• Diario Digital | jueves, 28 de marzo de 2024
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Todos los privados de libertad al penal, ¿es posible eso?

Todos los privados de libertad al penal, ¿es posible eso?

“O todos en el suelo o todos en la cama”

En las últimas semanas se desató una nueva polémica sobre el supuesto trato preferencial que reciben algunas acusados que quedan detenidos en las bartolinas de la DAN (mientras están en etapa de instrucción) y no ponen un pie en centros penales. Los ánimos de la gente se calentaron justo en el  inicio de un  juicio notorio que involucra   menores de edad, trata de personas, presentadores famosos, empresarios y hasta políticos. Un show mediático de gran envergadura. 

El fiscal general Douglas Meléndez ha solicitado (o solicitará) que todos los acusados de este juicio y de otros que involucran hasta ex presidentes como  “el caso Saca” (quien es acusado junto a otras personas por el desvió de millones de dólares a cuentas personales), abandonen las bartolinas y sean trasladados al penal La Esperanza de Mariona o a otros  centros. Por el otro lado el director de centros penales Rodil Hernández, ha dicho que no es posible recibir más reos por el terrible hacimiento del 300% que hay desde hace muchos años y crece con el tiempo. 

En las redes sociales más que justicia parece que hay un advertido síntoma de venganza. Frases como “o todos en el suelo o todos en la cama”, “la serpiente solo muerde al descalzo”, o “en el sistema judicial no somos iguales” abundan reclamando lo siguiente: ¿por qué hay tratos preferenciales a personajes importantes? Tanta es la presión que hace unos días se cambió una resolución que permitía a uno de los implicados  quedar en bartolinas y fue enviado al penal. 

Una idea viene a mi mente cuando pienso en penales: El infierno en vida. Acaso no deberíamos preguntarnos: ¿es posible que centros penales en las actuales condiciones soporte más reclusos? y ¿en qué condiciones se encuentran las cárceles nacionales?

¿Qué es un centro penal?

La definición de un centro penal,  prisión o cárcel es, por lo general, una institución autorizada por el gobierno donde son privadas de libertad las personas consideradas por la ley como autores de delitos. Tienen las cárceles por lo menos dos funciones principales: La primera es separar al infractor  de la sociedad para evitar que siga cometiendo delitos y la segunda es readaptarlo, si es posible, para que a su debido tiempo (cuando haya cumplido su pena) pueda regresar a la sociedad como una persona  libre y capaz de vivir en paz con sus congéneres.

Para lograr la readaptación de los privados de libertad se necesitan condiciones dignas que les permitan un sano entendimiento sobre la pena que se cumple,  en un lugar donde la salud física y mental sean garantizadas por el Estado. De tal manera que aunque se esté preso exista la esperanza de volver a casa y comenzar un nuevo proceso de vida.

En El Salvador el bien llamado “proceso de readaptación” debería aplicar, para el bien la Nación, en todos los casos ya que no existe en nuestra legislación ni pena de muerte ni cadena perpetua, por lo cual se entiende que todo reo, si no muere por causas ajenas a su pena, debe regresar tarde o temprano a la sociedad.    

Por lo tanto concluimos que los centro penales no deben ser infiernos en la tierra, no debe haber hacinamiento en ellos,  no deben ser contralados por pandillas o grupos delincuenciales y deben proveer a los presos de alimentación adecuada, vestuario y condiciones de salubridad que no pongan es riesgos sus vidas. La actual Sala de lo Constitucional ya emitió sentencia sobre estas cosas.

No a la venganza, si a la razón

Es de común acuerdo que las cárceles en El Salvador no cumplen con ninguno de los requisitos mencionados en el párrafo anterior. La vida de los privados de libertad es sometida a una serie de vejaciones inimaginables en las cárceles.  Asesinatos, violaciones, maltratos, dormir de pie, comer una vez al día,  enfermedades respiratorias, estomacales, de piel y otros son  el pan de cada día de los reos. Ninguna de estas vejaciones debería ser parte de una condena que solo tiene implícita, por un tiempo limitado, la perdida de la libertad.

Las cárceles han sido utilizadas por años para cometer fechorías a montón. Extorsiones, asesinatos, robos de viviendas y vehículos son solo algunos ejemplos. Parece que los presos, muchos de ellos relacionados con pandillas, llegan a graduarse en la escuela del crimen  y salen con intenciones renovadas de seguir delinquiendo. Esta es una realidad muy grave en nuestro país.  

Considero entonces que antes de gritar a los cuatros vientos con la intención de meter más presos a las cárceles (sobre todo aquellas que no están relacionados con pandillas y cuya peligrosidad es nula), se debe hacer un esfuerzo muy grande, enorme  para mejorar las condiciones generales en los centros penales. Solo entonces es posible solicitar que todos los privados vayan a pasar sus condenas en ellos.  Quienes ahora gritan mordiéndose los labios que no debería haber preferencia de ningún tipo le digo: Tienen razón; pero el destino es impredecible y si por alguna lamentable razón  tienen que ir presos a centros penales; “solo Dios con los reos  porque el Estado hace muchos años los abandonó  a una infernal condena”.