Curiosidades - Ciencia
Un estudio revisó datos de hace 40 años y encontró nuevas pistas sobre Urano

Una de las naves más prolíferas que el ser humano ha enviado al espacio es la Voyager 2, que en 1986 visitó el planeta Urano, ubicado a 3,000 millones de kilómetros de la Tierra, aproximadamente.
Pero un análisis reciente de la información brindada por la sonda de la NASA, efectuada por científicos y especialistas en misiones espaciales, ha brindado nuevas respuestas sobre los misterios del séptimo planeta del Sistema Solar, el tercero de mayor tamaño y el cuarto más masivo.
Todo comenzó en 1986, cuando la misión de la sonda Voyager 2 de la NASA sobrevoló Urano, brindando a los científicos la única visión cercana de este enigmático planeta exterior que, a diferencia del resto, gira casi de lado. Este evento reveló a la ciencia un planeta peculiar, rodeado de lunas y anillos desconocidos, y además acompañado de fenómenos magnéticos incomprendidos.
Hoy, tras 38 años, el análisis de los datos recopilados en aquel sobrevuelo arroja nueva luz sobre estos misterios y resuelve algunas de las preguntas que desconcertaron a los investigadores. Los hallazgos, publicados en Nature Astronomy, podrían incluso transformar el conocimiento actual sobre la geología de las lunas de Urano y el comportamiento de sus campos magnéticos.
El sobrevuelo de la Voyager 2 estuvo marcado por una particularidad inesperada: en los días previos a su llegada, Urano fue afectado por un fenómeno inusual de “clima espacial” que comprimió su magnetosfera, es decir, la burbuja magnética que rodea y protege al planeta de la radiación del viento solar.
Según el investigador Jamie Jasinski del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, esta coincidencia cósmica ofreció a la nave una perspectiva única y excepcionalmente rara, una que solo se da el 4 por ciento del tiempo. “Si la Voyager 2 hubiera llegado unos días antes, habría observado una magnetosfera completamente diferente en Urano”, explicó Jasinski.
La compresión de la magnetosfera cambió significativamente las observaciones de la Voyager 2. En su paso, la sonda registró cinturones de radiación de electrones muy intensos, algo inesperado dado que el planeta carecía aparentemente de una fuente interna para sostener estos niveles.
Este fenómeno dejó perplejos a los científicos, quienes también notaron una casi total ausencia de plasma en la magnetosfera, un dato desconcertante considerando que las cinco lunas principales de Urano deberían haber contribuido con iones de agua al ambiente magnético, como sucede en otros planetas exteriores con lunas heladas.
Las magnetosferas son campos magnéticos que protegen a los planetas, incluido el nuestro, de las partículas cargadas y altamente energéticas que emanan del Sol a través del viento solar. Estas burbujas magnéticas funcionan como escudos, y su estudio es crucial para entender tanto los comportamientos de protección en la Tierra como en otros planetas. Los datos obtenidos por la Voyager 2 en 1986 proporcionaron una visión única de la magnetosfera de Urano y revelaron diferencias sustanciales entre el campo magnético terrestre y el de este planeta exterior.
La magnetosfera de Urano, además de ser inusualmente intensa, resultó estar comprimida y sin el contenido de plasma esperado, lo cual creó dudas en la comunidad científica sobre el comportamiento del campo magnético del planeta. Sin embargo, esta reciente investigación sugiere que el viento solar podría haber jugado un papel fundamental en estos fenómenos. Durante la compresión de la magnetosfera, el plasma fue probablemente expulsado, lo que explicaría su ausencia en las observaciones de la Voyager 2.
Uno de los hallazgos más sorprendentes del sobrevuelo de Voyager 2 fue la presencia de cinturones de radiación altamente energizados, cuya intensidad se compara solo con los cinturones de radiación de Júpiter. La nueva teoría indica que el viento solar podría haber intensificado temporalmente la dinámica de la magnetosfera, inyectando electrones energizados en estos cinturones. Este fenómeno ayudaría a explicar cómo se mantuvieron activos sin una fuente interna de partículas energizadas, una explicación que los científicos estaban buscando desde el descubrimiento.
Este modelo propuesto sugiere que las condiciones de Urano no son tan atípicas como se pensaba en un inicio, sino que podrían responder a la interacción entre el planeta y las variables del clima espacial. Como resultado, esta investigación reevalúa la naturaleza de los cinturones de radiación de Urano, revelando la importancia del viento solar como desencadenante de su actividad.