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Sucesos - Juicio será el 8 de junio

“No te quejés, que estás acostumbrada”, le dijeron pandilleros a una mujer que fue drogada y violada

Tras ser abusada buscó ayuda con una vecina, en el puesto de la PNC y el 911, pero no creyeron su versión porque creían que estaba borracha.

Violación
“No te quejés, que estás acostumbrada”, le dijeron pandilleros a una mujer que fue drogada y violada

Cuando Laura –nombre cambiado para garantizar su protección- recobró la conciencia, no sabía ni donde estaba. Una tenue luz de candela iluminaba aquel extraño lugar. Había un olor terroso y rancio, cuando subió la vista hacia el techo se dio cuenta que era de pura tierra. Estaba en una cueva.

Lo último que recuerda es que estaba frente a la Casa de la Juventud de la comunidad, luego de haber estado en una asamblea general de la Asociación de Desarrollo Comunal (Adesco) de su colonia. Recordó que había estado sentada ahí con tres reconocidos pandilleros del Barrio 18 que le habían pedido que se sentara y que tomara una cerveza con ellos.

Todo era muy confuso en ese momento, pero entonces entendió que esos pandilleros la habían llevado drogada hasta la cueva, una guarida que construyeron al lado de una quebrada, donde cavaron y rompieron parte de la montaña para esconderse de las autoridades y realizar sus fechorías.

Laura no sabía cómo había llegado hasta ahí. Estaba muy asustada, pero luego vio dos siluetas entre las penumbras. Uno era Douglas Antonio Córdova Chavarría y el otro Luis Gerardo Mejía Rico, los sujetos con los que había estado departiendo.

Según consta en el expediente judicial, ella quiso pararse, pero en ese momento Luis sacó un arma y se la puso entre los ojos. “Ya sabemos que vos has estado siendo informante de la Policía. Hoy sí te vamos a matar, te vamos a hacer picada”, le dijo.

Ella gritaba diciéndole que no era cierto, que se había equivocado, que no la matara. Ellos no escuchaban. Sus súplicas eran sordas. Fue entonces que uno de los tipos la desnudó, la arrojó sobre un colchón y comenzó a violarla.

En su testimonio aseguró no recordar algunos detalles de la violación, pero sí de una conversación:

- Matala, matala, le decía Douglas a Luis.

- No, ella no va a hablar. ¿Verdad que no vas a hablar?, la cuestionaba Luis. Pero ella solo gritaba y suplicaba que la dejaran.

- Callate, no te quejés, vos estás más que acostumbrada a esto, le decían los criminales.

Es lo último que recuerda. El dolor era insoportable. Se desmayó.

Una líder comunal

Horas antes, Laura se había alistado para salir a la reunión de la Adesco. Era domingo, 17 de julio de 2016, y siempre trataban de hacer las reuniones a media tarde para terminar temprano. Su amiga Claudia pasó por ella y fueron a la reunión en la que abordan temas de interés de la comunidad.

A eso de las 4:30 ya habían terminado, pero cinco vecinos -incluida ella- se quedaron departiendo y tomándose algunos tragos sin imaginar que esa decisión le cambiaría la vida.

Uno de los vecinos sacó una botella de ron y comenzaron a servirse tragos hasta que la bebida se terminó. Uno en el grupo llamó a un amigo suyo, un pandillero de la zona conocido como “Yeguita”, para que llevara otra botella.

“Yeguita” llegó con dos botellas más. Laura no bebió mucho, solo cuatro vasos habían bastado para ponerla un poco mareada, por lo que decidió parar. Su amiga Claudia fue a comprar unas pupusas y le pidió que la esperara para volver juntas.

A eso de las 7:30 de la noche, Laura recordó que debía ir a apagar el contador de agua de la comunidad. Le pidió a Joaquín, un viejo amigo de la infancia, que la acompañara. Luego regresarían para esperar a Claudia.

Cuando volvieron, en una tienda estaba “Yeguita”, Luis y Douglas, quienes le dijeron que Claudia no había regresado; “sentate, esperala”, le dijo Luis.

El pandillero le ofreció una cerveza que terminó aceptando para no tener problemas.

Según el relato, los delincuentes le dijeron a Joaquín que se fuera, que ellos cuidarían a Laura. Estando con ellos le dieron otra cerveza, una que ya estaba destapada; desde ahí, la supuesta víctima no recuerda nada.

Tres veces pidió ayuda y nadie le creyó  

Laura despertó desnuda en aquel colchón sucio dentro de la cueva. Ninguno de sus captores y violadores estaban en el lugar; alcanzó su ropa y salió corriendo.

Descalza, caminó unas cuadras y llegó hasta una casa. “Llamen a la policía”, les dijo. Una voz de una mujer se escuchó al fondo. Era la presidenta de la Adesco, pero por algún motivo Laura se fue.

Llegó hasta el puesto policial de la zona y salió un policía vestido de civil a quien le dijo que la habían violado, pero él no la creyó. “Está borracha, así no le voy a tomar la denuncia”, le manifestó. Ella insistía que había sido atacada, que sabía dónde estaban sus captores, pero no la escuchó.

Cansada, decidió irse a su casa y desde ahí llamó al 911, pero tampoco le creyeron. “Usted está borracha”, le decían. Fue hasta que una de sus hijas le arrebató el teléfono y confirmó la denuncia que la tomaron en serio.

Solo uno de los atacantes está procesado

La policía logró capturar a Luis, quien es el único que está enfrentando la justicia por este caso. El próximo 8 de junio se tiene programado el juicio en su contra en el Tribunal Sexto de Sentencia de San Salvador.

Mientras tanto, Laura y toda su familia –quienes tenían más de 35 años de vivir en la zona- tuvieron que abandonar su casa y la comunidad. Laura todavía se reprocha haber sido parte de esa Adesco, pues cree que eso provocó que los pandilleros se ensañaran con ella.

Finalmente, sospecha que su amiga Claudia fue la que la acusó de ser informante, pues ella misma era la que se encargaba de darle insumos a los pandilleros.

De momento, Luis está a la espera del juicio que se le sigue por los delitos de violación sexual y privación de libertad.

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