• Diario Digital | viernes, 26 de abril de 2024
  • Actualizado 00:00

La política del amor

La política del amor

“¡Ay! —dijo Cándido—, ya he conocido a este amor, ese soberano de los corazones, esa alma de nuestra alma, hasta ahora solo me ha valido un beso y veinte puntapiés en el trasero” Cándido, Voltaire.

 

El amor es como la política. Una actividad humana que, en teoría, busca gobernar o dirigir el estado en la relación amorosa.

Son conocidas algunas definiciones de la política como ejercer el poder en una relación de conflicto de intereses, los cuales pueden ser llevados a los tiernos y monopólicos brazos de esta emoción digna de pensar muy bien antes de entrar en su dinámica.

Una relación de pareja se define en interacciones humanas emotivas donde una de las dos partes puede estar en un conflicto de amigo-enemigo como resume Carl Schmitt y donde su máxima expresión es la guerra. Las parejas viven en una constante batallar por ganar el dominio sobre la otra. Claro, la palabra amor tiene muchas connotaciones en un entorno. “Te amo como a mí mismo”, “Te amo ya que eres mi mejor amiga”, “No te amo ahora pues mi vida es un infierno contigo”. Conflicto es la palabra de inicio, manipulación el resultado final.

Maurice Duveger nos explica la política como una lucha entre individuos para conquistar el absoluto poder donde los vencedores lo usarán en su particular provecho. Quién no se ha sentido usado y derrotado en una relación donde la contraparte amada gana la batalla usando sus mejores armas y astucias políticas.  Son comunes  las situaciones donde el macho dominante ejerce el control sobre su estado-hogar con un absolutismo bestial y nada ilustrado sobre su víctima derrotada por la opresión de la violencia intrafamiliar,  donde su artillería verbal, psicológica y física conquista el corazón de la atormentada vasalla con el poder de las palabras y golpes. 

Para  Maquiavelo, la meta es obtener el poder y mantenerlo no importa la forma. Para él, este poder es asimétrico. Una parte impondrá su voluntad como sea y la otra acatará sus decisiones con una sonrisa torcida de miedo. Las amenazas de algunas féminas muy astutas, con sus armas de seducción, son las que dejan sin voluntad a cualquier individuo sin preparación y con grandes vacíos existenciales. El amor puede ser tan poderoso como un buena policía política de la Alemania Oriental - la Stasi-.

En una relación de amor que se va estableciendo entre dos conciencias, la más débil terminará amando más, será la sometida al yugo; aquella que ama menos es la fuerte, dominará y manipulará a la otra. Si tú me amas demasiado eres mío, si yo te hago el favor de amarte menos, te voy a dominar como un estado conquistado. De esta forma podemos tener un ejemplo muy realista entre las conciencias emocionales del dominio.  

Siempre habrá una conciencia que buscará dominar y una explotada, intervenida, sin derecho a opinión ni libertad de expresión, que tendrá que pagar más impuestos psíquicos y perder su derecho a dar emociones a este rey o reina monárquica, quien solo piensa en sus propios intereses.

El asunto es no permitir ser víctima en este proceso de imperialismo o dictadura emocional. Lograrlo es fomentar que nuestra parte racional sea más potente a la hora que el enemigo quiera imponer su gobierno sobre nuestras acciones personales. Esos silencios incómodos, esas miradas esquivas, la pérdida de nuestra identidad cultural, saber que no existe una conciencia de clases emotiva, son claves para evitar entrar en un torbellino  típico de argumentos demagógicos del amor cursi.

El amor nos permite renacer entre las espumas del mar, pero puede atraparnos bajo el dominio de Poseidón. Sin embargo, la gente es feliz y eso hay que respetarlo, pero no aceptarlo.  Suerte por esas parejas perfectas que son parte de nuestras sociedades, de unas sociedades en decadencia intelectual.

Al fin de cuenta, la novela de William Shakespeare de “Romeo y Julieta”, es como una constitución nacida de un referéndum realizado por una dictadura. Solo los ilusos de los “sentimientos-amor” y no los de “sentimientos- racionales” secan sus lágrimas sobre tan hermosa y fantasiosa obra de la literatura universal.