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Jerusalén y la diplomacia salvadoreña

Jerusalén y la diplomacia salvadoreña

Katie Walsh, ex subjefa de gabinete de Trump, sostiene que el actual presidente estadounidense «es como un niño a quien debe adivinársele sus deseos». Semianalfabeto, un presidente que no lee informes, más confiado en su intuición que en asesores y visceral. Un personaje así resultó para la coyuntura Hondureña y Guatemalteca una oportunidad de oro diplomática.

Los sátrapas que gobiernan nuestros países vecinos no podían desperdiciar sumarse a la iniciativa estadounidense que reconoce a Jerusalén (occidental) capital de Israel. Esta maniobra les permitirá al corrupto Jimmy Morales cuando comience a desmontar la CICIG que EE.UU. no proteste y a Orlando Hernández que su fraudulenta reelección sea aceptada.

Nikki Haley embajadora de EE.UU. en la ONU fue clara: «recordaremos cuando tantos países vengan llamando a nuestra puerta para pagar más (dinero a la ONU) o servirse de nuestra influencia en su beneficio». El mensaje era: o votan a favor de nuestra declaratoria de Jerusalén como capital de Israel o no vengan a pedirnos nada después.

El Salvador en la ONU se ausentó resultando en una abstención su voto. La posición salvadoreña es hasta ahora desconocida. ¿Una posición próxima a Trump reconociendo a Jerusalén occidental como capital israelí podría haber posibilitado un acercamiento con Rex Tillerson para buscar una solución al TPS? Nunca lo sabremos por la posición gallo-gallina  de nuestra política exterior.

Las creencias son poderosas. Lo cierto es que en su declaración sobre Jerusalén Donald Trump omitió algo muy importante: no definió ¿qué parte de Jerusalén reconoce como capital de Israel?

La ciudad esta desde 1948 dividida en Jerusalén occidental y oriental. La parte occidental está controlada por Israel y la oriental donde viven palestinos, musulmanes y cristianos quedó bajo control de Jordania.

Para hacer este anuncio, Trump tuvo que haber consultado no solo con Jordania, sino además con Arabia Saudita guardián de las ciudades santas de Meca y Medina y Egipto el ascendente moral musulmán en la región.

Es en la parte protegida por Jordania donde se encuentran los lugares santos de las tres grandes religiones monoteístas del mundo. En 1967 Israel se tomó la parte oriental y colocó a toda Jerusalén bajo su autoridad. Para 1980 la declaró su capital eterna.

Es debido a esta ocupación que El Salvador instaló la embajada salvadoreña ante Israel en Jerusalén y decidió luego en atención a una resolución de la ONU que dejó pendiente el estatus final de la ciudad y en apoyo para la fundación del Estado palestino en 2006 regresarla a Tel-Aviv.

Fue precisamente la acción militar de 1967 que impidió que por décadas ninguna potencia mundial reconociera a Jerusalén como capital de Israel ya que el acuerdo internacional entiende que para que haya una paz duradera deben existir dos Estados que tengan como Jerusalén occidental la capital de Israel y Jerusalén oriental la capital de Palestina.

Donald Trump en su incendiario anuncio (dirigido a su más fanática militancia) continuó dejando abierta la puerta para que Palestina pueda reclamar a futuro la parte oriental como su capital. En la práctica pesar de la incursión total de Israel, Jerusalén, continua dividida en occidental y oriental como antes de 1967 y no fue distinguido por Trump.

Al contrario también dijo: «Nuestra decisión no compromete los límites geográficos y políticos actuales… ... EE.UU. no está tomando partido sobre ningún estatus final, incluido los límites específicos de la soberanía de Israel sobre Jerusalén».

Igualmente Trump «no reconoció el estatus de Jerusalén integral y permanente que promueven los israelíes y pidió mantener las cosas como están: que la ciudad vieja y sitios sagrados sigan bajo control musulmán».

Ya Rusia en 2017 reconoció a Jerusalén occidental como capital de Israel a la que El Salvador pudo haberse adherido teniendo en cuenta intereses nacionales (TPS) y, amistad que nos une con judíos y palestinos. Esto es lo que finalmente terminaran haciendo la mayoría de países del mundo.

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El presidente estadounidense hizo el anuncio en diciembre de 2017 aplicando una ley aprobada por el Senado en 1995.

Las presiones o lobby de los evangélicos tradicionales; cristianos-sionistas donde se puede identificar a Robert Jeffress (que ya dijo que Dios autorizó a Trump a destruir a Kim Jung Un); Sheldon Adelson, importante empresario judío dueño de casinos; Aipac, Comité de Asuntos Públicos de Israel y a Morton Klein de la Organización Sionista de América vinculada a la ultraderecha estadounidense llevaron de la mano a Trump hacer la declaración.

Todos estos si bien son un minoritario 23% de la población total son una base importante del voto republicano.

Todas estas organizaciones tienen en común (no solo ser donantes y votantes de Trump) sino además la creencia que Israel (pueblo elegido de Dios) debe ser un poder político mundial y que Jerusalén debe ser la capital de ese Estado ya que a esa ciudad –dice la profecía- regresará Jesús en su segunda venida.

Corolario:

La decisión de Donald Trump de reconocer Jerusalén como la capital de Israel no es una decisión de política exterior sino de política doméstica partidaria, de allí, que no resulte tan cínica la adhesión honduro-guatemalteca. Lo cierto es que en las profecías bíblicas nada dice del papel determinante que jugará Israel en la venida de Jesús o en el Apocalipsis.

¡Qué débil se ve Estados Unidos usando el dispensacionalismo, xenofobia y nativismo psicológico como arma, y qué torpe nuestra cancillería!

Que nadie luego critique a Nicolás Maduro cuando le prohíba a la oposición participar en los comicios presidenciales o que el presidente peruano indulte al genocida de Alberto Fujimori para no terminar él mismo haciéndole compañía en la cárcel.

Si me permiten parafrasear a Franklin Roosevelt: Que cada quien defienda a su hijo de puta, que aunque hijo de puta, es el hijo de puta de cada quien y eso basta para ser considerado bueno.