La última vez que vieron con vida a Juan Francisco Durán Ayala fue la mañana del 3 de junio de 2011, cuando salió de su casa en Ilobasco hacia la Universidad Tecnológica, en San Salvador, donde estudiaba la licenciatura en Idiomas. Era un viernes y de parte de la institución educativa tenían una visita a Joya de Cerén, o al menos eso le dijo a su padre cuando se fue.

Francisco ya no volvió  a su casa y nadie más supo de él por días. En ese momento, todo apuntaba que las razones de su desaparición tenían que ver con la lucha social que mantenía, su padre y él eran miembros del Movimiento Unidos por Cabañas, una organización que había realizado varias acciones en contra de la minería metálica y la intervención de la empresa Pacific Rim en ese departamento.

De hecho, un día antes Francisco había participado en una protesta a las afueras de un restaurante donde la empresa se reunió con funcionarios de la alcaldía de Ilobasco.

Para la familia, en un primer momento todo apuntaba que la desaparición tenía este móvil. No obstante con el tiempo y conforme avanzaron las investigaciones, la Fiscalía develó otros motivos.

El activista "desconocido"

Desde el momento que desapareció, su familia comenzó la búsqueda, pero fue hasta el 9 de junio que interpusieron la denuncia en la policía de Ilobasco.

Mientras tanto siguieron buscando el hospitales y en bartolinas de toda el área metropolitana. El 14 de junio su hermano decidió visitar el Instituto de Medicina Legal (IML) y verificar si no se encontraba ahí el cuerpo.

Los médicos le mostraron fotografías de los desaparecidos sin identificación; las fue viendo una a una hasta que de pronto quedó helado, una de las imágenes era la de Francisco. Sin embargo, le notificaron que ya había sido enterrado en el cementerio La Bermeja, en una fosa común, donde van a parar los cuerpos que llevan la etiqueta de desconocidos.

Ahí la familia se enteró que a Francisco lo acribillaron a balazos y que su cuerpo fue encontrado alrededor de la media noche del 3 de junio en la cancha de básquetbol de la colonia Amatepec, de Soyapango.

Tras la exhumación, la familia pudo darle sepultura y despedirlo, aunque las interrogantes de qué había sucedido continuaron.

"Aquí tiene las letras"

Dos años después de que Francisco murió, la Fiscalía pudo encontrar pistas de lo que había ocurrido ese fatídico 3 de junio. Fue un testigo clave, a quien se le denominó "Zacarías", quien dio los primeros indicios.

Contó que a eso de las 8 de una noche de junio de 2011 vio como al final del pasaje cinco de la colonia Amatepec, unos pandilleros del Barrio 18 que operan en la zona llevaban a un hombre para la cancha. Eran alrededor de siete sujetos que llevaban a Francisco obligado, a rastras, a golpes y a empujones por el estrecho pasaje y las gradas. Los sujetos le levantaban la camisa y le subían los pantalones, como buscando algo.

En el proceso consta que el testigo oyó cuando uno de los pandilleros dijo: “Smaylin, aquí tiene las letras”, en referencia a la M y la S que se tatúan los miembros de la Mara Salvatrucha. Esa fue la sentencia de muerte y la señal para que “Smaylin” y los demás descargaran su furia a fuerza de tiros.

"Zacarías" sintió miedo y se fue corriendo mientras escuchaba el sonido hueco de las balas.

En la audiencia se conoció que el hombre que habían asesinado era el mismo que minutos antes fue visto en un bus de la ruta 9, en estado de ebriedad. Ahí lo increparon los pandilleros y le preguntaron si pertenecía a la MS, lo bajaron y lo revisaron hasta que le encontraron "las letras".

Francisco era un marero retirado

En este caso, la Fiscalía logró criteriar a uno de los sujetos que sirvió como poste (vigilante) cuando se cometió este crimen. Lo bautizaron como "Saturno" y a cambio de cooperar con la investigación le prometieron beneficios judiciales.

Fue él quien confirmó la versión de "Zacarías". "Saturno" también contó que a Francisco lo bajaron del bus la noche del 3 de junio tres pandilleros de la zona de la colonia Amatepec, a los que identificó como “Tavo”, "Stanley" y "Kevin". Luego, estos le avisaron a “Smaylin”, el palabrero de la zona, que tenían a un hombre quien creían que era de la mara contraria.

Según el criteriado, a Francisco lo golpearon y lo vilipendiaron con el único fin de conocer si era de la MS o no. Cuando le descubrieron un tatuaje con las letras en la pantorrilla, el activista intentó justificarse y les aseguró que ya no se metía en nada, que ya estaba retirado. Fue en vano. No le creyeron ni una sola palabra. 

Hubo una discusión entre los que querían matarlo y los que no, por medio a represalias, pero “Smaylin” acabó la indecisión efectuando él mismo los primeros disparos. Los demás sujetos, incluidos varios menores, terminaron de acribillarlo. Once disparos le quitaron la vida.

Varios de los sujetos que participaron en este hecho se mantienen prófugos. No obstante, por este hecho, se ha llevado a juicio a Mauricio Ernesto Anaya Cárcamo, por ser considerar el Ministerio Público que fue uno de los que disparó contra Francisco.

Fue hasta el 6 de julio pasado que se celebró la audiencia preliminar en contra de este imputado y que se determinó mandarlo a juicio, mientras aún se encuentra en detención.

El caso pasó al Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador, quien tenía previsto realizar el juicio la semana anterior. Sin embargo, debido a la fiscal del caso tuvo incapacidad médica, se aplazó la audiencia. Así, la nueva fecha se estipuló para el 25 de agosto.

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