• Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Catarsis de nación

Catarsis de nación

En 1980, luego del golpe de Estado propiciado en octubre de 1979 por la juventud militar, hace 35 años; se trataron de implementar algunos programas relacionados con la tenencia de la tierra, la distribución  de la riqueza y la democratización del país;  programas que intentaba superar la crisis socio política y económica que en esos momentos estaba a punto de explotar con toda su contundencia.  

Doce años más tarde, los acuerdos de paz iniciaban un nuevo escenario político de mayor apertura ideológica, la creación de la policía nacional civil y el apuntalamiento de algunas instituciones que impulsaran los acuerdos.  

En ese periodo de los 12 años en pleno conflicto armado, los valores consustanciales a la cultura occidental y a lo que había venido siendo la “salvadoreñidad”, fueron duramente enfrentados por las fuerzas en contienda. La propaganda sobre lo positivo o negativo de cada uno de los valores que pretendían defender era contraatacado en cada una de sus expresiones; la desinformación formaba parte de la guerra ideológica y psicológica y desde allí se introdujeron en la mayor parte de la  población: la desobediencia civil, el irrespeto a las normas, leyes y valores de la república y de la convivencia armónica y saludable.  

Así nacieron las nuevas generaciones en un ambiente de confrontación, confusión  y odio; producto de las iniquidades y brutalidades que toda confrontación armada trae. Y esa lucha sin rifles, se trasladó al campo político donde todavía convive y perdura. Basta ver las redes sociales para enterarse del resentimiento con que epíteto tras epíteto se lanzan los adversarios. 

 Desafortunadamente, luego de los acuerdos de paz, no se contempló e implemento, medidas para darle tratamiento a esa actitud perniciosa que se había adquirido bajo los bandos en conflicto, y eso quedo allí en el alma del pueblo, sin distinción de clases. 

Algunos han sabido razonar, olvidar y perdonar; otros murieron con la pena o el odio, en fin es un rosario de resentimientos, apatías, rencores  que todavía no se olvidan y que por cualquier causa o hecho se renueva con más bríos. 

 En la lucha del poder, un poder que se contrapone a otro poder, lo excita, lo sublima y eso sirve y basta para una renovación constante en el alma de los hombres, lo más probable es que sea trasmisible el seno de cada familia como una herencia ideológica política. 

Lo cierto es que estamos en otros tiempos, las circunstancias del entorno han cambiado, la situación mundial es otra, la innovación y la tecnología ha traído avances y las nuevas generaciones buscan la oportunidad de ayudar en la creación de un país diferente, de acuerdo a nuevos paradigmas, sueños y realidades. 

Empresarios jóvenes que buscan y practican la responsabilidad social empresarial, nuevos profesionales que no ven en las representaciones políticas reflejadas sus aspiraciones y buscan una nueva utopía, y así cientos de miles de salvadoreños en el exterior que desean un remanso de paz y oportunidades para regresar al país.  

En conclusión es necesario deponer desde todos los niveles esa confrontación y buscar juntos alternativas para impulsar la manifestación de una patria de todos y para todos: libre, soberana e independiente.  

Los salvadoreños somos una clase de seres humanos emprendedores, duros, con coraje y persistencia para afrontar los problemas, siglos de historia lo confirman.  

Debemos de superar este reto comenzando con perdonar y perdonarnos en una catarsis nacional, por el bien de nuestra patria. Debemos comprender que hemos estado inmersos en un juego del cual somos peones en un tablero, que los que dirigen el juego buscan satisfacer sus intereses personales y de grupo, nada más.  

Ya basta de tanto odio y rencor, emulemos a otros pueblos que han sabido administrar sus diferencias y encontrado su camino en paz, armonía, progreso y libertad.