Durante casi siete años, un delincuente adoptó una identidad falsa sin ningún inconveniente, a la espera de que al salir de la cárcel, poder tener limpio su récord delictivo.
Cuando la comunidad educativa se enteró de lo sucedido, el maestro fue apoyado por un grupo de padres de familia que incluso se ofrecieron a testificar a su favor.
El asaltante robaba una vez al año a una de las empresas que seleccionaba y con el botín podía vivir hasta dar un nuevo golpe.
La jueza lo encontró culpable y lo condenó a tres años de prisión; sin embargo, no irá a la cárcel, ya que no vive en el país.
Un grupo de padres de la escuela donde ocurrieron los abusos ingresó a la catedral al grito de "hay un pedófilo y violador en la iglesia y está tocando en esta orquesta" y se le fueron a golpes.
El homicida atacó a su víctima en una llantería y le asestó varios disparos con un revólver.
El hombre juró ante la ley y ante Dios que el dinero que portaba se lo había encontrado en un día de suerte y que no sabía que era falso.
El sujeto conoció a la víctima durante el recorrido de la unidad y le pidió que fueran novios, a lo que la menor accedió.
La Policía lo capturó cuando se disponía a introducir a circulación los billetes en un centro comercial de San Salvador.
Gracias a su buena conducta el Consejo Criminológico lo benefició trasladándolo a fase de confianza, lo que le permitía viajar a su casa; sin embargo un día ya no volvió al penal.
