• Diario Digital | viernes, 19 de abril de 2024
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Chinos en El Salvador

Chinos en El Salvador

Desde Nanjing, República Popular China.

Nanjing significa capital del sur. Ciudad portuaria que fue invadida en 1937 por Japón y que tuvo en el siglo 18 la importancia de haber sido la capital de China imperial. No es casualidad que aquí estén las tumbas del emperador Zhu Yuanzhang y de Sun Yat-Sen fundador de la república; autor de la filosofía política de los tres principios: nacionalismo, democracia y bienestar del pueblo.

Aquí ahora el gobierno chino ha instalado el software valley de Asia: 800 empresas tecnológicas que dan empleo a 180,000 personas. Esta provincia tendrá una importancia simbólica para la historia de los chinos-salvadoreños.

El interés por migrar desde china hacia América comienza por las guerras del opio, a causa del tratado Shimonoseki, debido a conflictos religiosos, el levantamiento Yihéután, la invasión japonesa, la disputa de la isla de Taiping y continúa hasta nuestros días por motivos de inversión o por apuros personales de prosperidad que no marchan al ritmo del sueño chino actual.

La migración hacia Centroamérica de chinos fue una consecuencia de emigrar hacia San Francisco, Estados Unidos, huyendo de las crisis sociales y económicas de la interminable cadena de guerras que apuntábamos antes.

En ese intento del sueño del oro americano muchos desisten de sus planes originales y se desvían hacia Cuba para trabajar con el azúcar y tabaco otros a Perú animados por el guano y otros se establecen en nuestra región.

Ingresan por Panamá en 1854 donde existirán junto a Costa Rica las colonias más importantes de chinos hasta ahora en Centroamérica y de allí se expandirán hacia El Salvador.

Serán tratantes de trabajadores británicos los que traerán un primer contingente de 700 peones chinos para instalar las vías del tren y que con la promesa de ganar $25 dólares diarios se embarcan desde su país hacia Panamá. Finalmente terminaran pagándoles $4 dólares. 

El sinólogo salvadoreño Rodolfo Chang Peña, en su libro que presentará en diciembre próximo y que servirá de guión para el documental que sobre el tema pre producimos actualmente, sostiene que otra empresa italiana tratante de jornaleros en 1868 trajo a El Salvador 1,000 operarios chinos para trabajar. Una época de bonanza del algodón y café que comenzó con el ex presidente Gerardo Barrios en 1859.

Esta necesidad de mano obra podemos presumir fue por la resistencia indígena a trabajar en los cafetales y algodoneras, considerado negocio ajeno ya que se dedicaban a la agricultura de subsistencia y con ello abastecían al país de granos básicos y vegetales.  

En la investigación base para su libro el doctor Chang igualmente narra cómo para 1878 se registra la llegada de Lien Len. 

Distinto a los primeros chinos el señor Lien llegó a El Salvador con la mentalidad de integrarse. Instaló una tienda de puros y tabaco en el centro de San Salvador y se casó con una salvadoreña. Con doña Carmen, Lien Len tuvo dos hijos.

Cuando Sun Yat-sen decretó la república China el primer ciudadano chino-salvadoreño por naturalización decidió repatriarse, y se estableció con su familia en el sur, en la provincia de Jiangsu, cuya capital es Nanjing.

Le sobrevendría allí la invasión de 1937 y viviría con horror la matanza de 300,000 chinos a manos japonesas. Lien Len fue encarcelado y murió en 1940. 

Su esposa e hijos al ser también salvadoreños fueron deportados hacia El Salvador, finalmente, luego de una dura travesía por diversos puertos logran llegar al país donde se había prohibido durante su ausencia el ingreso de chinos.

En 1933 el dictador Maximiliano Hernández Martínez decretó que junto con negros, palestinos, gitanos o rumanos a los chinos les fuese prohibido ingresar a territorio salvadoreño.

Algo tan ancestral en el ser humano como el miedo al otro y a lo diferente había sido usado en Centroamérica por distintos gobiernos para aglutinar a su alrededor al pueblo o, cuando menos a la mayoría que simpatizaba con el eje Berlín-Roma-Tokio. 

Logrando ingresar a su patria deciden –como es característico de los chinos- mantener un perfil bajo y para pasar desapercibidos e integrarse mejor Lien Kai Len cambia su nombre por Pablo Hernández, el apellido más común de El Salvador.

Conocedor de varios idiomas termina siendo profesor de inglés en el Instituto Nacional Francisco Menéndez de San Salvador, murió en 1978. El otro hermano jamás regresó al país.    

Corolario:

Maximiliano Hernández Martínez con su reforma a la ley de migración legalizó la xenofobia y a las minorías que ya vivían en el país las obligó a renunciar a sí mismos, a ser. Al pueblo lo volvió fanático y racista. 

El libro del doctor Rodolfo Chang Peña y el documental en el que hemos comenzado a trabajar en el Departamento de Cine y Audiovisuales de la Secretaria de Cultura de la Presidencia es un acto de reparación y justicia histórica con la descendencia chino-salvadoreña.

Es la nuestra una modesta pero contundente demostración que el dictador Maximiliano Hernández Martínez cometió con sus acciones crimen de lesa humanidad y que la historia como en el caso de los afros salvadoreños y palestinos se encarga de colocar las cosas en su correcta perspectiva.