La “transculturización”, un fenómeno de la dinámica geopolítica

Hace poco un amigo que regresaba de su pueblo natal, me comentaba con preocupación sobre los cambios que ha percibido en la gente y su forma de actuar.

El desplazamiento en la época de los 80 de la gente del campo a los pueblos y de estos a la ciudad  y a las metrópolis desarrolladas de Europa y América, dejó un vacío de vivencia cultural que ha sido colmado en la mayoría de los casos por migrantes internos.

Gente que por diversos motivos, emigro de un lugar a otro  y lleno esos espacios con sus propias costumbres, su forma de ser; heredada de sus padres y de su comunidad.

Antes de la guerra, la costumbre era de ir a misa los domingos y pasear por el parque de la localidad. Los hombres caminaban rotando a la derecha y las mujeres a la izquierda. Los cines nacionales eran punto de concentración para la sana diversión. Los actos escolares se realizaban con gran relevancia en los espacios públicos y allí se iban despuntando los futuros hacedores del arte y la cultura local. Se destacaban los estudiosos y los profesionales como de alta estima y admiración. La palabra tenía un valor primordial en el trato del comercio y los negocios, era sumamente respetado el acuerdo verbal y una vez decidido era una ley moral y social. Las familias se conocían, así caminaban las cosas. Por supuesto no faltaban lo jayanes o ladinos como les decían, que hacían de las suyas y para quienes el peso de la ley era duro. La Benemérita Guardia Nacional era un cuerpo entrenado para la lucha, sabían pelear y usar armas, el corvo o machete brillaba y saltaba en sus manos con mucha presteza y agilidad. Eran otros tiempos. Las calles de los pueblos empedradas y las luces mortecinas daban al pueblo el aspecto de la época.

Ahora las cosas han cambiado, a la gente le preocupa más la moda, el comercio, la diversión insulsa. Los cines de los pueblos desaparecieron, ahora es la época de la televisión por cable y el internet.  Las costumbres son más relajadas, las ventas de los mercados, ambulantes en su mayoría que llegan de otras partes son agudo problema para las municipalidades. Todo es negocio y los valores se adaptan a las circunstancias. Ahora impera el lenguaje de la competencia  y la desarmonía, más que la amistad y la identidad, las viejas familias del pueblo y su poder social y político han ido desapareciendo. Ahora gobierna los que emigraron y sus parientes y familiares son los jefes de oficinas públicas y privadas. Dirigen la cosa pública  y aplican su visión de desarrollo  para beneficiar a su grupo. Poca importancia tiene  la historia y el fundamento cultural de los antepasados y su conservación y desarrollo. Ahí está el detalle;  sin identidad somos más vulnerables.

Otro elemento en este universo cultural son  los retornados, los que han regresado con todas una serie de actitudes y creencias mutadas, las remesas que fomentan una cultura de ocio y de apatía a lo propio, el deseo de parecerse al pariente o amigo que está en la USA o del otro lado del Atlántico. El uso de vocablos extranjeros en la vida cotidiana.

Desde tiempos pretéritos con la guerra y las conquistas, los vencedores imponían a los vencidos su cultura, pero no siempre el resultado era la prevalencia de la cultura invasora, pues surgían movimiento internos que construían nuevas tendencias culturales tratando de salvar lo humano o funcional de una o ambas cultura, dando nacimiento a una nueva forma propia de ver la vida o hacer cultura.

¡ Ojalá así sea el caso nuestro!