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Internacionales - 80º aniversario

Encuentro histórico: se reúnen hijos y nietos de generales que se enfrentaron en guerra civil española

El periódico El Mundo, de España, reunió a hijos y nietos de los protagonistas de una de las contiendas más crueles que dejó 300,000 muertos. Este 18 de julio se cumplen 80 años

Guerra Civil España
Encuentro histórico: se reúnen hijos y nietos de generales que se enfrentaron en guerra civil española

[Tomado de El Mundo] "Toma mi tarjeta y llámame cuando quieras". En la antesala de este encuentro, los asistentes circulan de un corrillo a otro. Enrique Líster extiende su número de teléfono a Francis Franco, quien recoge la tarjeta de visita encantado. El gesto es realmente elocuente, ya que se trata del nieto primogénito del general Franco y del hijo del general comunista Enrique Líster, acérrimos enemigos durante la Guerra Civil.

Al lado departen los hijos de otros dos rivales en la contienda. Se trata de José Andrés Rojo -hijo del general Vicente Rojo, jefe del Ejército republicano y su gran estratega- y José Luis Moscardó -nieto de José Moscardó, el general que encabezó la sublevación del frente nacional en Toledo y héroe del Alcázar-. A Rojo y Moscardó, que se acaban de estrechar las manos por primera vez, les ha impresionado especialmente conocerse debido a lo que su padre y abuelo, muy amigos antes de la contienda, vivieron el 9 de septiembre de 1936 en el Alcázar de Toledo. Aquel día, Moscardó llevaba ya mes y medio resistiendo el asedio republicano y aceptó abrir las puertas de la fortificación a Rojo, su antiguo compañero de armas y ahora enemigo, que pretendía pedirle la rendición. Fue en vano. El general republicano salió del Alcázar con las manos vacías. "Y hoy a mí me ha tocado también mucho la fibra la conversación que hemos mantenido sus descendientes", confesará después José Luis Moscardó.

Unos metros más allá, María Eugenia Yagüe -hija del general Juan Yagüe, señalado por los libros de historia como responsable de la matanza de Badajoz y ministro del Aire tras la guerra- pedía al resto de asistentes que este primer acercamiento tuviera continuidad en el futuro: "Estáis todos invitados a participar en octubre en el homenaje al Ejército que prepara la Fundación Yagüe".

Semanas antes de presenciar estas escenas, emprendimos el reto de conmemorar el aniversario de la Guerra Civil -mañana, 18 de julio, se cumplen 80 años de su inicio- convocando un encuentro que sentara por primera vez en torno a una misma mesa a los hijos -nietos en el caso de los ya fallecidos- de los principales militares que se batieron en una de las contiendas más crueles, saldada con casi 300,000 muertos entre los dos bandos. Reunirlos en una sola fotografía, pensamos, sería la evidencia de que el capítulo más trágico de la Historia de España estaba cerrado "y bien cerrado", como dirá más adelante Enrique Líster hijo.

Click aquí para ver el video producido por Javier Nadales y Luis Núñez Villaveirán

Pero... ¿querrían prestarse precisamente los descendientes de los grandes militares que protagonizaron la guerra? Para nuestra sorpresa, todos a los que conseguimos localizar dijeron que sí sin reservas, con las salvedades del hijo del general republicano Juan Guilloto Modesto -a quien no desagradaba la idea del encuentro pero siempre ha evitado exponerse a los medios de comunicación- y del hijo del general Muñoz Grandes, ministro del Ejército con Franco. A otros descendientes -Llano de la Encomienda, Miaja, Tagüeña, Casado...- fue imposible citarlos, ya que se encuentran en México o Bolivia, donde hicieron sus vidas tras el exilio de sus padres.

En unos minutos los 10 presentes se sentarán a conversar, pero antes posan ante las cámaras de José Aymá. El fotógrafo les explica dónde y cómo colocarse. Su idea es comenzar el reportaje gráfico agrupándolos en dos bloques: a los descendientes de los generales del bando nacional (Franco, Yagüe, Moscardó, Dávila y Varela) los está situando a la izquierda; a los hijos y nietos del bando republicano (Líster, Rojo, Vega, Gámir y Escobar), a la derecha. Tiene pensado deshacer luego la división y pedirles que se mezclen, pero el guión se va al traste en cuanto los retratados advierten la partición.

-¿Hemos venido aquí a trasladar una imagen de concordia y ahora nos vamos a colocar unos en un lado y otros en otro? A mí no me parece bien -dice Francis Franco.

-Es cierto. Yo me pongo para allá -le secunda María Eugenia Yagüe deshaciendo la formación.

-Y yo me cambio este lado -se oye a uno de los representantes del ala republicana dirigiendo sus pasos a la zona nacional.

Y ya no hay modo de volver a enfrentarlos.

El ambiente entre los descendientes de los otrora enemigos es aún más cordial de lo que se podía presagiar y al hilo de esta buena disposición arranca la charla.

-¿Por qué han accedido a asistir a esta reunión precisamente en vísperas del 18 de julio? -preguntamos.

Toma la palabra Rafael Dávila, general en la reserva, ex ayudante de Campo del Rey Juan Carlos y nieto del general Fidel Dávila, quien fue estrecho colaborador de Franco, comandante en jefe del Ejército del Norte del bando nacional durante la guerra.

-Yo he dicho que sí porque me parece interesante, bueno y positivo -explica con su voz clara y potente.

-Constructivo, constructivo, para evitar crispación... -le secunda Francis Franco.

-A mí, cuando me llamasteis, me pareció una idea perfecta porque si algo en mi padre era obsesión era la reconciliación de los españoles -dice María Eugenia Yagüe-. Hay un discurso que dio mi padre el 19 de abril del 38, faltaba un año para terminar la guerra, en el teatro principal de Burgos, donde dijo: "Burgaleses, vengo a pedir perdón". Eso es algo que yo he intentado heredar y defender.

-Yo entré en España por primera vez en el 77, el 7 de noviembre, acompañando a mi padre -interviene Enrique Líster-. Él volvía al país y yo por fin pude pisar tierra española porque no me daban el pasaporte; hasta ese momento no me dieron el pasaporte nunca por el simple hecho de ser el hijo de Enrique Líster, nada más. Entonces volvimos aquí y yo siempre recuerdo y repito las palabras de Líster [padre] cuando le preguntan "bueno y la guerra y tal y cual...". Su respuesta fue muy clara: "Las trincheras de la Guerra Civil española están cerradas y bien cerradas y no hay por qué intentar abrirlas de nuevo". Otra cosa son las trincheras de la lucha política, ideológica, sindical, la lucha de clases, en suma, que existe independientemente de la voluntad de los hombres, pero las trincheras de la Guerra Civil española están cerradas y las heridas tienen que estar curadas. Esa era su opinión. ¿Encontrarme yo hoy aquí con personas cuyos padres estuvieron en trincheras diferentes? No tengo ningún inconveniente realmente, porque ante todo somos representantes de un pueblo español que anhela que aquello no se repita, primero, y, segundo, porque hay que intentar vivir la concordia del modo más agradable para todos en un país que necesita otra cosa que enfrentamientos violentos. Por lo tanto, agradezco mucho la organización de este encuentro y salud a todos los presentes.

-¿Sabéis la frase que, vivo mi abuelo, más me impresionó? -revela Francis Franco-. Yo debía de tener 21 ó 20 años... Una vez que mi abuelo se ausentó porque se emocionó, mi abuela comentó: "Hay que ver qué viejo está Paco -Paquiño, porque ella era asturiana-, cuando era joven no le vi llorar más que el día que terminó la guerra, que dijo que si hubiese sabido lo que representaba la Guerra Civil nunca se hubiese sumado al alzamiento". Y eso no se sabe, es decir, el primer espantado de en lo que derivó aquella contienda que al final fue horrorosa fue él.

Juntos donde sus padres lucharon

Decíamos que ésta es la primera vez que los descendientes de ambos bandos se ven las caras, pero lo cierto es que dos de ellos, por su cuenta, ya habían organizado un encuentro privado que sale a la luz pública ahora.

-Nosotros, la familia Varela y la familia Rojo, ya nos juntamos en Madrid -cuenta Casilda Varela, hija del general Varela, quizás más conocida por ser la primera mujer del guitarrista Paco de Lucía que por la envergadura de la figura de su padre. José Enrique Varela fue el militar africanista que encabezó el levantamiento en Cádiz y el 28 de septiembre de 1936 acabaría con el sitio republicano del Alcázar. Es célebre la escena en la que el general Moscardó, enjuto y con barba tras 70 días atrincherado en la fortaleza, recibe a Varela cuadrándose y diciéndole: "Sin novedad en el Alcázar, mi general"-. Creo que lo de juntar a los Rojo y a los Varela fue idea mía -prosigue Casilda su historia-. Cada año se organizaban unas cenas [las convocaba el Gefrema, el Grupo de Estudios del Frente de Madrid] por separado, una vez los Rojo; otra los Varela... Entonces yo dije que eso me parecía un poco absurdo, que lo normal es que se hicieran cenas conjuntas y que la gente se conociera, que el momento actual no era el de entonces y que lo que ahora tenía que haber era fluidez de opiniones y de conocimientos.

Así fue como hace cuatro años los Varela y los Rojo se sentaron finalmente a cenar en la Casa de Campo de Madrid, justo el escenario donde sus padres se enfrentaron en noviembre de 1936: el general Varela comandaba las fuerzas sublevadas que trataban de abrirse paso hacia el centro de Madrid y el general Rojo estaba al frente de las tropas republicanas que intentaban repeler la ofensiva.

-Sí, quedamos en el sitio donde ellos se juntaron, pero de otra manera -comenta José Andrés Rojo riendo y contagiando al resto-. La guerra ya se nos había acabado.

-Eso, la guerra ya se nos había acabado -repite Casilda Varela, también entre risas.

Dada la cercanía que los presentes tenían con figuras de tanto peso histórico, esperábamos que durante el encuentro nos regalaran alguna confidencia sobre la Guerra Civil que sus padres o abuelos les hubieran legado. Una anécdota desconocida, una corrección histórica quizás... Nada más lejos de la realidad.

-Cuando me llamasteis os dije que de la Guerra Civil no podía hablar, ni me gusta hablar, que se lo dejo a los historiadores -interviene María Eugenia Yagüe-. Porque yo, el día 18 de julio del 36 tenía un año, y he coincidido con muchos de los que hoy nos acompañan en que nuestros padres o nuestros abuelos no hablaban de aquel tema. ¿Por qué? No lo sé, pero no hablaban de aquel tema.

-Yo estoy de acuerdo con Eugenia -corrobora sus palabras Francis Franco-. Creo que ninguno de los que hicieron la Guerra Civil, en uno u otro bando, quería hablar de ello. Luego algo terrible debió de ser cuando ninguno, no sé si alguno... En casa yo jamás oí hablar de estos temas. Jamás. Cuando hablaba con mi abuelo, hablaba de antes de la guerra y de después, durante la guerra era como una especie de paréntesis que le hubiese gustado borrar. Así que, efectivamente, lo de las trincheras cerradas es muy ilustrativo.

-A mi generación nos han educado siempre con un afán de olvidar la cruel Guerra Civily, en efecto, yo creo que habíamos logrado olvidar todo este tema y esa separación. [HablaJosé Luis Moscardó, quien perdió en la Guerra Civil a su tío Luis, tomado por las fuerzas republicanas como moneda de cambio para obligar a su abuelo a entregar el Alcázar: "Le doy un plazo de 10 minutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis, que lo tengo aquí a mi lado", amenazaron. "Encomienda tu alma a Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella. ¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte!", se despidió el padre]. Este encuentro me parece tremendamente natural, nos hemos visto, conocido... -continúa José Luis Moscardó-. Y espero que esto siga adelante y que nuestras generaciones futuras superen totalmente, si nadie mete la pata en el intermedio, superen totalmente los momentos difíciles que hemos tenido en España.

"Nos hemos criado sin rencor"

La revelación de que sus antepasados nunca les hablaron de la Guerra Civil resulta sorprendente: "¿Ni siquiera les dejaron una reflexión sobre lo que supuso?", insistimos.

-Tenían tal amargura que no les daba para reflexionar, es muy difícil reflexionar las amarguras -dice Alfonso Gámir, nieto del general republicano Mariano Gámir, quien comandó las Fuerzas del Ejército del Norte.

-Y, sobre todo, no nos han hablado de la guerra para no transmitirnos la amargura -refrenda José Andrés Rojo-. Mucho ha sido eso, no querer transmitir la amargura que sentían y que pudiera traducirse en un rencor en los hijos, en algo que fuera difícil de llevar luego. Yo creo que gracias a eso estamos hoy aquí, nos hemos criado todos sin ese rencor y las cosas han ido por donde tenían que ir.

Hay muchos ejemplos en la sala de cómo gestionaron sus mayores el escenario posterior a la guerra. Como el del abuelo de Alfonso Gámir, por ejemplo. El general Mariano Gámir había sido director de la Academia Militar de Toledo, profesor de prácticamente todos los generales -de uno y otro bando- mencionados en estas páginas. Destinado en Valencia cuando se produjo el pronunciamiento militar, monárquico, conservador y católico, se mantuvo fiel a su juramento a la República. Y lidió con sus instintos de venganza cuando en la localidad donde veraneaba su familia, Valparaíso de Abajo (Cuenca), una columna de los suyos, republicana, linchó hasta la muerte a uno de sus hijos, Pepe, por falangista. "Eran gente del pueblo de al lado, de Carrascosa del Campo, pero nunca nos dijo quiénes eran exactamente, ni nos generó ningún tipo de animadversión hacia ellos, ni tomó represalias. Una vez le comentó a mi madre que estuvo tentado de mandar una compañía, porque eran los de su ejército los que habían cometido semejante tropelía, pero su sentido del deber fue mayor que el dolor que pudo sentir por la muerte de un hijo", cuenta Alfonso Gámir.

Idéntica fractura sufrieron -como decenas de miles de familias- en casa de José Luis Escobar, también presente en calidad de nieto del general Antonio Escobar, conservador y católico, coronel de la Guardia Civil cuando estalló la guerra pero que se mantuvo con la República y ostentó la jefatura del Ejército de Extremadura. El hijo menor del general Escobar, José, falangista que combatía con los sublevados, pereció en la batalla de Belchite, en la que también luchaba, pero en las filas republicanas, el hijo mayor, Antonio, padre de nuestro invitado. Un hermano en cada bando.

Antonio Escobar tiene además un hueco en la historia por ser el último general republicano que rindió sus tropas. Lo hizo ante Yagüe, en Ciudad Real, el 26 de marzo de 1939."Síntoma del respeto que le tenían en el otro lado es que Yagüe le ofreció una avioneta para que huyera a Portugal. Él sabía que lo iban a fusilar, porque además Yagüe se lo dijo, pero no aceptó. Dijo que él había cumplido con la legalidad y que no tenía por qué salir de su país. Dirigió su propia ejecución", cuenta su nieto.

-Las consecuencias de la Guerra Civil han llegado lejísimos -responde Alfonso Gámir cuando preguntamos cuándo creen que acabó realmente la guerra-. Hasta algunos de los que estamos aquí las hemos sufrido. En la época actual la guerra es algo, más que olvidado, yo diría que no recordado, aunque yo intento que no olvidemos jamás lo que sucedió para que no vuelva a repetirse.

-Todo lo duro y angustioso que hubo en la guerra hay que dejarlo aparte, pero también soy de la idea de que no se debe olvidar que en un momento determinado el pueblo español se enfrentó entre sí. En este sentido, me preocupa que las nuevas generaciones no sepan nada de la Guerra Civil. Yo tengo dos nietos nacidos en los 90 y hablo con ellos y no conocen nada -opina Carlos Vega, 78 años, hijo del republicano Etelvino Vega, gobernador militar de Alicante cuando fue detenido y fusilado al final de la guerra. El día antes de la ejecución, Etelvino le entregó su pañuelo a un compañero de celda: "Es lo único que tengo, se lo das a mi mujer".

La promesa se cumplió 60 años después, en marzo de 1999, cuando la hija del preso que custodiaba la prenda localizó por fin a la familia Vega. Carlos Vega, que tenía dos años cuando su padre fue fusilado y marchó al exilio en la URSS con su madre, Isabel Vicente, no supo que era hijo de Etelvino Vega hasta los 16 años porque ella se lo ocultó. "Esto fue en el 54, hasta ese momento yo no conocía que era hijo de un combatiente de la Guerra Civil, es decir, que efectivamente quedó borrado. No hay que alimentar aquello, no hay que tratar de agudizarlo, pero no se puede borrar ni olvidar. Yo quiero transmitir lo que sucedió a mis nietos, pero no mi opinión ni mi visión, sino una pequeña relación de hechos para que ellos se formen su propia idea. ¿De dónde tomarlos? De la prensa, de películas, de noticiarios... hechos absolutamente concretos.

Ni política ni ideología: investigación

-Una cosa de la que no cabe la menor duda es que si las generaciones que siguen no aprenden de esto se repite, se vuelve a repetir -augura Enrique Líster-. Por eso, efectivamente, hay que hacer historia. No política ni ideología: investigación histórica. Hay que hablar, hay que tratar el tema y hay que poner al corriente. Ahora, que no sirva eso de pretexto para atizar las pasiones y las venganzas.

-Yo creo que una nación no puede vivir de espaldas a su historia -dice Rafael Dávila-. Hay que aceptar lo que ha ocurrido, asimilarlo y corregir el rumbo, como hacen los buenos navegantes.

El encuentro finaliza dos horas después de su inicio. El general Dávila, que tiene un compromiso ineludible, es el primero en despedirse. "Lo siento mucho, me tengo que ir, deserto", se excusa entre risas. Le recoge la broma Enrique Líster: "Desertores siempre hubo".

Se oye un "¡viva Francia!" en boca de Moscardó cuando se despide de Líster, afincado en Poitiers. Deja también José Luis Moscardó unas palabras sobre la memoria histórica: "En mi opinión va a remover cosas que estaban olvidadas. Yo vivo en mi calle, en la calle general Moscardó, y si le tienen que cambiar el nombre que se lo cambien, pero con odio y revanchismo, no". María Eugenia Yagüe pide que se hagan una fotografía los cinco que son hijos de aquellos generales que hicieron la guerra. Y antes de marcharse, los 10 insisten en que les enviemos los correos y los teléfonos de todos para que puedan mantener contacto.

Así se ha hecho.

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