Durante más de dos años, Luis García abusó sexualmente de su hija Minerva (nombre cambiado por protección) casi a diario, aprovechando que la madre de la niña salía de la vivienda familiar para ir a trabajar.

Los hechos iniciaron cuando la niña tenía 12 años. Todas las mañanas era sometida por su padre, quien después de agredirla sexualmente la llevaba al centro de estudios ubicado en el municipio de Soyapango, en San Salvador.

El terminar las clases, en horas del mediodía, el sujeto de 47 años llegaba a traerla para luego llevarla de vuelta a su casa.

Cansada de ser abusada y a sus 14 años de edad, el 29 de marzo de este año, Minerva tomó valor y se decidió a delatar los vejámenes que sufría.

Como era costumbre, García fue a traerla a la escuela. Lo que él no se imaginó fue que en el momento en que ambos iban pasando frente a un grupo de agentes de la Policía Nacional Civil (PNC), quienes brindaban seguridad en la zona, ella lo acusó de ser su violador.

En ese momento, y luego de refrendar lo que la víctima decía, el sujeto fue detenido y trasladado hacia una de las bartolinas policiales de Soyapango. Posteriormente, la Fiscalía General de la República (FGR) inició una serie de investigaciones en torno al caso, mismo que fue comprobado tras varias declaraciones hechas por la víctima frente a expertos y al juez.

Entre las pruebas presentadas ante el Tribunal 5° de Sentencia se encontraba un peritaje psicológico. En él se plasmó que Minerva padecía del Síndrome de Acomodo al Abuso Sexual Infantil (SAASI), es decir que la víctima tiende a adaptarse a la situación abusiva como método de supervivencia.

“La víctima se encuentra atrapada por el secreto y la responsabilidad de mantener a su familia protegida de la desintegración y el dolor con el que el abusador le amenaza”, contemplan los libros de psicología referente al síndrome.

García fue condenado por un juez a 26 años de prisión por cometer el delito de violación en menor e incapaz agravada continuada en contra de su hija.