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El extremismo que nos sofoca

El extremismo que nos sofoca

La capacidad del ser humano para establecer conductas extremistas tiende a ser cada día más la causa de una depresión social.

La depresión social mantiene una constante en nuestras sociedades saturadas de niveles de ignorancia humanista. No tiene nada que ver con el conocimiento adquirido con los estudios, simplemente, es no tener idea del entorno real de las coyunturas. Las sociedades actuales han pasado a un nivel de ceguera y falta de creatividad de nuevas soluciones, para enfrentar la pobreza, la falta de empleo, la discriminación e irrespeto de los ideales sociales solidarios.

Casi toda la información no viene del análisis crítico, sino de una confusión de conocimientos. La crítica ha mutado en una moda hasta para vestirse y lleva a la intolerancia prepotente del fanatismo sobre la preocupación del bien social. Durante la revolución industrial del siglo XIX nació la necesidad de efectuar una seria crítica al entorno social, para buscar respuestas a los cambios sociales, económicos y políticos. Ver su impacto en las sociedades y cómo aplicar el método científico para lograr conclusiones a ciertos fenómenos.

El método científico permite aplicando la observación sistemática, experimentación, formulación, análisis y modificación de una hipótesis ver la falsedad o veracidad de un hecho social. En la actualidad, la mayoría de acciones sociales son vistas con el ojo del extremismo religioso-ideológico.  No queda espacio para el análisis racional, pues la irracionalidad ha ido ganando espacio en las mentes de las masas.

Las nuevas formulaciones de los problemas que viven millones de personas son minimizadas por simples soluciones sacadas del populismo.  La muerte de millones de personas por las hambrunas y enfermedades se matiza como algo alejado de las realidades de unos cuantos que pueden sacar la cabeza de la caverna de Platón por unos segundos. Promueven soluciones tan repetidas, como los eslóganes de la extrema izquierda y la falsa religiosidad de la doble moral.

Querer salir del montón nos llevará a ser vistos como extraños, ya que vivir en la oscuridad puede ser más cómodo. Tocar temas como educación sexual, discriminación laboral y cualquier forma de activismo social, nos conducirá a  críticas de odio por grupos extremistas, los cuales piensan que poseen la verdad cuando sus acciones los condenarían al mismo infierno a la hora de un juicio final.

La sociedad recibe una medicina peor que la enfermedad compuesta de intolerancia disfrazada de actos de preocupación. Oscar Wilde vivió en carne propia estas acciones al ser condenado por actos inmorales a dos años de cárcel por su homosexualidad, siendo un autor respetado por su producción literaria en la sociedad inglesa. Inclusive, el mismo Dalí fue tildado de loco por los sectores reaccionarios, al pintar la Crucifixión con la perspectiva surrealista.

Si estas personas que gozaban de fama y renombre en sus países sufrieron críticas por los extremistas, no es nada raro que cualquier persona vaya por el mismo camino por nadar  en contra de la corriente.

El tema de las extremas define a una sociedad cada día más polarizada entre el bien y el mal, pero hay un punto central para navegar sobre él. Siempre ha existido en la construcción interna de nuestra mente. Sobre ella, nadie tiene potestad solo nuestra capacidad de formar construcciones nuevas espirituales y racionales.

Cualquier humano tiene la capacidad de ser un libre pensador y no buscar convertirse en un extremista. Las mayorías sociales pueden salir de la oscuridad y lograr un rol medio aceptable. No existe mediocridad en eso. Lo malo no es ser mediocre, lo malo es ser mediocre y creerse superior.