicos Inteligentes dentro de este escenario producirían una disminución mensual gradual de contagios registrados de 19.51 %, o unos 28 mil entre agosto y diciembre, es decir, una acumulación total de 45 mil contagios registrados entre marzo y diciembre. En añadidura, un sistema de cuarentena estricta produciría unos 17 mil contagios registrados entre agosto y diciembre, o una acumulación de unos 34 mil entre marzo y diciembre.

Creo que el escenario anterior es el menos factible en cuanto a la proyección de infecciones acumuladas de COVID19 sin ningún sistema de control epidemiológico. Lo que ocurriría, pienso, sería una explosión de contagios similar a la ocurrida entre junio y julio, es decir, un incremento del 148 % de contagios registrados entre septiembre y octubre (por razones de simplificación en la gráfica 3 que he producido ubico esta nueva explosión de contagios en el mes de septiembre), o unos 21 mil contagios registrados durante ese período; a partir de lo cual habría un incremento progresivo gradual hasta producir una acumulación de unos 99 mil contagios registrados entre agosto y diciembre, o de unos 116 mil contagios registrados acumulados entre marzo y diciembre.

Obviamente, existen otras posibilidades, y aun especulaciones, que prescinden de análisis numéricos y científicos. Casualmente, la actual tendencia en la reducción de contagios registrados de COVID19 ocurrió a partir de una jornada de oración el pasado 10 de agosto. Sean cuales sean las razones, cabe la posibilidad de que la actual progresión hacia el descenso continúe hasta que se extinga la pandemia en nuestro buen país. Si esta tendencia se mantiene, con un promedio de declive constante de 7.2495 %, en nueve días se registrarían 49 contagios; en veinte días, 21 contagios; en treinta y un días, 8 contagios; en cuarenta y nueve, 1; y en cincuenta y seis días, 0.

Pero —alternativamente—, podría haber una explosión exponencial en los índices de contagio de COVID19 las próximas semanas. Es mejor prevenir que lamentar. La mejor prevención y abordaje estratégico para impedir un nuevo estallido en el índice de contagios por la pandemia será la prevención mediante una colaboración coordinada y cohesionada entre el Estado y la Sociedad. Esto se logrará si se implementa un sistema de confinamiento escalonado basado en Centros Epidemiológicos Inteligentes propuesto por el doctor Picardo y el Observatorio COVID19, añadiendo el componente de dinamismo analítico progresivo que he indicado antes en esta misiva. Este abordaje facilitará la contención de la pandemia antes de que se implemente una campaña nacional de vacunación, y además de salvar miles de vidas, en el mediano y largo plazo también amortiguará mejor los efectos de una depresión económica regional.

En agosto el Ministerio de Salud registró 8,770 contagios de COVID19, lo que significa que en este mes hubo una reducción del 14.97 % respecto a julio. Y si el promedio de decrecimiento diario de los pasados veintiún días (-7.24 %) se mantuviera el resto de septiembre, el 31 registraría —probablemente— 3 contagios y un total de 998 contagios acumulados; prácticamente el fin de la pandemia en El Salvador con 0 registros el 3 de octubre.

Por supuesto, un promedio de decrecimiento durante veintiún días más no significa que éste se mantendrá constante treinta y un días más, pero sí indica una tendencia marcada que puede alterarse por otros factores, tales como carga viral acumulada, fenómenos naturales, comportamientos sociológicos, zafarranchos políticos, etc. Si bien en Guatemala la curva de contagios pareciera empezar a aplanarse, y en El Salvador la curva se orienta franca, casi estrepitosamente a la baja, en general en la región la curva global aun se proyecta al alza. Adicionalmente, en El Salvador existe un ambiente de extremo relajamiento y zafarranchos políticos y sociales que muy probablemente producirán una nueva alza en el índice de contagios de COVID19, tal como lo he indicado arriba. Sin ningún mecanismo de control epidemiológico relevante (gráfica 4), la tendencia marcada a la baja podría producir 998 contagios registrados, o, alternativamente, si ocurriera una nueva explosión similar a la de julio —con un incremento del 148 %— podrían producirse 21,749 contagios registrados el mes de septiembre. Pero también podría ocurrir una dinámica intermedia, que para simplificar supondré como un incremento de contagios del 74 %, lo cual produciría 15,259 contagios registrados (gráfica 5).

Fuese cual fuese la dinámica de acumulación de contagios de COVID19 entre los meses de septiembre y octubre, la tendencia que se configurara marcaría la tendencia del tercer momento de la pandemia en El Salvador.

 

6.

El país se encuentra a una de sus mejores oportunidades para controlar la curva de progresión de la pandemia de COVID19. En términos generales tenemos dos retos y posibilidades estratégicas que deberíamos aprovechar, aunque también podríamos desperdiciar. Uno: controlar la curva. Y dos: reducirla e intentar aplastarla. A este respecto podríamos incluso utilizar la lógica de los países socialistas y colocarnos cuotas de reducción semanal de casos registrados. Si lográramos obtener estas metas no sólo estaríamos conquistando grandes logros en salubridad, y bienestar económico y social de nuestra población, sino que estaríamos haciendo grandes aportes al istmo centroamericano y a la humanidad al reducir en la región la carga viral de COVID19.

Nuestra lucha es una lucha de inteligencias —la de una entidad sin vida versus la nuestra—, pero también una lucha por el espíritu y contenido de la Constitución Política salvadoreña: ¿prevalecerán los intereses corporativos y oligárquicos, o prevalecerá el bien común y las aspiraciones históricas del pueblo salvadoreño?... A este respecto la Historia aún no ha escrito su último capítulo.

Señor presidente, como mandatario usted deberá decidir las próximas semanas de qué lado de la Historia colocarse: del lado de la ANEP y su programa neoliberal —intereses promovidos por una Sala de lo Constitucional perversa y una Asamblea Legislativa que actúa como apéndice corporativo—; o, si usted es consecuente, con los intereses estratégicos del Pueblo que lo eligió —como mandatario, pero también como el Primer Empleado de la República—. La primera opción es la más fácil, pero la que será, a la postre, deleznada por la Historia. La segunda, la más complicada, demanda que usted limpie su administración de cualquier indicio de corrupción y abuso, al tiempo que implemente nuevamente las medidas necesarias para controlar y aplastar la curva de contagios de COVID19, y así salvar a los habitantes de El Salvador del colapso social y económico que ocurrirá si la pandemia se prolonga con elevados números de contagio. Entre menos casos de infección produzca la pandemia y menor mortandad derivada haya, menos sufrirá nuestra sociedad, y asimismo, a mediano y largo plazo, menos sufrirá nuestra economía.

La COVID19 es una entidad sin inteligencia, pero cuyo dinamismo estratégico pareciera ser superior a la inteligencia de nuestros políticos. Sin embargo, podemos revertir esta situación. Y debemos hacerlo, y así hacer prevalecer nuestra inteligencia y humanidad...

Bien, señor presidente, debo atender otros asuntos y usted también. Le deseo todo lo mejor, así como a su familia. Disfrute esta hermosa época de los primeros años de Layla.

 

 

Gráfica 1

Gráfica 2Gráfica 3

Gráfica 4

Gráfica 5