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Un llamado por televisión bastó para que presidente turco pusiera fin a golpe de Estado

Con un simple llamamiento a través de un canal de televisión, Erdogan, de 62 años, movilizó a sus simpatizantes, que desafiaron a los militares en las calles de Ankara y Estambul

Varios hombres exhiben una imagen de Recep Tayyip Erdogan frente a la sede del Parlamento turco, reunido en sesión extraordinaria tras el intento de golpe militar, este sábado 16 de julio en Ankara
Varios hombres exhiben una imagen de Recep Tayyip Erdogan frente a la sede del Parlamento turco, reunido en sesión extraordinaria tras el intento de golpe militar, este sábado 16 de julio en Ankara. Foto AFP
Un llamado por televisión bastó para que presidente turco pusiera fin a golpe de Estado

Nada ni nadie puede con el presidente Recep Tayyip Erdogan, el indomable 'sultán' de Turquía, tan admirado como detestado, que este sábado desbarató un espectacular intento de golpe de Estado militar.

Con un simple llamamiento a través de un canal de televisión, Erdogan, de 62 años, movilizó a sus simpatizantes, que desafiaron a los militares en las calles de Ankara y Estambul.

Con este triunfo Erdogan confirmó que es el líder político más carismático de Turquía desde Mustafá Kemal Ataturk, el emblemático padre de la República laica.

Hace apenas 13 meses, tras la derrota en las elecciones legislativas del 7 de junio de 2015, que lo dejó sin mayoría absoluta en el Parlamento, editorialistas y analistas habían anunciado el comienzo del fin del "nuevo sultán" y su sueño de una "superpresidencia".

Erdogan, un político combativo y tenaz, no se rindió. A través de una serie de maniobras políticas, utilizando hábilmente la tensión del conflicto armado con los kurdos del sureste de Turquía, convocó nuevas elecciones y el 1 de noviembre de 2015 el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista conservador) recuperó la mayoría absoluta.

"No llegué a este puesto caído del cielo", repitió una y otra vez durante la campaña, insistiendo en que en 2014 había sido elegido presidente con el 52% de los votos. Erdogan llegó al poder en 2003, cuando se convirtió en jefe de gobierno, sobre las ruinas de una grave crisis financiera.

Para sus partidarios, es el hombre del milagro económico y de las reformas que liberaron a la mayoría religiosa y conservadora del país del yugo de la élite laica.

Pero también se ha convertido en los últimos tres años en la figura más criticada en Turquía, acusado de una deriva autocrática e islamista. El jefe de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu, lo acusó de querer "restablecer el sultanato".

Lujoso, gigantesco y extravagante, el palacio de 500 millones de euros en el que se instaló hace casi dos años en las afueras de Ankara se ha convertido en el símbolo de su "delirio de grandeza".

De vendedor ambulante a presidente

Hijo de un oficial de la guardia costera, Erdogan se enorgullece de tener orígenes modestos. Creció en el barrio popular de Kasimpasa en Estambul, donde fue educado en un colegio religioso y más tarde fue vendedor ambulante. Durante un tiempo, soñó con ser futbolista, pero acabó lanzándose a la política dentro del movimiento islamista.

Elegido alcalde de Estambul en 1994, triunfó en 2002 cuando su AKP ganó las elecciones legislativas y se convirtió en primer ministro un año más tarde, una vez amnistiado de una pena de prisión impuesta por haber recitado en público un poema religioso.

Durante años, su modelo de democracia conservadora, aliando capitalismo liberal e islam moderado, encadenó éxitos, gracias al crecimiento económico y a sus planes de entrar en la UE.

Reelegido en 2007 y 2011, Erdogan se fijó el ambicioso objetivo de permanecer en el poder hasta 2023 para celebrar el centenario de la República turca.

Pero el escenario se complicó a mediados de 2013, cuando durante tres semanas más de tres millones y medio de personas pidieron en las calles su dimisión, reprochándole su mano de hierro y su política cada vez más islamista.

Erdogan respondió con una represión severa. Seis meses más tarde, un escándalo de corrupción hizo tambalear las bases de su Gobierno.

Su posición se había debilitado aún más en los meses siguientes. Sus rivales lo acusaban de haber reavivado el conflicto kurdo con el único fin de apuntalar sus ambiciones, y sus discursos airados, provocadores, inquietaban cada vez más.

Erdogan siempre se burló de quienes lo llaman "dictador", pero persigue ante la justicia por "insulto" a todos los rivales, periodistas o simples ciudadanos que lo cuestionan.

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