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Social - RELATO

Consuelo, la “vendedora de fantasías” que lucha por legalizar el trabajo sexual

Varios eventos marcaron la vida de Consuelo, ya que por muchos años se dedicó al trabajo sexual en algunos establecimientos y calles de San Salvador. Ella, al igual que otras mujeres que se dedican a "vender fantasías sexuales", han sido marginadas por la sociedad; piden que se legalice su oficio y que se vea como otro más.

Prostituta
Las trabajadoras sexuales no solo deben de tolerar la marginación de la sociedad sino a clientes que las abusan, roban y golpean durante el servicio.
Consuelo, la “vendedora de fantasías” que lucha por legalizar el trabajo sexual

Ella dedicó muchos años de su vida a complacer cuerpos sedientos de fantasías a cambio de dinero. No es algo que la avergüence, ni muchos menos la hace sentirse menos como mujer. El camino, sin duda, fue amargo; pero en él encontró también alegrías que la hicieron crecer y llenarse de experiencia para enseñar a otras mujeres a cómo respetarse y amarse a sí mismas.

Su nombre es Consuelo Raimundo y tiene 57 años de edad. Ella se dedicó al trabajo sexual por 35 años, donde conoció la amargura, el peligro y las ilusiones que crea ese negocio.

Con apenas 18 años, ya tenía una idea de lo que implica dedicarse a la prostitución. En el oficio, conoció personas que jamás volvió a ver y otros tantos malos recuerdos que prefiere ahogarlos en el olvido.

Cuando ella tenía 18 años salió embarazada y por eso buscó trabajo de mesera en un pequeño restaurante de la capital. De ahí, lograba sacar algo para dar de comer a su hijos, pero no era suficiente.

Cuando era niña, no tuvo las comodidades que hubiese querido, la mayor parte de su vida la paso dentro de una pequeña casa de abobe, pero sus padres hicieron lo posible para que ella sacara sus estudios hasta octavo grado.

Al tiempo de trabajar como mesera varias de sus amigas, que se dedicaban a la prostitución, le comenzaron a hablar del oficio. Ella tomó la decisión. El dinero era lo más llamativo dentro de la propuesta insistente de aquel grupo de mujeres.“Me ilusionaron con la plata”, relató Consuelo en una conversación con El Salvador Times.  

“La 36” y “La Terraza” fueron algunos de los lugares donde Consuelo trabajó con otras mujeres. A esas casas de citas, como ella le llama, le entregó sus primeras experiencias. Consuelo relató que en uno de esos negocios comenzó todo.

“Yo entré por mi propia voluntad. Ganaba bien, alrededor de mil colones era mucho. Uno se va acostumbrando a manejar dinero, a ponerte lujos o a tener lujitos en la casa que nunca los tuviste. A vestir bien a mis hijos”, explicó.

Consuelo aclaró que en este negocio las mujeres brindan un servicio a partir de fantasías para hombres o mujeres que lo solicitan. “No vendemos nuestro cuerpo porque ese no se vende ni se regala, sino que vendemos las fantasías”, sentenció.

Esas fantasías le han costado lágrimas y humillaciones, ya que en varias ocasiones ha tenido que guardar todos esos malos recuerdos en su mente. Ella no quiso mencionar esos eventos que le pusieron moretones en su cuerpo. "Uno no quiere recordar, prefiero olvidar", dice mientras baja la voz. 

“Se aguantan tragos bien difíciles”

Un día ella se encontraba en el lugar cuando fue solicitada por un hombre mayor que rondaba por los 50 años de edad. Las palabras que aquel hombre le dijo nunca se le olvidarán: “Estas bien rica, voy a venir más seguido por vos”, le dijo. “Fue un momento incómodo. Fue algo horrible esa situación”, dice ella al recordar.

Dentro de esa habitación el tiempo para Consuelo pasó muy lento, se detuvo. Aquel hombre pagó por los servicios y siguió llegando continuamente al local, pero Consuelo cansada de vivir bajo la sombra de otros hombres decidió retirarse a las calles y se movió hacia “La Avenida”, una zona conocida por las decenas de burdeles sobre la Avenida Independencia en el centro de San Salvador.

Consuelo logró rentar un pequeño puesto donde trabajaba en el horario y la tarifa que ella quisiera. Después de mucho tiempo no se sentía así de libre consigo misma. “Ahí nadie me mandaba”, señaló.

En ese pequeño cuarto pasó 20 años brindando el servicio. Sin embargo, en ese mismo lugar, tuvo que soportar a clientes que abusaron de ella, que le robaron su dinero y que la golpearon.

“No es nada fácil la experiencia. Para mucha gente, el trabajo sexual es fácil, pero acostarse con alguien que no conozcas no es nada fácil. Igual se aguantan tragos bien difíciles”, expresó ella.

Se destapó el secreto

Consuelo tiempo después tuvo a su otro hijo. Sin embargo, eso no hizo que dejara de trabajar, mientras sus dos hijos desconocían a lo que se dedicaba su madre.

Fue un día como cualquier otro solo era de esperar a que llegara algún cliente. Se sentó en una silla, tomó el periódico y comenzó a pasar las páginas. De pronto, la figura de un hombre entró al establecimiento y se paró frente a Consuelo, ella supuso que era otro cliente más. Nunca imagino que era su hijo.

Ella estaba en shock y comenzó a llorar. “Me daba mucha pena que él me hubiera encontrado en el trabajo sexual”, dijo mientras los ojos se le llenaron de lágrimas, aún después de muchos años de ese evento. Consuelo habló con su hijo, quien en ese momento le confesó que ya sabía a qué se dedicaba, pero que había llegado para que se sincerara. 

Desde ese día, toda su familia se enteró. Sin embargo, la apoyaron. Fue un momento de liberación, ya no tendría que andar ocultando el secreto que había guardado por muchos años.

Su hijo el día de su graduación de bachillerato fue condecorado con el primer lugar por buenas calificaciones y desde el estrado dedicó su discurso a su mamá. Consuelo se llenó de orgullo y de alegría cuando escucho las palabras: “Madre, todo (este logro) es por el sacrificio que tú haces para darme los estudios”.

Sé es trabajadora sexual para toda la vida

“Yo no he dejado el trabajo sexual, yo sigo siendo la misma trabajadora sexual de hace 35 años. Yo soy una trabajadora sexual no activa”, apuntó Consuelo, quien desde hace 13 no ejerce el oficio.

Ahora, junto con otras mujeres, han fundado una organización no gubernamental denominada “Orquídeas del Mar”, la cual trabaja en pro de los derechos de las trabajadoras del sexo.

En la actualidad, Consuelo es la representante legal de la asociación, la cual aglomera más de 10,000 trabajadoras. Ahí, reciben denuncias de mujeres que han sido violentadas en sus derechos, así como también educan para evitar que se contagien de enfermedades provocadas por el contacto sexual.

“El trabajo sexual siempre lo han catalogado como algo prohibido, pero no es prohibido si yo lo ejerzo como tal; es decir, sin tener terceras personas porque eso ya sería proxenetismo. Todos somos personas honradas no somos criminales”, dijo en un tono serio durante una conferencia del departamento de periodismo de la Universidad de El Salvador.

Consuelo y su organización están buscando en la Asamblea Legislativa la aprobación de una ley que permita el reconocimiento del trabajo sexual, ya que permitiría que sus derechos no sean violentados como hasta ahora. 

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