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Política - Reportaje especial (Sexta y última entrega)

Triunfo neoliberal y derrota histórica de la izquierda

Más allá de la mera retórica revolucionaria y socialista, la izquierda se volvió socialdemócrata al tiempo que la socialdemocracia se volvía neoliberal. 

Reagan-Tatcjer
Triunfo neoliberal y derrota histórica de la izquierda

Al finalizar la guerra y ya integrado a la vida política legal, el FMLN enfrentó un intenso debate interno entre dos corrientes de pensamiento, que fueron identificadas como ortodoxos y renovadores. Los primeros se definían abiertamente como antisistema, en tanto que los segundos planteaban que no era viable la liquidación del capitalismo sino solo su reforma. 

En esa pugna ideológica ambos bandos tuvieron sus momentos de ventaja, pero hacia finales de los 90 pareció que la batalla se había zanjado finalmente a favor de los renovadores, cuando Facundo Guardado fue elegido coordinador general y candidato presidencial del partido. Guardado se presentó como un representante de la izquierda moderada y declaró que “lo mejor que los comunistas del FMLN pueden hacer es agarrar sus maletas e irse a vivir a Cuba”.

El problema es que perdió aparatosamente aquella elección presidencial contra Francisco Flores. Sus adversarios dentro del FMLN le pasaron la factura de la derrota a él y a sus afines, y en poco tiempo los sacaron del partido y retomaron el control del mismo bajo el liderazgo de Schafik Handal, que proclamaba de modo explícito que el FMLN no había llegado a la lucha política para integrarse al sistema sino para cambiarlo.

Se trataba simple y sencillamente de la pretensión de cancelar el modelo capitalista para implantar en su lugar el modelo socialista. Y bajo esa consigna, el FMLN reintrodujo los antiguos manuales del marxismo-leninismo en los cursos de formación política de su escuela de cuadros. 

Y fue con ese programa radical que Schafik Handal se presentó como candidato presidencial en 2004. Su fracaso no pudo ser más estrepitoso porque, aunque ciertamente dobló la cantidad de votos obtenidos por Facundo Guardado, aún así su contrincante arenero, Tony Saca, le sacó casi medio millón de votos de ventaja.
  
Aun así, el FMLN decidió profundizar su apuesta radical anticapitalista. Al respecto, en una entrevista concedida al periódico El Faro el 14 de octubre de octubre de 2007, otro de los altos dirigentes del partido, José Luis Merino, declaraba lo siguiente.
 
“Hemos tenido largas discusiones y las diferencias radican en que una parte del FMLN ha sido atraída a la idea de que no queda más camino que humanizar el capitalismo y ese es el destino que ellos le ven a la izquierda. Nosotros creemos que es necesario cambiar el sistema al socialismo, que es cambiar la esencia del modelo”.

Pero esa decisión que parecía tan firme no duró mucho tiempo. Los mismos dirigentes que la tomaron y sostuvieron, protagonizaron un repentino giro prácticamente en sentido contrario, cuando, en 2008, postularon como su candidato presidencial a Mauricio Funes, quien de modo explícito rechazaba la idea de cambiar el sistema. Y Funes sí ganó la elección presidencial. 
 
Después de tanto debate ideológico, divisionista y excluyente, ¿se había vuelto socialdemócrata el sector radical comunista del FMLN? La respuesta la daría, en una entrevista concedida a Diario El Mundo el 6 de diciembre de 2010, el ya secretario general del partido, Medardo González: “Todavía hay en el FMLN pensamientos obreristas, pensamientos que tienden a creer que el FMLN tiene que estar fuera del sistema para ser una izquierda auténtica. Pero nosotros no creemos en eso”.

En esa misma entrevista, Medardo Gonzáles afirmaba: “Yo sí creo en que el FMLN tiene perspectivas como de izquierda, revolucionario, marxista-leninista”, pero al mismo tempo, en franca contradicción remarcaba: “Hay que retirarse de un socialismo que acabe con el capitalismo (…) Nosotros no estamos planteando terminar con el capitalismo, con la gran empresa, con el gran capital. Lo que creemos es que hay que utilizar la fuerza y potencial del capital, del Estado, para salir adelante con nuestro país”. 

En eso estamos. Y esto explica el por qué en los siete años que ha gobernado el FMLN no se ha tocado en lo más mínimo el fundamento del sistema que nos rige, y que es capitalista en general y neoliberal en particular. 

¿No hay más alternativa?

Comencé este reportaje refiriéndome al éxito del partido Podemos, de España, éxito que se basa en buena medida en un programa y una estrategia que rechazan la identificación con la izquierda.

En realidad, la hipótesis Podemos, nació como un diagnóstico elaborado en las facultades de filosofía, sociología y ciencias políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Provenientes en su totalidad de diversas agrupaciones de izquierda, los jóvenes académicos que fundaron Podemos, llegaron a la conclusión de que asumir la identidad de izquierda no servía, o más bien era un lastre, si se quería impulsar con éxito un cambio político en sentido progresista.

La razón de esa certeza la han explicado en varios libros y ensayos teóricos. Lo que sigue es un apretado resumen de esas ideas.

El Estado de Bienestar, que se había instalado en las democracias occidentales desde mediados de los años 40, había dotado a la sociedad de libertades y derechos que, en su conjunto, mejoraron notablemente las condiciones de vida de los ciudadanos, al punto que ya los hijos de los obreros habían podido asistir a la universidad y convertirse en profesionales. Pero es sabido que, en términos sociales, la sola satisfacción de algunas demandas crea, por inercia, la exigencia de nuevas y mayores demandas.
Esto, en términos populares se ha formulado así: cuando no se tiene nada para comer se desea tortillas con frijoles, pero cuando ya se tiene  eso asegurado se desea pollo y luego faisán, y así sucesivamente. Es una dinámica natural.

Pues bien, en pleno Estado de bienestar, a mediados de los años 60, las sociedades occidentales comenzaron a exigir de manera cada vez más beligerante no solo la ampliación de los derechos ya conquistados sino también nuevos y superiores derechos. Las protestas masivas se fueron intensificando hasta alcanzar su punto más en las jornadas rebeldes de 1968.

Algunos pensadores de izquierda diagnosticaron entonces que se había generado una crisis de legitimidad, ya que los gobiernos democráticos se mostraban incapaces de satisfacer las demandas de sociales. Según ese diagnóstico, lo que ocurría en última instancia era que, en realidad, tanto la democracia como el Estado de Bienestar eran incompatibles con el sistema capitalista y que, por tanto, era preciso evolucionar hacia el socialismo. Era una propuesta de solución por la izquierda.

Sin embargo, de manera paralela, teóricos de derecha plantearon un diagnóstico distinto. Según ellos, no se trataba de una crisis de legitimidad de los gobiernos sino de una crisis de gobernabilidad. Es decir que la culpa del problema recaía en una ciudadanía que estaba formulando demandas excesivas, prebendas que la institucionalidad vigente no tenía capacidad de financiar sin hacer colapsar al Estado.

El problema, según este planteamiento, era que el marco ideológico o el sentido común generalizado bajo la hegemonía del paradigma del Estado de Bienestar, estimulaba en la ciudadanía la convicción de que el Estado debía satisfacer todas sus demandas. Y, en ese caso, la solución pasaba por un cambio de ideología, de paradigma y de hegemonía. Un cambio cultural.

Se trataba del retorno de los neoliberales de Hayeck, derrotados por el keynesianismo en los años 30. Y así, Lewis Powell y Samuel Huntington, entre otros, recomendaron en diversos documentos académicos y políticos que, a fin de concretar el cambio cultural, era preciso invertir en universidades, libros, revistas, seminarios, tanques de pensamiento, periódicos, televisión y cine para difundir masivamente el nuevo paradigma, que no era otro que el neoliberalismo.

Se trataba de regresar al mercado lo que el modelo keynesiano había puesto en manos del Estado: salud, educación, empleo, pensiones, entre otras áreas. Se trataba de la privatización, de la absoluta libertad de mercado y de una manera de aceptar la vida como una feroz competencia sin tregua entre los individuos para poder sobrevivir. 

Todo el aparato cultural del sistema fue puesto al servicio de ese nuevo paradigma. Y Hayeck reapareció en Chile en 1973, apadrinando el primer experimento de economía neoliberal impuesto por el dictador Augusto Pinochet. Poco años después, el triunfo neoliberal se sellaría por completo con la llegada al poder de Margaret Thatcher, Ronald Reagan.

Esa victoria fue estratégica en la medida en que la socialdemocracia, es decir la única representación la izquierda que quedaba, puesto que el socialismo real ya estaba en realidad derrotado por su propia inviabilidad política, asumió que, como famosamente dictaminó la señora Thatcher, no hay más alternativa que el neoliberalismo global.

Esto es lo que ha ocurrido en el mundo, en América Latina y en El Salvador: más allá de la mera retórica revolucionaria y socialista, la izquierda se volvió socialdemócrata al tiempo que la socialdemocracia se volvía neoliberal. En eso estamos.  

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