• Diario Digital | jueves, 25 de abril de 2024
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Los lambiscones en las esferas del poder político

Los lambiscones en las esferas del poder político

En algún momento de nuestras vidas cotidianas nos hemos encontrado con personas que hablan maravillas de ti, te adulan y son totalmente incondicionales a tu favor. Si este es el caso, te has encontrado con los que comúnmente se conocen como aduladores, rastreros, lambiscones, achichincles, lacayos o serviles, generalmente los hay en distintos ambientes sociales, con características muy peculiares en cada escenario del mercado de las vanidades, se les ve con trajes de marca y prendas lujosas, como todo un icono de la moda, con frecuencia en oficinas de gobierno, de empresas, bancos, iglesias, universidades etc., pero son más peligrosos cuando están enquistados en las esferas del poder político. 

El achichincle usa como estrategia la no contradicción y la obediencia total al superior, no importando si éste es deshonesto, de la peor calaña, adinerado o simplemente tiene una buena cuota de poder, es aquel que para obtener o mantener influencia en las decisiones, recurre a argumentos agradables, pero incorrectos, a los oídos de los que deben tomar decisiones trascendentales, y peor aun cuando éstas son transferidas a ellos, privilegiando así la corrupción, el nepotismo y el clientelismo político, en menoscabo de la transparencia, la rendición de cuenta y de la meritocracia, que debe prevaler en la gestión pública y en el resto de las actividades de la vida nacional.

Estos rastreros o parásitos se autoalimentan de dirigentes, líderes políticos, gobernantes, representantes de gremiales, empresarios e iglesias, que viven del reconocimiento, elogios, adulación y culto a su personalidad, generalmente miden su éxito de acuerdo a la cantidad, calidad y tamaño de la adulación o servilismo, casi siempre están en la búsqueda y conquista de un interés que puede ser en bienes, servicios o dinero. 

En nuestra esfera o estamento político éstos se han diversificado o incluso mutado, rindiendo culto a personajes cuestionados y adulando modelos de gobiernos que han fracasado o que no representan ninguna opción real de cambio a las necesidades fundamentales de la población.

Es así como existe una rueda de caballitos en los diferentes medios de comunicación de muchos mercenarios de éstos arropados de analistas políticos, los cuales disminuyen su capacidad de crítica hasta el nivel de cero o nada, de acuerdo al interés que representan, defienden o persiguen, convirtiéndose en auténticos profesionales de la labia, cortejando oídos, seduciendo vanidades, sobredimensionando cualidades de falsos lideres e instrumentalizando la opinión publica en favor de un régimen o grupos de poder político, económico y fácticos, que son los que más se rodean de un séquito de achichincles bien entrenados para promover y cabildear leyes en el parlamento o comprar voluntades en las esferas del poder político a cambio de favores a los intereses de sus amos, con quienes se cotizan al valor de mercado o reciben como pago,  prolongar o afianzar sus puestos de trabajo, o ser nombrados o transferidos en puestos estratégicos mejor remunerados, como otrora se intercambiaban los esclavos en los imperios coloniales. Sin dejar de omitir, la lista de esta especie de roedores que sin tener credenciales ni  competencias, unos verdaderos malabaristas del encanto, fungen en muchos casos como asesores en la Asamblea Legislativa, o del infaltable  estereotipo de achichincles con que militan ciertos funcionarios públicos, ministros, comisionados y jefes de autónomas que, al asumir sus cargos nuevos, ejercen de manera inmediata esta nefasta destreza de rendir pleitesía y tributo al que por el momento es su jefe superior, ignorando que con esta detestable práctica son responsables en parte del rezago tanto en materia profesional de nuestra sociedad, como también del deterioro institucional y estructural de un mal El Salvador que hoy tenemos.