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Política - Análisis editorial

¿Nayib Bukele, un dictador en potencia?

Tras el anuncio del Alcalde de San Salvador sobre la conformación del nuevo movimiento político Nuevas Ideas y cómo estará integrada “su estructura”, este deja más dudas que certezas sobre los cimientos de un posible movimiento mesiánico

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Nayib Bukele saluda al rey español Felipe VI. Foto de archivo.
¿Nayib Bukele, un dictador en potencia?

Si Nayib Bukele edifica su Movimiento político tal cual lo ha anunciado en los vientos de Facebook, El Salvador podría estar frente a lo que el manual de estilo de un dictador remite como ingredientes indispensables: tener un líder que atraiga gentes, que ese líder aborrezca las dirigencias (y por lo tanto no tenga competidores) y que establezca una falsa anarquía en la que los miembros del grupo se crean libres, pero que —en realidad— sean solo peones del rey, del monarca, del supremo, del dictador.

Si toda esa receta se cumple, Nayib Bukele, o sus libretistas, tendrían en mente un movimiento dictatorial. En potencia, naturalmente, porque lo de las miles de golondrinas que sí hacen un verano podría ser solo una metáfora que acabe en una “disfunción eréctil” electoral a la hora de lo que coloquialmente se conoce como el “momento de los ¿qué hubo?”.

Sería, si se siguen las escuetas líneas que hasta ahora se han trazado, una errada copia de los empoderados grupos de poder españoles Podemos o Ciudadanos, que nacieron alrededor de un descontento popular y líderes atractivos para excitar a las masas de votantes.

El movimiento salvadoreño en ciernes “Nuevas Ideas” apenas tiene una semana y media de haberse oficializado como una intención política, y aunque es poco lo que se sabe hasta ahora tras el video de Facebook Live que Nayib Bukele protagonizó el miércoles pasado, sí hay algo claro: quienes lo conforman (o lo podrían conformar) son solo seguidores de un personaje, de un ícono y no de un proyecto político o de una ideología clara.

Para muestra solo hace falta ver que el Movimiento tiene como eje central al alcalde capitalino Nayib Bukele, a su nombre, a su cyan logotipo como color característico, a su eslogan y la “N” como inicial de su nombre. Más allá de su figura no hay nada alrededor del Movimiento que busque un fin más que llevar a Bukele a la Presidencia. Una intención que, por lo menos ya está trazada.

El pasado 25 de octubre, Bukele dio a conocer algunos de los “lineamientos” que regirán al movimiento Nuevas ideas, el cual según las propias palabras del edil “es horizontal y sin jerarquías” que busca “destruir el bipartidismo y la partidocracia” en el país.

Aquí está la clave para entender las supuestas intenciones del Alcalde o de su entorno. Al no haber una cúpula, una dirigencia que represente los intereses de los sectores que conforman su Movimiento, queda solo una voz, una luz, un soberano: Nayib. Y nadie más.

De los atisbos que reveló el Edil, por ahora se sabe que esta plataforma no tendrá una cúpula, ni una dirigencia, ni una estructura territorial, ni jerarquía. “No tienen que pedir autorización para nada, porque aquí no hay cúpulas, aquí no hay dirección del partido, aquí no hay secretario general,  cada quien puede decir y hacer lo que quiera”, dijo el edil cuando dio a conocer la plataforma a través de Facebook Live.

En ese video, el alcalde no dio a conocer ninguna carta de principios, ni los valores que este nuevo movimiento defenderá. Solo se sabe una cosa: su líder único y supremo y quien toma las decisiones es Bukele. Eso es lo que, sin ser genio político, cualquier estudioso de la materia podría concluir.

Al no tener una carta de principios, o un ideario, lo que prevalece son las ideas —o decisiones— del comandante supremo, que esconde en la presunta libertad anárquica un mapa que, sin defecto alguno, sin objeción alguna, conduzca a los deseos soberanos del “dictador”.

La figura del Edil es la bandera del movimiento y, de gestarse sin cúpula, atisbaría el peligro de ser un partido sin el balance de pesos y contrapesos —vitales para la democracia—  y, al no existir esos contrapesos se correría el riesgo que solo las directrices del Alcalde sean las divinas tablas en piedra de donde se desprenda la mosaica ley que rija a este Movimiento, sin jerarquías en su trayecto por el desierto político salvadoreño, y sin jefaturas modernas más que la patriarcal figura del joven Nayib Bukele a la cabeza de su ejército de “golondrinas”.

Grupos y emisarios

Hasta ahora, lo único que se conoce de Nuevas Ideas es que estará integrado por una serie de grupos que “se han hecho de manera natural” por la sociedad, que tendrán libre autonomía, poder de decisión y podrán tener mensajes propios sobre el movimiento y el alcalde.

¿Poder de decisión propia, sin pasar por el visto bueno de Bukele?, es una de las principales dudas que surgen frente a tal afirmación.

Asimismo, Bukele (y nadie más) nombrará a 14 emisarios —uno por cada departamento— que, según sus propias palabras, ayudarán a los grupos a organizarse y a amalgamarlos cuando sea necesario que se unan “para mostrar su fuerza”. Es decir, Bukele es quien decidirá cuándo sus ejércitos se lancen a la batalla.

Y estas dos son las únicas figuras del movimiento Nuevas Ideas. Estos emisarios —tal como el diccionario los define— son “mensajeros que se envían para indagar lo que se desea saber, para comunicar a alguien algo o para concertarse en secreto con tercera o terceras personas”. De este concepto se puede inferir que estos serán quienes lleven y traigan los mensajes u órdenes entre Bukele y los grupos, pues no habrá ningún tipo de intermediario o autoridad con poder real bajo la figura del alcalde.

Pero justo como Bukele lo ha advertido, estos emisarios no tendrán poder alguno. El poder (se intuye) estará en el monarca. Solo en él. Los emisarios serán figuras decorativas. Achichincles, en el lenguaje coloquial.

Justamente esto es lo que conlleva a un líder autócrata, un dictador: un sujeto que toma decisiones y solo las comunica o las deriva a sus seguidores. De mantenerse esta estructura con la que Nuevas Ideas trabajaría, no estarán replicando más que una figura autoritaria, pues no habría nadie sobre la figura de Bukele, ni a su lado, o que por lo menos le genere contrapeso en las ideas para las decisiones que se definan dentro de la estructura.

Por ejemplo, si dentro de cualquier partido político se quiere tomar una decisión —por más viable o absurda que esta sea— el punto se discute dentro de la cúpula donde se debate el tema entre los representantes de los poderes que la conforman y, finalmente, se toma una decisión emanada de varias cabezas que ganan por mayoría hacia un objetivo común.

Sin embargo, en el Movimiento de Bukele cada grupo tendría autonomía para aumentar el caudal de sus seguidores, así como las forma de propaganda o de financiamiento. No obstante, a falta de cúpula, las decisiones serían tomadas solo por Bukele (o sus sátrapas o cercanos) y se transmitirían a los grupos a través de los emisarios.

Una estructura que, de mantenerse, no distaría mucho de la de cualquier dictador en la historia reciente. Por esa razón, el exdirector de Medicina Legal, el siquiatra Miguel Fortín Magaña, incluso llega a compararlo con Adolfo Hitler y Benito Mussolini (solo que con menos poder, según sus palabras), pues de continuar sin pesos y contrapesos tendría como única figura con poder absoluto a Bukele.

Las únicas dos reglas

Bukele anunció que para ser miembro de Nuevas Ideas solo se necesita cumplir dos reglas esenciales: que quieran lo mejor para el país y que todos piensen en sumar. Estas reglas, además de ser vagas, podrían esconder una realidad fáctica: que el único personaje que podrá decidir qué es lo mejor para el país es Bukele, al igual que será él quien identifique que una acción de un miembro de Nuevas Ideas sea para sumar y no para restar. O su círculo cercano. Su argolla dorada.

Asimismo, ha dicho que los miembros del Movimiento podrán publicar y decir cualquier cosa en nombre de la plataforma, e incluso podrán criticarlo. No obstante, en el pasado, el Edil ha hecho gala de escasa tolerancia a la crítica. Por esa razón, desde el inicio de su administración ha tenido una confrontación pública con los medios de comunicación que no son afines a su figura.

Otro factor determinante, aunque no lo clasifica como una regla para estar dentro del movimiento, es que “estén hartos del bipartidismo, del sistema político” y especialmente de ARENA y el FMLN.

“(Los grupos serán llamados, cuando se necesite, para hacer) cambiar el país, cambiar el sistema político, destruir el bipartidismo, la partidocracia y el sistema corrupto que nos ha tenido en el subdesarrollo los últimos 196 años desde que declaramos nuestra Independencia”, dijo el edil en su transmisión en vivo.

¿La crisis institucional: una oportunidad?

En este sentido, su supuesta figura mesiánica podría interpretarse como una búsqueda de protagonismo a través de mostrarse como un salvador de la nación, desmarcándose de la política tradicional.

Asimismo, los referentes históricos traen similitudes y sus figuras surgen, justamente, cuando hay crisis institucional o partidaria. Tal es el caso, por ejemplo, de Fidel Castro, quien se planteó como un revolucionario en momentos en que Cuba tuvo de las crisis institucionales más pronunciadas. Más allá de eso, se enquistó Castro por más de cinco décadas.

O como el caso de Hugo Chávez en Venezuela.

O como el ejemplo de Evo Morales en Bolivia.

O como sucedió con el ascenso de Néstor Kirchner en Argentina.

O, más tajante, como la verticalísima jerarquía de Corea del Norte.

Dictadores todos, sin contrapesos, sin dirigencia que les contradiga. Sin ideario definido.

Esa crisis es —justamente— la que Bukele podría provocar si sigue al pie de la letra con su discurso. “(Estamos) hartos del sistema político tradicional, hartos de la partidocracia, hartos del bipartidismo, hartos de ARENA y del FMLN”.

No obstante, si este Movimiento quiere que sea la plataforma con la que piensa buscar la Presidencia en 2019, Nuevas Ideas deberá mutar y convertirse en un instituto con todas las de la ley y eso implica cumplir la Ley de Partidos Políticos que sí contempla estructura territorial, partidaria, cúpula y militancia.

Bukele no tendrá otra opción que sumarse a ese sistema de partidos políticos que tanto critica o, en el peor de los casos, mantenerse como estructura paralela a la clase política y que enfile todas sus fuerzas cuando haya un objetivo claro para atacar o apoyar.

Por ahora, mientras más crezca ese liderazgo y su amorfa estructura en torno al posible presidenciable, incluso puede exacerbar a las masas con mensajes como el que dijo durante su discurso en que el aseguró que “incluso pueden meterlo preso o matarlo”. Con ese tipo de amenazas sus seguidores intensifican sus esfuerzos ante su figura mesiánica.

Habrá que estar atentos para observar cuál será el siguiente paso del alcalde en miras a convertirse en el próximo Presidente y enrumbar su camino político bajo el único mandato de su propia voluntad y el país podría estar arribando al nacimiento del próximo dictador salvadoreño.

Sin embargo, la lectura de este Movimiento podría ser más sencilla: que el mensaje lanzado por el escasamente atendido video de Facebook Live sea nada más un anzuelo, un señuelo, para ver cómo reacciona El Salvador y cómo se comporta la gente para definir qué acciones reales tomar en las andanzas del caballero de la luenga figura que por ahora inunda las redes sociales.

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