El matrimonio entre Carlos y Carolina (estos, como el resto de nombres han sido cambiados por seguridad) no había funcionado y decidieron divorciarse; como resultado de la separación, la hija de ambos, María, quedó al cuidado de la mamá. Con el tiempo, Carlos prefirió llevársela a vivir con él bajo la justificación que su expareja no cuidaba de buena manera a la niña. Según la declaración de la menor que fue presentada ante un juez, su madre “no le daba de comer y llegaba bola a la casa”.

Todo comenzó cuando Carolina llevó a la casa de su actual pareja, una mujer con la que mantenía una relación amorosa desde hace algún tiempo. La niña solo había escuchado alguna vez su nombre, pero no la conocía personalmente, solo sabía que era una amiga de su mamá.

Según el expediente judicial, fue un día sábado cuando la niña se enteró que la relación entre su mamá y su amiga era algo más. Cuando iba al baño, vio a Carolina y a Karla besándose.

Ante la escena, la niña “solo se quedó viendo enojada”, según los documentos del juzgado. En la casa se encontraban las dos mujeres y la niña, además de una empleada que ayudaba en la cocina. Esta última le dijo a Claudia que fueran a comprar tortillas, ella accedió y dejó a María al cuidado de Karla.

Karla se le fue acercando y le dijo: “Qué bonita estas” y la comenzó a tocar con las dos manos en el cuello y en el pecho, de acuerdo a lo plasmado en el documento judicial.

--¿Cómo se llama esta parte del cuerpo? --le preguntó Karla a María mientras la tocaba.

--Chiches -- le contestó la niña.

En ese mismo instante la mujer metió sus manos bajo la camisa mientras ella incómoda y molesta trató de esquivarla; la niña trató de empujarla sin lograr nada. Después de eso, la mujer le dijo que no fuera a comentar nada a nadie sobre lo ocurrido.

Cuando Carolina llegó, su hija pensó encontrar un alivio, se le abalanzó y le contó lo sucedido, pero ella no le creyó:

--No seas mentirosa --le dijo la mamá después que la niña relatara lo que había pasado.

A los pocos minutos de eso, la mamá le dijo que se irían a la casa de ella, pero que tampoco tendría que comentarle algo del beso del que fue testigo. Al día siguiente, María llamó a su papá para pedirle que fuera por ella.

El papá declaró ante el tribunal que la niña le llamó por teléfono a las 7 de la mañana “estaba llorando y se quería ir, por eso la fui a traer al medio día”, señaló. La niña no se quedó callada y le contó lo sucedido.

Carlos buscó explicaciones con Carolina, pero ella volvió a negar los hechos. Karla tampoco aceptó que hubiera ocurrido algún tipo de abuso; ante la acusación ella le dijo que “de todos modos no van a encontrar huellas mías” y que los tocamientos que realizó a la niña eran “por cariño”.

Una vez judicializado el caso, la evaluación psicológica realizada a María dio como resultado que la menor presentó síntomas de ansiedad, inseguridad y la sensación de amenazas.

Las denuncias llegaron hasta los tribunales y la niña mantuvo que la versión que había declarado era cierta; “yo le dije a mi mamá, pero no me creyó y me dijo que era una pajera”, señaló María.

El juez a cargo del caso también consideró poco sustentadas las pruebas presentadas en el caso.

Luego de haber sido acusada y procesada por el delito de agresión sexual en perjuicio de una menor de edad, el tribunal 6o. de Sentencia de San Salvador absolvió de total responsabilidad penal a Karla.

Fuentes fiscales explicaron que la mujer fue absuelta ya que las versiones de los testigos, incluso hasta de la niña, dieron espacio a dudas y que contradicen  a la versión de la relación de los hechos.

El Salvador Times intentó averiguar si a la menor se le había coaccionado (obligado) en su declaración, pero no se obtuvo respuesta. 

El Artículo 7 del Código Procesal Penal establece que “en caso de duda, el juez considerará lo más favorable al imputado”.