Diego (cuyo verdadero nombre se ha cambiado a solicitud de sus padres) espera tranquilamente en su cama por su próxima aplicación de quimioterapia. El pequeño de siete años no entiende la gravedad de su enfermedad, solo sabe que esas inyecciones le producen vómito y mareos. Al igual que él, unos quince menores esperan ser tratados con un tratamiento similar. Ellos forman parte de los 200 nuevos pacientes que este año han sido atendidos en el hospital de Niños Benjamín Bloom por casos de cáncer. 

El caso de Diego se encuentra en una etapa intermedia y se trata de leucemia, la variante más común de cáncer en niños de acuerdo al jefe de oncología, Roberto Vásquez, quien explica que -como promedio- el 40% de los procedimientos atendidos anualmente en el Boom puede durar hasta dos años.

El médico asegura que de la totalidad de casos tratados en el país, un 70% logra sobrevivir. Esto se debe a que no todos los cuerpos responden a los procedimientos, ya que el tratamiento no siempre es efectivo debido a la misma resistencia de la enfermedad.

Diego inició su tratamiento hace un año, tras presentar síntomas de fiebre, mareo, dolores de cabeza, dificultad para respirar y debilidad. Sus padres sospecharon inicialmente que se trataba de un cuadro de anemia; pero los exámenes comprobaron que se trataba de cáncer en la sangre.

La debilidad del pequeño se debía a la disminución de glóbulos rojos en su cuerpo; afortunadamente, las células leucémicas no habían invadido otras áreas de su cuerpo.

Uno de los factores más importantes en el tratamiento de la enfermedad es la condición de vida y el estado de ánimo de los pacientes. En el caso de Diego, se trata de un niño alegre cuyos padres se dedican al comercio informal, lo que les ha permitido educar a dos hermanos más en un ambiente sereno, a pesar de las limitantes económicas.

Según el especialista, una de las terapias milagrosas para este padecimiento es la misma alegría y espíritu de los niños que hacen más pasajera la enfermedad, y eso representa un efecto curativo en un gran porcentaje.

No obstante, los menores tienen que cargar con los síntomas que los limita a realizar sus actividades diarias ya que la enfermedad los debilita y les resta ánimos para jugar. En otros casos en que la enfermedad se encuentra en una etapa crítica, los menores sufren sangrado y cambios de conducta.

Afortunadamente, este no es el caso de Diego, quien a su corta edad no ha dimensionado los riesgos de la enfermedad que padece, por lo que es común verlo jugar y reír junto a los demás pacientes, muchos de los cuales se encuentran en una etapa de cáncer más avanzado.

Vásquez explicó a El Salvador TIMES que a pesar de que los niños se toman la enfermedad de una manera menos seria, son los padres quienes sufren más dada la complicación de la misma.

Según el médico, casi siempre uno de los progenitores se dedica al cuidado de sus hijos y tiene que renunciar a su trabajo para estar más cerca del menor.

“Cuando se someten a las quimioterapias y pierden el cabello, el padre, en casi todos los casos, decide raparse el cabello para acompañar a sus hijos y no se sientan solos en esto. Sin embargo en este proceso (pérdida de cabello), son las niñas a las que les cuesta más asociarlo”, añadió el doctor.

Vásquez explicó que hasta el momento el hospital Bloom cuenta con el equipo necesario para el tratamiento de la enfermedad, así como un equipo de médicos capacitados para ello. A esto se suma que varios de los médicos a nivel nacional están capacitados para diagnosticar el cáncer pediátrico. Añadió que la mayor parte de los casos provienen del sector público. 

“Las estadísticas indican que en el país se reportan de 100 a 110 niños con esta enfermedad de un total de un millón. La tendencia en niños y niñas casi siempre anda entre el 48 y 50% en cada sexo”, concluyó el oncólogo.