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Kallstadt, el pueblo alemán de los antepasados de Trump, mantiene perfil bajo

Los habitantes del pueblo se sienten más orgullosos de sus especialidades culinarias que compartir las raíces con el magnate estadounidense.

Kallstadt, el pueblo alemán de los antepasados de Trump, mantiene perfil bajo

En Kallstadt, un pequeño pueblo alemán rodeado de viñedos, vivían los antepasados de Donald Trump. Pero sus habitantes están más orgullosos de su especialidad culinaria, la panza de cerdo rellena, que del virulento candidato republicano a la Casa Blanca.

"Si es elegido presidente, esperaremos para ver lo que hace por Estados Unidos y el mundo. Entonces, quizás, coloquemos una placa", señala, sin entusiasmo, Thomas Jaworek, el alcalde de esta localidad de 1.200 habitantes, ubicada en el oeste de Alemania.

Incluso Hans-Joachim Bender, antiguo viticultor de 74 años y primo lejano de Donald Trump, dice, tajante, "las tonterías no son lo mío".

"Creo que Hillary es un poco menos... radical" añade refiriéndose a Clinton, la candidata demócrata, este jubilado que desciende también del otro emigrante célebre de Kallstadt, el fundador del imperio de la salsa de tomate Heinz.

La familia Trump afirmó durante mucho tiempo que era de ascendencia sueca, para evitar ser blanco de un sentimiento anti-alemán extendido en Estados Unidos tras las dos guerras mundiales y el Holocausto.

Pero, en realidad, el abuelo del multimillonario estadounidense, Friedrich Trump, creció en Kallstadt y emprendió en 1885 un viaje a Estados Unidos, con apenas 16 años, para encontrarse con sus hermanas, y dejando simplemente una nota de adiós en la mesa.

Una vez que llegó a Nueva York, el adolescente emprendió ruta hacia el oeste de Estados Unidos, donde abrió tabernas en las que ofrecía comida, bebidas y compañía femenina a los solitarios buscadores de oro, cuenta Gwenda Blair, una de las biógrafas de Donald Trump.

Friedrich Trump americanizó su nombre, que se convirtió en Frederick, y envió a sus hermanas que se quedaron en Nueva York pepitas de oro que invirtieron en el sector inmobiliario, sentando las bases de la fortuna familiar.

"Fuerte y fiable"

El joven, que se volvió rico, regresó luego a Kallstadt para casarse con la hija de sus antiguos vecinos, Elisabeth Christ, que creció frente a él en la modesta Freinsheimer Strasse, llamada entonces Engelsgasse ("Camino de los Ángeles").

Nostálgicos de su tierra, la pareja intenta instalarse en el pueblo renano. Pero como Frederick no hizo el servicio militar, se vi obligado a regresar a Nueva York, con su esposa a punto de dar a luz, según el historiador Roland Paul.

"La gente de Kallstadt es fiable y fuerte y es así como me siento - soy fuerte y soy fiable", se jactaba en 2014 el magnate de las bienes raíces en un documental de Simone Wendel, "Los reyes de Kallstadt".

Trump, que prometió visitar el pueblo en su próxima visita a Alemania, dice estar "orgulloso de su sangre alemana, sin ninguna duda".

Pero el sentimiento no es siempre recíproco. Kallstadt, tierra del vino blanco y del senderismo, evoca poco a su descendiente, y ninguna calle lleva su nombre.

'Demagogo'

La verdadera celebridad local es la panza de cerdo rellena (Saumagen), que da su nombre a una serie de pintorescos locales como la Bodega de la panza de cerdo, el Bar de la panza de cerdo y el Paraíso de la panza de cerdo.

Detrás del mostrador del Paraíso, Edelgard Kellermann, de 62 años, admite sonriente que el fenómeno Trump atrae a turistas y "evita que nos aburramos demasiado".

Pero su sonrisa se desvanece cuando le preguntan sobre el proyecto de Trump de construir un muro antiinmigrantes en la frontera con México o sobre los ataques contra la política de acogida de refugiados de la canciller alemana Angela Merkel.

"El señor Trump desciende de un refugiado, sus antepasados huyeron por razones económicas, en busca de una vida mejor. A él le fue bien y debería dar a los demás la misma oportunidad", argumenta este comerciante, que califica al candidato de "demagogo".

Kallstadt acogió el mes pasado a sus primeros solicitantes de asilo, una familia siria de cuatro personas "que vivió durante mucho tiempo en campos de refugiados", señala el alcalde. "Es algo bueno y estamos muy contentos", agrega.

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