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¿La trampa? (Historias de guerra)

¿La trampa? (Historias de guerra)

Luis había sido escogido entre varios prospectos del partido, para formar parte de los nuevos equipos de comunicación que el régimen iba impulsar como estrategia del nuevo gobierno en el poder. Antes había sido sometido a cursos de capacitación, y orientación política y comunicacional instruidos por expertos suramericanos. Ese era el acuerdo; juntar personal nacional y extranjero para crear un soporte comunicacional que pudiera enfrentar la embestida de los medios nacionales que apoyaban al sistema depuesto y a la formación de una nueva fuerza política, representando los intereses de la clase empresarial y terrateniente golpeada por las reformas de la proclama del golpe de estado de 1979.

El nuevo gobierno puso a Luis a cargo de los medios de comunicación del Estado, que incluía un canal de televisión, la radio nacional y la dirección de publicaciones. Este se apoyó con personal nacional —muchos egresados o con estudios en la Universidad nacional— y contó con el apoyo técnico y equipo de última generación del programa de ayuda internacional. El reto no era sencillo, por una parte, conformar un nuevo staff de periodista que implementaran nuevos formatos noticiosos en las entregas por la televisión y radio; abrir espacios de participación para que la población se expresase, difundir los logros del gobierno y aplacar la campaña de desinformación proveniente de los dos frentes de guerra: la derecha empresarial y la insurgencia armada.

La anécdota.

Cerca del colegio San Pablo en la zona alta de la colonia Escalón y cercana a una zona marginal, había un pequeño edificio de apartamentos tipo americano. Eran dos torres con cuatro apartamentos cada uno. El piso tenia al centro una parte más baja donde estaba la sala amueblada y luego dos habitaciones y su área equipada de cocina y baños. Una noche mientras Luis estaba preparando la cena, escucho un pequeño ruido y vio cómo se deslizada una funda de papel bajo la puerta, pasos acelerados y el arranque estrepitoso de una moto. Al indagar con el custodio del lugar, este comentó que un tipo corpulento con chamarra de cuero negra había llegado rápidamente, había depositado la nota y marchado.

La nota estaba membretada en tinta roja con una silueta del Che Guevara y las siglas del FMLN. Con el slogan: Patria Libre o Muerte. Escrita con máquinas de escribir de esas antiguas, ya que las letras se veían desgastadas y desiguales. En su contenido urgían a una reunión a dos días plazos en el restaurante:” La Crepa”, sobre el paseo general escalón; para tratar asuntos de vital importancia para el destinatario y el país. No había duda, la convocatoria era para Luis, sabían su dirección, residencia y horario de trabajo.

Al día siguiente, en Casa presidencial, Luis le presento al secretario de información de la presidencia, su jefe inmediato, la nota. El secretario, la tomó, la examino en ambos lados, la vio al trasluz mientras veía a Luis fijamente.  Tardo en leerla, luego requirió.

—¿Qué piensa hacer?

—Ir —dijo Luis.

—¿Por qué?

—Ya conocen donde vivo, han de tener toda la información; horarios de trabajo, rutas de movilización…no hay forma de evadirlo.

—Yo le aconsejo —le dijo— que hable con el ministro de la Presidencia. El jefe de ambos.

El ministro era un zorro político, graduado de ciencias políticas en Roma y hombre audaz y sagaz.

Era todo un personaje y siempre fue muy condescendiente con Luis a pesar de los encontronazos que en la política interna del partido habían tenido por discrepancias en la gestión del partido. Sin embargo, confiaba en la fidelidad de Luis. Por eso su cargo era de confianza.

Le interrogó sobre cómo había llegado la nota; la leyó y se quedó un momento pensativo, ladeando la cabeza como solía hacerlo, sus ojos perdidos en el aire.

—Le miró pensativo mientras encendía un cigarro y dijo.

—Tené cuidado, puede ser una artimaña del Estado Mayor .

—Luis recibió el golpe. ¿Por qué me dice eso? ¿Será posible pensó…de allí viene el asunto…o esta equivocado…?

—Yo más bien creo que son los del otro lado. Se dijo Luis para sí. He estado más cerca de ellos

Las cosas comenzaban a tener sentido.

—No dijo más que Gracias y dio la vuelta.

Las palabras del ministro eran como un aval para que fuera a la entrevista y confirmaba las discrepancias entre el partido en el gobierno y algunos sectores de las fuerzas armadas.

Luis comenzó a hilar los cabos sueltos, sabía que estaba bajo vigilancia militar en Casa presidencial, debido a que había dado instrucciones a todo el personal a su cargo que en horas laborales no se permitía mantener conversaciones con personal del batallón del estado mayor presidencial, tropa y oficiales. Cuando él llegó como director aquello era un desorden. Por supuesto no cayó en gracia a los altos oficiales y tropa. Ellos eran los reyes de la conquista y los favores del personal femenino.

Semanas después secuestraron a la hija del Presidente. Había entonces fuga de información, un complot al interior, según pensaba Luis.

Otro hecho era un pequeño incidente con el personal de la misión extranjera: Sucede que el jefe del programa de Educación Popular en el que Luis había participado, suministró equipo moderno y suficiente para equipar el canal del gobierno; así como apoyo de personal técnico para su mantenimiento y proyección. Es decir, era un poder dentro de Casa presidencial y tenían una magnífica relación basado en el apoyo financiero, así como prebendas a la fuerza armada, a otros partidos políticos e instituciones del estado

Una noche que Luis andaba departiendo, llego hasta donde él estaba un amigo chileno con el que trabajaban, muy cercanos. Llegó a traerlo por orden expresa del jefe del programa. El motivo: una reunión urgente en la residencia del jefe. La verdad, Luis no quería ir. A regañadientes llegó. Se encontró con todo el personal que trabajaba en el programa del área social y de comunicaciones.

Ya había comenzado la reunión y en ella se planteó una situación en la que por negligencia del Presidente y su grupo familiar —según se decía— el futuro del programa estaba en peligro. La cuestión era que se iba a producir un paro técnico para torcerle el brazo al Presidente.

Dando las explicaciones de cómo se iba a actuar en cada área estaban cuando Luis levantó la mano y les dijo que no estaba de acuerdo, que no se iba a prestar a ninguna maniobra de ese tipo. Que él era fiel a la causa y al Presidente. Dio la vuelta y se fue caminando en medio del césped ante la mirada desafiante e interrogante del personal allí reunido. Luis sentía lo tenso del ambiente y las miradas clavadas en su espalda. No miro atrás y partió sin más.

Ese fue principio de contrariedades porque la situación se puso un poco difícil en la relación con el programa, su personal y sus influencias político militares. Luis comenzó a recibir presiones también desde el interior  y uno que dos envidiosos de su cargo, merodeaba en la élite del poder.

Pero sigamos con la cita en el restaurante. Al día siguiente muy temprano Luis llegó a casa presidencial. Andaba armado. Le habían asignado una pistola 9 mm con cachas doradas, que la guardaba en medio de un estuche de casetes para video que había adaptado para ello, así que cuando entraba a la “Casona” no se la detectaban. El ejército había dado muerte a varios alcaldes y militantes del Partido en épocas pasadas y eso era algo que todavía estaba fresco en la militancia del partido en el gobierno y entre algunos jefes y clases de los estamentos militares. Se simulaba agrado por cortesía y conveniencia.

El día llegado, Luis dio instrucciones al motorista asignado que era un antiguo PH. Llevaba una radio que comunicaba con todo el equipo de prensa y con casa presidencial. Lo instruyó para que actuara si fuera necesario. El vehículo debía estar en el estacionamiento del restorán en posición de salida y con el motor encendido.

Al filo de media mañana, porque la cita era a las 10 am, llegaron al parqueo del restaurante. Luis   le recordó las instrucciones al motorista: que tuviera el radio encendido, esperara 10 minutos y que si escuchaba gritos o disparos diera aviso a casa presidencial y tratara de rescatarlo.

El vehículo debería estar listo para partir.

Cuando Luis llegó al restaurante, vio en el centro del salón principal un joven desaliñado, pálido con vestidos gastados y curtidos. Este lo volvió a ver y sonrió. Al fondo en una esquina un hombre regordete y otro tipo larguirucho que le parecieron lejanamente conocidos, eran los únicos clientes de lugar. Luis recorrió el salón con la vista y no vio a nadie más. Todo parecía normal y apacible.

Luis se acercó al tipo, que ni siquiera se levantó. Lo saludo y entonces recordó haberlo visto donde un amigo, cuya esposa y el fueron ajusticiados por el ejército secreto anticomunista (ESA). El tipo en esa ocasión dijo que era correo del frente y que viajaba de Nicaragua hasta acá en misiones delicadas.

Luis jaló una silla dando la espalda a la pared, desde donde podía ver a los tipos del fondo y al contacto.

Lo vio a los ojos, marchitos y sin luz. El chico se mostró huidizo, tenía la tez apagada como si los rayos del sol le hubieran negado su vitalidad y una mueca de tristeza le colgaba del rostro.

Le preguntó  que qué quería, el porqué de la nota.

— Bueno, creemos —dijo tomando un aire de importancia— que es sustancial que te sumes a la lucha revolucionaria del lado que te corresponde; por las causas populares. Tenemos una buena imagen tuya y ahora el pueblo te necesita.

—¿Y cuál es mi parte en la lucha del pueblo, que tú dices que tengo que hacer? —preguntó.

—Sumarte a la lucha revolucionaria, brindándonos información sobre los planes y sucesos al interior del gobierno

—¿Cómo?

—Necesitamos que nos mantengas Informado de lo que sucede en Casa Presidencial.

—¡Estás loco ¿querés que me maten?! —respondió Luis.

El tipo siguió insistiendo y tratando de acorralarlo apelando a la conciencia social y compromisos que todos deben hacer en la lucha por la liberación del pueblo.

Luis se sintió acosado y amenazado, porque en medio de la jerga revolucionaria había mensajes casi explicito que si no lo hacía tendría consecuencias desastrosas. El tipo traía aprendida su estrategia. La mente de Luis buscaba respuestas, a la vez que observaba a su alrededor cualquier signo de movimiento que le mostrara peligro. Lo más fácil pensaba es que me secuestren…

Entonces pasó al ataque.

—Está bien. Digamos que se puede —dijo Luis— pero antes quiero que me digas quién mandó a matar a mis amigos, allá donde nos conocimos, ambos eran del partido comunistas como vos. Me han dicho que fue una purga interna del partido. Como es posible que se queden callados –Luis se le acerco y se lo dijo de frente con furia contenida- ¿dime que sabes sobre eso? El tipo se desconcertó. Al ver su confusión, siguió cercándolo sobre la alternativa de colaborar y lo incierto que era la protección que podían brindar a sus militantes. El tipo se quedó callado perplejo. A lo mejor no esperaba esta reacción

Luis aprovechó la vacilación y dijo: Bien voy al baño, ya vengo y seguimos conversando.

Fue al baño y se sacó la pistola que andaba en la parte de atrás de la cintura, la cargó y la tomó fuertemente con la mano derecha… “Voy a salir de acá —dijo—, esta situación no me trae buenas vibras especialmente eso tipos raros que están al fondo, y no se ve más gente, ni siquiera meseros, esto esta arreglado. Si este bicho me quiere agarrar, le voy a meter un par de balazos y voy armar un desvergue”. Vio el reloj: exactamente los 10 minutos justos que le había dicho al motorista.

Salió por un pasillo de al lado que tenía el restorán hacia la puerta. Caminaba despacio, pero firme no volvió a ver ni una vez, pero todo su organismo estaba tenso y parecía que tenía ojos en todas partes del cuerpo, listo para actuar. Su vida estaba en peligro, lo intuía. Apretaba fuertemente la pistola, no sentía el tiempo era una sensación alucinante, parecía que caminaba en el aire…por fin salió al parqueo, las manos le temblaban…

Cuando el motorista vio por el retrovisor que salía armado aceleró el carro, se escuchó una explosión, las piernas le fallaron… volvió a ver a todos lados, vio la angustia del motorista reflejada en su rostro.

—Jefe, jefe, suba

Se subió y partieron rápidamente. Un vehículo que pasaba por el lugar había acelerado y fue quien detonó el sonido.

A pocas cuadras de allí y un poco más calmado llamó por radio. Misión cumplida 10-4, estamos bien. Se imaginó a su secretaria y los más allegados del personal sonreír y volver a sus puestos de trabajo.

Ahora quedaban las interrogantes

¿Por qué no hizo el mensajero intentos de detenerlo? ¿Nadie se cruzó en su camino pensaba Luis, ni tan siquiera un mesero? ¿Cómo reaccionarían los hombres que estaban en el rincón? ¿Era el tipo un sebo, una trampa para Luis?

Luis nunca más vio al tipo del restorán, tuvo que cambiar de casa y tomar otras medidas de precaución, además sabía que estaba en la mirilla de la insurgencia o del estado mayor.

Ahora sí tenía sentido el incidente con el jefe del programa, la vigilancia del batallón presidencial y su relación anterior con el movimiento popular.

Luis concluyó que lo mejor era marcharse. Con la confusión que había en pleno conflicto, podía amanecer muerto cualquier día y un bando echaría la culpa al otro. Así que decidió dos cosas: uno marcharse sin decirle nada al Presidente sobre la trama, especulando que aquellos pensarían que Luis le había contado lo sucedido y estos abortarían la tentativa; y dos no profundizar la confrontación interna de poder que solo beneficiaría a la oposición política nacional y extranjera.

Así que Luis pidió permiso 15 días para descansar y recibir un tratamiento médico, que se alargó indefinidamente y que hicieron pensar al presidente que él había abandonado la lucha política de su gobierno, para ayudar a otro en sus aspiraciones presidenciales.

A lo mejor el Presidente nunca supo que la traición estaba allí…tan cerca, revestida de mil formas, entre sus allegados.